ENCUENTRO MOTERO
La rutina matutina se vuelve a repetir. Nos quedan por delante 361 kilómetros de aburrida carretera recta sin ningún paisaje digno de ser mencionado. Lo que sí sentimos durante el trayecto es que la temperatura empieza a ascender a pasos agigantados y comenzamos a notar sus consecuencias: excesiva sudoración, dolor de cabeza a causa del sol, pequeños quemazones en la piel que queda al descubierto y mucha sed.
Una cosa que nos ha llamado la atención en la carretera es la cantidad de conductores y de gente que nos saluda, ya sea haciendo sonar la bocina de los vehículos, levantando un dedo pulgar o agitando la mano. Sabemos que no es muy habitual ver este tipo de moto por estas tierras y mucho menos con matrícula de España, pero tampoco esperábamos tal reacción de la gente al vernos pasar.
Justo antes de llegar a General Conesa Vemos un cartel donde se informa que hay camping municipal. Paramos para repostar y preguntamos al trabajador que con unas extrañas a la vez que difíciles indicaciones nos guía para poder llegar.
Tras recorrer unos pocos metros sobre un camino de gravilla llegamos a una caseta donde una señora muy simpática nos recibe preguntándonos "¿son ustedes los primeros?". Romà y yo nos miramos extrañados respondiéndole que como no vemos a nadie acampando imaginamos que sí. Ella se queda dudosa al oir nuestra respuesta y nos dice "¿qué no vienen al encuentro motoquero?". Según nos explica ese fin de semana va a tener lugar una concentración de los moteros de toda la zona y van a hacer unos asados en el camping. Romà se queda ensimismado con la idea y a mi también me parece algo curioso a experimentar.
Eso, más el precio a pagar por dormir allí (40 pesos que nos cuesta montar la carpa y 20 pesos por persona por el acceso a las instalaciones) es una gran opción para quedarnos esa noche acampando.
Después de posar para unas fotos que van a colgar en el Facebook del camping montamos con una habilidad pasmosa la tienda de campaña.
En ese momento vemos llegar una camioneta cargada de leña, seguramente esos serán los organizadores del evento.Entre cuatro descargan rápidamente la furgoneta. De repente uno de ellos nos llama al ver nuestra moto en el lugar. Se trata de un señor corpulento y alto, deberá tener unos 45 años y viste su rostro con un blanco bigote con sus respectivas estalactitas que bajan bordeando sus labios. Nos explica lo del encuentro y que nos quieren invitar a que por la noche les acompañemos en un asado que van a hacer. Nosotros aceptamos la invitación ilusionados con la idea y nos ofrecemos a llevar alguna cerveza para colaborar.
Hoy estrenaremos nuestro hornillo a gasolina y nuestro kit de olla y sartén campera. Romà se pone con ello. Después de varios intentos para hacer que funcione lo conseguimos, una tortilla y un poquito de arroz es lo que comeremos.
Al terminas de cocinar vemos que las ollas se han llenado de hollín, un engorro a la hora de limpiarlas.
Una vez terminamos nos damos una ducha y nos vamos a dar un paseo a un "balneario" que hay cerca. Ellos llaman balneario a una zona del río preparada para que la gente se pueda bañar. Al llegar allí paradójicamente hay un letrero que indica "prohibido bañarse". Apenas me mojo los pies para ver si el agua está muy fría y me sorprende una agradable sensación al sentirla templada. La claridad del agua no invita a bañarse. Más tarde nos acercamos al pueblo para comprar algo de comida.
De vuelta al al camping observamos que los primeros motoqueros ya ha empezado a llegar. Nos vamos a hablar con ellos. Es curioso ver como la gran mayoría llega con motos que no pasan de los 250cc. Algunos van con sus atuendos de cuero, con parches y chapas de asociaciones moteras. Contamos unos 50 participantes.
Se hace tarde y sobre las 21h empiezan a hacer el asado. Para que la carne esté en su punto pueden tardar aproximadamente unas 2 horas, sabemos que cenaremos tarde.
El tiempo pasa rápido entre conversaciones, conocemos mucha gente, entre otros Matías, un chico muy grande y simpático que le acompaña su hija pequeña y "La Pety", una joven con largas rastas y morena de piel, amante de las motocicletas y con el "Gauchito Gil" tatuado en su espalda.
Cabe explicar que el Gauchito Gil es un santo pagano que tienen en Argentina al cual veneran con mucha devoción. Las carreteras están llenas de casetas pequeñas de color rojo que son pequeños santuarios del Gauchito. La gente las visita y dejan allí dinero, vino, agua y cigarrillos como ofrenda para el Gauchito pero también para que el viajero que lo necesite lo pueda tomar. Si queréis saber más de la historia del Gauchito clicar el siguiente link: Gauchito Gil
De repente oímos un grito que anuncia que el asado está listo. Nos aconsejan que vayamos a buscar nuestros cuchillos porque las técnicas de servicio son bastante "ancestrales". Hay un cordero clavado en un palo mirando hacia el fuego y una parrilla llena de carne a un palmo del suelo que reposa sobre unas brasas.
Van sacando grandes porciones de carne, puedes cortarlos tu mismo o esperar a que un señor lo haga por ti. Como plato hacemos servir un cacho de pan donde apoyamos el trozo de carne que hemos cortado. Las cervezas no dejan de correr y probamos el "Fernet", una bebida de hierbas con un alto grado de alcohol que mezclan con coca-cola. Inicialmente sabe amargo pero poco a poco le vas pillando el gusto, aunque no sería algo que fuese a pedir a mi vuelta a Barcelona.
Pagamos 50 pesos por la cena cada uno, porque en Argentina cuando dicen que te van a invitar es que te invitan a que participes, no es que ellos vayan a pagar lo tuyo.
A la 01h nos vamos a acostar, aunque no parece que el resto de gente esté muy dispuesta a irse a la cama hasta mucho más tarde...
Mapa de ruta:
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