04/03/2017 MANCORA - PASAJE (200 km.)
DIA M, DIA DE MIERDA... Y PASAMOS A ECUADOR
Poco antes de las 08h ya estamos en pié. Empezamos a adquirir una nueva rutina que bautizo como “RUTINA MATUTINA". Después de tomar el pertinente “hostelyuno” emprendemos la ruta de hoy con el objetivo de abandonar Perú y entrar en un nuevo país, Ecuador.
La ruta transcurre tranquila, el océano nos acompaña a nuestra izquierda y el sol brilla sobre nuestra estela... nada hace presagiar que hoy se convertirá en uno de los días más complicados de nuestro viaje. Y es que cuando Romà habla acerca de su moto y sus necesidades hay que escucharle. Llevaba días comentando que la cadena necesitaba ser cambiada y aunque yo confío en su palabra no pensaba que ese cambio iba a ser inminente.
Entrando en la ciudad de Tumbes pero en una ocasión la cadena salta a causa de un bache. Aunque Romà ya hace tiempo que comenta que deberíamos cambiarla al final decidimos dejarla hasta que "diga basta".
Son poco más de las 12h y entramos al pueblo de Tumbes por la Panamericana Norte. Pese a que la carretera parece estar en buenas condiciones un gran bache nos sorprende de repente haciendo que la moto no responda a los golpes de gas que Romà le da! Parece que sus presagios se han cumplido. Algo le ha pasado a la cadena y tenemos la “suerte”, por llamarlo de alguna manera, de que nos haya pasado dentro de una población. Tomamos un pequeño quebrante a nuestra derecha y allí paramos la moto.
![]() |
Aquí paramos la moto, bajo los árboles |
Rápidamente un grupo de personas se empiezan a agolpar a nuestro alrededor. Parece que nos quieren ayudar pero evidentemente no sabemos donde estamos y todo cuidado que podamos tener parece poco. Empezamos a sacar las herramientas y la nueva cadena de la “gorda”. Hemos montado un tenderete en la calle y la sensación de que algo nos va a “volar” se hace palpable. Un chico grueso, conductor de “tuc-tuc” (el equivalente a un taxi) se ofrece a ayudarnos, al igual que un señor, que pese verse claro que no saben nada de mecánica ponen todo su empeño en echarnos una mano. Romà comprueba que la cadena se ha doblado de uno de los eslabones y necesitaremos una cizalla para poder cortar esa pieza. De repente el joven taxista nos comenta que él conoce a alguien que tiene una y que nos puede llevar a buscarla. Evidentemente no vamos a abandonar a “la polola” en el arcén ya que posiblemente a nuestra vuelta ya no habría ni moto ni nada, así que decidimos correr el riesgo de ser yo quien me vaya con el joven y Romà el que se quede junto a nuestra “burra”. Y así lo hacemos. Me monto en el tuneado “tuc-tuc” y emprendemos nuestra primera excursión sin saber cual será mi destino final. A poco más de un kilómetro circulando hacia el norte por la Panamericana tomamos un desvío hacia la izquierda y entramos en un camino de tierra que nos lleva directos a una especie de desguace. Allí el joven me pide que no me baje del vehículo mientras él parece tantear al grupo de hombres que hay allí reunidos. Cuando vuelve lo hace acompañado de un hombre que apenas tiene dientes. Me comenta que hemos de ir a casa del señor ya que allí tiene una cizalla y parece ser que me la va a alquilar por 10 soles. El tema no está para regateos así que acepto el trato. Volvemos a circular por las calles de Tumbes y entramos en una calle sin salida donde apenas hay casas. Me espero lo peor, allí puede pasarme cualquier cosa, pero para mi sorpresa el hombre entra en su casa y sale con la cizalla prometida.
Volvemos sin contratiempos y Romà me espera con apariencia de agobio. Me comenta que mientras yo no estaba se ha parado en el lugar una moto con una policía que le ha avisado de que fuésemos con mucho cuidado ya que esa zona no era muy segura. “Qué buenas noticias!!!”. Romà le ha pedido el favor de que nos enviase a una patrulla mientras durasen las tareas a lo que le ha contestado que activaría una, a la vez que se marchaba del lugar. Tanto él como yo sabemos que no va a venir nadie, pero por probar no se pierde nada.
Desmontadas algunas piezas para facilitar la tarea logramos cortar la cadena antigua, retirándola y dejando su espacio para la colocación de la nueva. Todo parece ir viento en popa: colocamos la nueva cadena, cortamos los eslabones sobrantes para que quede a medida, pero a la hora de cerrarla surge un nuevo problema. No es una cadena que lleve un cierre sencillo y con los alicates que tenemos la presión que aplicamos al pasador de cierre no es suficiente. Lo intentamos de todas las maneras posibles pero no vemos solución. El señor que ha estado desde un principio con nosotros y que se le ve de buena fe trata de cerrarla golpeando la pieza apoyando un destornillador en ella y golpeándolo con una piedra a modo de martillo. Cuando hay ausencia de material se agudiza el ingenio, pero ni con esas logramos que quede cerrada. Pocas opciones nos quedan más que buscar un taller o un mecánico. El joven conductor nos comenta que hay una zona de la ciudad donde hay varios concesionarios y que puede que encontremos allí una cadena con un cierre más sencillo. Sabemos que esa posibilidad es remota, pero habrá que intentarlo. Así que de nuevo me monto en el “tuc-tuc” separándome de Romà una vez más.
Emprendemos un viaje largo en sentido opuesto al anterior y tomamos una calle a la izquierda muy empinada. Entramos en una zona donde empiezan a aparecer las tiendas de mecánica, pero ninguna nos puede ofrecer solución alguna. Volveremos de nuevo al punto de inicio, pero antes el joven me comenta que hay una bebida muy rica de la zona y que podríamos ir para que yo la probase. Así lo hacemos; una bebida dulce y fresca que cuesta poco más de 1 sol a la que le invito por las molestias.
De vuelta Romà no ha podido avanzar pese a que veo que sigue en el intento. Resignados nos decantamos por que nos busquen un mecánico. Lo cierto es que no parece que vaya a haber grandes profesionales en la zona y efectivamente la persona que va a venir poca pinta tiene de ello. El joven conductor lo ha ido a buscar y se presenta con un hombre bajito que apenas porta consigo una pequeña caja de herramientas. Sin apenas hablar con nosotros saca un alicate de la cajita y empieza a apretar la pieza sin obtener el resultado esperado. Después de mucho rato probando (haciendo fuerza solo, recibiendo ayuda nuestra aplicando una doble fuerza con otro alicate, volviendo a probar a martillear la pieza) decide tomar una vía más directa, y se deshace de una de las piezas de goma que debe servir como cojinete para evitar que la cadena roce metal con metal y el desgaste haga que exista una mayor holgura entre las piezas con el peligro de que la cadena vuelva a petar prematuramente.
De nuevo vuelve a apretar con todas sus fuerzas las piezas y esta vez se escucha un “clic”, señal que la cadena ha quedado definitivamente cerrada. Pese a saber que no está colocada en óptimas condiciones la sensación de alivio se nota en nuestros rostros. Ahora pone el último enganche que hace la función de seguro y “voilà” la obra de arte parece conclusa.
Recogemos todas las herramientas y armamos de nuevo “la gorda” y con la moto preparada para continuar nuestro camino llega el momento de pasar cuentas. Era evidente que la ayuda no iba a ser gratuita y el joven del tuc-tuc nos pide un precio muy elevado por los favores realizados. Regateamos con él y zanjamos el pago en unos 40 soles, pese a que, por el aspecto de su cara, no parece muy conforme con el acuerdo. Nosotros sabemos que estamos pagando más de lo que toca, pero decidimos no regatear más ya que sabemos que no estamos en el mejor escenario para discutir el precio justo. Lo que todo eran sonrisas y una aparente “buena fe” se ha convertido en una despedida amarga con malas caras por parte del joven.
También nos toca regatear con el mecánico, pese a que no ha hecho prácticamente nada acordamos entregarle unos 20 soles, un precio muy por debajo de lo que nos pedía inicialmente y que ha tocado discutir, recibiendo, como no, alguna mirada de desacuerdo.
Por otra parte está el señor que desinteresadamente se ha preocupado en ayudarnos y de la misma manera se ha despedido de nosotros, sin pedirnos nada a cambio y despotricando del joven del tuc-tuc por su actitud.
Ya subidos a la moto un grupo de niños que estaban allí cerca se aproximan a nosotros y habiendo sido testigos de todo lo acontecido uno de ellos nos dice: “os han timado, os han cobrado mucho”. Y es que un niño nunca miente. Nosotros a sabiendas que nuestras palabras se las llevará el viento les instamos a que no sigan sus pasos y que cuando uno ayuda al prójimo debe ser desinteresadamente. Ellos asienten moviendo la cabeza…
Son las 16h pasadas y de nuevo sobre la moto y tras haber declinado una oferta por parte del joven conductor para comer en un bar de su familia seguimos nuestro recorrido con la esperanza de encontrar un sitio donde nos sirvan algo que poder echarnos al estómago. Son las 15h h y aún nos queda bastante recorrido por delante para llegar a nuestro destino.
Poco más adelante un restaurante a pié de carretera llama nuestra atención. Pese a habérnoslo pasado damos la vuelta con la moto y paramos en “El Fogón de Lili”. Miramos cuando dinero nos queda. Solo 20 soles es lo que llegamos a reunir al no contar con los imprevistos con los que nos hemos encontrado en el día de hoy, así que nos dirigimos a las cocineras para tratar de negociar el precio del menú y nos ofrecen un plato completo por 10 soles cada uno, y como no nos llega el dinero para más nos regalarán la bebida (chicha morada). Aceptamos con mucho agradecimiento su oferta y nos sentamos en una de las mesas libres. El “local”, por llamarlo de alguna manera” se compone de una cocina al aire libre y justo a su lado las mesas de los comensales, todo dispuesto en un llano de tierra y con un cobertizo hecho de metal.
Para sorpresa nuestra hoy parece un día especial, ya que para amenizar la comida hoy tendremos música en directo. En medio de las mesas, un señor aguarda de pié, con micrófono en mano, el cual se encuentra conectado a un altavoz y un pequeño radiocasete que dispondrá la música. Está claro, hoy es un sábado de verano y las familias salen a comer a los restaurantes. Hay que hacer todo lo posible por atraer a la clientela.
Comemos con las rancheras y boleros de fondo de un “cantante” que no lo hace mal del todo, ¿qué más podemos pedir?
Tras pagar y habernos echado unas risas con las cocineras retomamos nuestra senda. Próximo destino, la aduana de Perú - Ecuador.
Circulamos poco más de media hora hasta llegar a la aduana. Nos equivocamos en un primer momento de edificios ya que nos hemos pasado y hemos aparecido en la aduana en territorio de Ecuador, por lo que debemos retroceder un par de kilómetros para ir a la aduana en territorio Perú. Un gran recinto con varios edificios marcados con diferentes letras espera nuestra visita. Preguntamos a un trabajador que nos indica la cola en la que nos debemos posicionar. Hay mucha gente, varios autocares han llegado antes que nosotros. Tras una gran espera logramos hacer los trámites de salida del país, incluido el del vehículo.
Ahora deberemos dirigirnos a los edificios que habíamos visitado en primera instancia.
Al llegar un señor se pone a hablar con nosotros. Después de explicarle acerca de nuestro viaje nos empieza a decir que ese es su gran sueño y que siente admiración por nosotros. De hecho nos ofrece su casa por si queremos pasar allí alguna noche facilitándonos su teléfono. Nos despedimos de él con un apretón de manos y con el deseo de su parte de que nuestro viaje sea maravilloso.
Nos enrolamos de nuevo con los trámites de aduanas. Una gran cola nos precede para poder tramitar nuestro visado.
Estamos cansados, está siendo un día muy largo y las horas empiezan a pesar…
Por fin y después de más de una hora conseguimos nuestro objetivo.
Está anocheciendo y sin destino fijo continuamos con el recorrido.
Pasamos por poblaciones como Arenillas y Santa Rosa, pero no será hasta Pasaje que decidimos parar. A la entrada preguntamos a algunos transeúntes, hasta que un hombre que va en moto se ofrece a ayudarnos. Le seguimos con la moto y nos deja en el “Hotel San Martín”, el cual dispone de aparcamiento privado y su localización es muy próximo a a la Plaza de Armas.
Nos despedimos del señor que nos ha ayudado agradeciéndole su ayuda desinteresada y aparcamos la moto en el parking privado. Logramos una habitación doble por 25$ (el dólar es la moneda oficial de Ecuador) y nos subimos a la habitación.
Tras darnos una agradable ducha y lavar alguna que otra prenda de ropa salimos con la intención de llevarnos algo a la boca.
Caminamos hasta la plaza de armas y en una esquina encontramos la cevichería “Piratas del Caribe”. No nos lo pensamos demasiado, posiblemente a causa del cansancio y entramos a cenar. Tomamos un ceviche cocinado con calamar y concha y un ceviche peruano y de beber un total de 5 coca-colas por lo que terminamos pagando 12$. Pero lo mejor estaba por llegar, justo al lado hay una heladería de yogurt, así que caemos en la tentación y nos comemos uno cada uno por los que pagamos 2$.
Al salir la Plaza de Armas nos tienta para dar un breve y agradable paseo que nos llevará definitivamente a nuestros aposentos.
El día ha sido largo y lo hemos finalizado como mejor hemos podido. El descanso está más que merecido…
Mapa de ruta:
Mapa 1 Mapa 2
No hay comentarios:
Publicar un comentario