miércoles, 30 de noviembre de 2016

29/11/2016 CHILOÉ
PINGÜINERAS Y CURANTO

Nos levantamos sin muchas prisas. Bajamos a Castro y desayunamos en el mismo sitio que cenamos ayer. El desayuno es un poco triste y caro, de hecho, Chile es muy caro en general, tanto o más que Barcelona.
El objetivo de hoy era ir a ver pingüinos. Desde que nos explicaron que había una zona donde anidaban nos ilusionamos con la idea de verlos.
Teníamos que viajar de Castro hasta Ancud, y de Ancud tomar una carretera que pasa por el pueblo de Quetalmahue, dejarlo atrás y seguir por un sendero hasta llegar a la playa desde donde salen las expediciones hacia unos islotes.
En total algo más de 100km. Así lo hicimos. Nos encantó llegar a la playa y circular por la orilla con la moto.
Allí se distribuían montones de casetas que ofrecían los tours y apenas un par o tres de restaurantes para satisfacer la demanda turística.
Sin hacer ninguna comparativa entramos en aquella que vimos más gente y por 7.000 pesos por persona contratamos la excursión.  
Nos pusieron un chaleco salvavidas y con una especia de tarima elevada nos recogieron en la orilla y nos llevaron hasta la barca que estaba amarrada unos metros más adentro.  
Nos esperaba una media hora de navegación por los alrededores de los islotes acompañados por un guía que nos explicaba acerca de las aves y pingüinos que íbamos viendo. De verlos los vimos, pero fue un poco decepcionante al comprobar que habían muy poquitos y eran pequeños (cosa que yo ya imaginaba). Romà esperaba ver decenas de colonias de pingüinos emperador, por lo que su decepción fue mayor si cabe.
       
Al acabar el tour preguntamos al conductor de la lancha si nos podía aconsejar algún sitio para comer el típico "curanto al hoyo" y nos recomendó ir al pueblo de Quetalmahue.
Nos acercamos allí y preguntamos a una mujer que estaba haciendo trabajos de secado de algas en medio de la carretera. Según nos dijo esas algas se exportaban y servían para hacer todo aquello que tiene plásticos o nylon. Nos dijo que justo en la entrada del pueblo había un sitio donde lo hacían muy rico.
Lo encontramos sin problema. Nos atendió un señor de aspecto carismá tico, una especie de Fernando Esteso pero en chileno. Yo me pedí el típico curanto y Romá un plato más sencillo. El hombre me explicó que el curanto que servían era a la olla y no al hoyo, porque el de hoyo se hace solo a partir de que lo soliciten 15 personas o más. Bueno, aunque no fuese la forma tradicional de hacerlo no me lo iba a perder.
El curanto es un plato tradicional de la isla de Chiloé. Es una mezcla de marisco, carne y patatas que se preparan en un hoyo que previamente se ha cavado en el suelo. En el fondo se disponen unas brasas y la comida se deposita encima y se tapa con unas hojas gigantes de una planta que crece en la zona. Se debe dejar ahí durante horas y con su mismo humo se va cocinando. Es una comida muy social ya que dispone a mucha gente a su alrededor que participan en su elaboración y mientras esperan a que se cocine se beben vinos y se comparten conversaciones.
Yo me quedé solo con el plato, me tuve que conformar con ello, pero fue una buena experiencia culinaria.
 
Una vez terminamos y con la panza bien llena nos acercamos de nuevo a Castro para dar un paseo por su Plaza de Armas, hacer alguna compra para cenar y desayunar al día siguiente y para visitar sus famosos palacetes. Los palacetes son construcciones de viviendas típicas de Castro, de un lado la casa parece normal pero de su cara opuesta queda soportada con unas vigas de madera que la deja a modo de embarcadero cuando sube la marea.
Poco más nos cundió el día. Lo suficiente para llegar al alojamiento, cenar, descansar e irnos a dormir.

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