El día comenzó temprano, a las 07h. ya estábamos en pié. Romá se dedicó a escribir el comienzo de su nuevo libro que se basará en las aventuras que viviremos en este viaje. Yo por mi parte me dediqué a no hacer nada, sí, creo que empiezo a cambiar y el estrés del día a día en la ciudad empiezo a cambiarlo por un poco de paz.
A eso de las 08:45 empiezan a servir el desayuno en el Hostel. Se queda algo justo a nuestro parecer pero al menos podemos comer algo, un panecillo con mermelada, algo de embutido y un café con leche.
En el Hostel hay una guitarra y me comprometo a enseñar a Romà a aprender unos acordes y así poder tocar alguna canción. Tomo la guitarra y me siento al borde de la piscina, el día es espectacular y rasco las cuerdas emitiendo unos sonidos que a mi parecer no suenan tan mal. Romà se sienta a mi lado y le muestro tres acordes con los que podrá tocar un sinfín de canciones. No se le da nada mal y rápidamente se puede divisar entre lo que toca la canción "El Desaparecido" de Manu Chao.
Entre acorde y acorde se escribe con un amigo que vive en Santiago y que conoció en uno de sus antiguos viajes. Se llama Miguel y parece que vamos a quedar con él para ir la piscina "Antilén" que está en el "Cerro San Cristobal" desde la que se puede ver todo Santiago (para los que sois de Barcelona se podría comparar como ir a las piscinas municipales de Montjuic).
A las 13:45 nos encontramos con Miguel, viene acompañado de su pareja Izascun, una vasca que por amor se afincó temporalmente en Santiago. Romà y el se funden en un amistoso abrazo. Luego se inician las pertinentes presentaciones.
Vienen en coche y hacemos camino hacia la piscina. Al llegar al cerro nos informan que aún está cerrada y que hasta el 15 de noviembre no abrirá. Accedemos igualmente al cerro tras pagar un peaje y subimos hasta lo alto donde se encuentra una imagen de la virgen de la Inmaculada.
Al salir de allí ya era algo tarde, Miguel nos comentó de ir a un mercado de baratijas muy peculiar que se encuentra en una zona baja de la ciudad y donde se puede comer mucha variedad de comida a un precio bastante económico. Su nombre? "El Persa".
Comimos en un mejicano. Pedimos unos tacos acompañados de unos jugos riquísimos. Yo me lo pedí de guayaba y estaba delicioso. Los tacos a más de tener un buen tamaño estaban riquísimos. Buena elección y un sitio peculiar donde gusta ir para ver algo auténtico y sentirte como uno más en la gran ciudad.
Una vez terminamos de comer, dimos un breve paseo por el mercadillo y de nuevo tomamos el coche. Después de deliberar sobre qué podíamos hacer, Miguel se decidió por llevarnos a un parque muy grande que se encuentra en el distrito financiero de la ciudad, el "Parque del Bicentenario". Se trata de un parque muy grande y cuidado (debido a la zona de la ciudad en que se encuentra) con un laguito lleno de peces carpa, flamencos y cisnes de cuello negro donde las familias mientras pasean tranquilamente por su cuidado césped aprovechan para darles de comer.
Tras un breve paseo y tomar algunas fotos volvimos al coche y nos dirigimos al apartamento (depar, tal y como los llaman ellos) de Miguel e Izascun. Allí tomamos cervezas y un vino de la bodega "Gran Tarapacúa" de la variedad "Carmenère", un vino que degusté con placer en 2008 gracias a un amigo que conocí en un viaje a Egipto y que vive en Santiago, Saúl, al que espero poder en breve.
Reservamos para cenar cantidades obscenas de sushi a un precio muy barato. Se encargó de recojerlo el compañero de piso de Miguel, un joven médico mejicano que emigró a Santiago porque los sueldos en su país son ridículos.
En cuanto llegó subimos a la azotea del edificio, lugar que se debe reservar con antelación ya que está a disposición de todos los vecinos. Allí cenamos entre risas y conversaciones entretenidas e interesantes.
Al terminar Romà y yo volvimos al Hostel. Aquí conversamos con los huéspedes que se encontraban sentados desordenadamente en el patio al lado de la piscina. Americanos, irlandeses, franceses, holandeses, argentinos, españoles, chilenos... todos querían practicar el idioma que estaban aprendiendo, se escuchaban palabras en varios idiomas a la vez, algo extraño pero entretenido a la par.
Romà se acostó pronto y yo me quedé hablando un rato más ya que aún no tenía sueño.
Poco más tarde me retiré a dormir...
Que bien lo estas contando, me encanta. Que alegría poder dejarte levar por el viento!
ResponderEliminarMe gusta que te guste! Un fuerte abrazo Ben y no dejes de seguirnos!
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