16/03/2017 SAHAGÚN - CARTAGENA DE INDIAS (292,4 km.)
ÚLTIMA PARADA
Despertamos a las 06h aunque nos quedamos pegados en las sábanas hasta las 07h. Nos preparamos para la que va a ser posiblemente nuestra última gran etapa. Hoy el objetivo es llegar a Cartagena de Indias y de ahí saldrá nuestro vuelo con destino a Barcelona.
Nos demoramos una hora en tenerlo todo listo y justo antes de salir nos acercamos a la plaza de armas, que se encuentra a apenas unas cuadras, en busca de tomar un desayuno. Allí mismo un local que ofrece jugos, variedad de pastas dulces y empanadas nos hará servicio.
Desayunamos por 8.600 pesos.
Con la tripita contenta estamos dispuestos para salir a despedirnos de la carretera.
Serán 3 horas de recorrido los que haremos hasta llegar a Cartagena. Un camino llano, repleto de rectas y con un sol sofocante sobre nuestras cabezas será quien nos dará la despedida de tantos y tantos días de ruta.
Con el alojamiento ya mirado llegamos sin apenas problemas. El Hotel “Casa Isla de Manga” se encuentra, tal y como su nombre indica, en una islita que comunica mediante una vía rápida con el centro de la ciudad. El alojamiento nos sale por 41€ para las próximas 3 noches, una reserva inicial pero que no sabemos hasta cuanto se puede alargar ya que tanto nuestro viaje de vuelta así va a depender de lo que tardemos en tramitar toda la documentación exigible para el envío de la moto de vuelta en naviera.
En la entrada observamos dos BMW 1200GS con patente alemana estacionadas. Los propietarios están en el interior e intercambiamos algunas experiencias de nuestros viajes. Uno de los recepcionistas (que más tarde sabremos que es el hijo del propietario) se dirige a nosotros sin intención de cortar la conversación. Le explicamos que habíamos hecho una reserva por internet y le preguntamos dónde podríamos estacionar la moto. Nos dice que la moto la podemos dejar sin ningún tipo de problema delante del alojamiento ya que el Hotel se encuentra justo al lado de un puerto marítimo y casi todo el mundo que pasa por ahí son trabajadores relacionados con el mar. Lo cierto es que si nos tenemos que guiar por lo que hemos visto nunca dejaríamos la moto en la calle ya que justo al lado un grupo de gente con aspecto de vagabundos se agolpan realizando venta ambulante, bebiendo o esperando quién sabe qué a que algo suceda.
Pese a eso nos insiste en que el lugar es seguro y que el Hotel siempre tiene a algún trabajador activo, están las 24 horas del día.
Lo cierto es que poca opción nos queda, o nos quedamos con eso o nos buscamos otro alojamiento. La primera opción será la elegida.
Pese a la información recibida y a sabiendas que vamos a pasar varios días ahí decidimos retirar todo lo que hay en la moto y subirlo a la habitación.
Justo cuando vamos a tomar las escaleras que nos conducirán a nuestra habitación, la cual se encuentra en el primer (y único) piso, oímos a gente discutir, se trata de la pareja alemana que algo le reclama al recepcionista. Parece que hay algún malentendido entre las partes. Al final no parece que hayan llegado a un acuerdo ya que la pareja recoge sus cosas con desgana y se marchan.
Acabado el espectáculo retomamos nuestro camino hacia nuestros aposentos: una habitación mediana, con dos camas separadas y un baño privado para nosotros va a ser nuestro hogar para los días venideros.
Como viene siendo habitual lo primero que hacemos es darnos una ducha que nos sienta de maravilla y después saldremos en busca de un restaurante para ir a comer.
Caminamos por la calle CI 29 hasta toparnos con el cruce con la calle Cra.22 y allí un restaurante llama nuestra atención, el “Restaurante la Mejor Esquina de Manga”. En la parte baja tiene una terraza donde varios mostradores dan paso a servir comida rápida como hot-dogs, pizzas, pollos asados, etc. Pero nosotros decidimos subir al comedor ya que parece que en la carta podemos encontrar algún plato típico.
En un enorme comedor elegimos una mesa cualquiera y una mujer nos trae una extensa carta de comida. Más tarde un hombre viene a tomarnos nota y después de cruzar unas cuantas palabras nos pregunta si somos Españoles. Al contestarle que somos de Barcelona el hombre empieza a explicarnos que él vivió 13 años en Benidorm regentando un restaurante y que allí tuvo a su hijo, un chavalito de apenas 5 años muy gracioso y amigable que jugueteando ronda nuestra mesa.
Para comer yo me tomo un pescado que me recomienda, el pargo, y Romà elige un solomillo.
Evidentemente los platos vienen con su acompañamiento y de beber pedimos una cerveza y un agua.
Evidentemente los platos vienen con su acompañamiento y de beber pedimos una cerveza y un agua.
No podemos decir que haya sido una comida exquisita, pero para salir del paso no ha estado nada mal. 36.000 pesos ha ascendido el monto a pagar.
Con la tarde por delante, los planes ya están más que hechos, hay que empezar a tramitar la devolución de la moto en los diferentes estamentos reguladores.
Nos acercamos al Hotel para ir a recoger la documentación necesaria para iniciar los trámites y Romà aprovecha para buscar por internet donde debemos dirigirnos para realizar los trámites. Fruto del destino y de la buena suerte resulta que el hotel donde nos estamos alojando está al lado de la oficina de hacienda (llamada DIAN, Dirección de Impuestos y Aduanas Nacionales) y de policía de narcóticos, los dos departamentos principales donde tenemos que ir.
A apenas unas pocas cuadras encontramos la DIAN (en carrera 25). Entramos por la puerta principal y una preguntamos en un primer filtro, una ventanilla con un funcionario que nos informa donde debemos dirigirnos. Haciendo caso de las indicaciones que nos da, atravesamos varias zonas llenas de mesas con sus respectivos trabajadores hasta que llegamos al lugar indicado. En la mesa donde nos han derivado no hay nadie y preguntamos a otra señora que ocupa una mesa cercana. Nos dice que debemos esperar unos minutos ya que debe faltar poco para que llegue. Después de esperar unos 15 minutos aparece una mujer con cara de no tener ganas de aguantar a nadie. De repente suena su teléfono y atiende la llamada por completo nuestra presencia. Por fin cuelga el teléfono y se dirige a nosotros preguntándonos qué deseamos. Le explicamos la gestión que hemos ido a realizar y Romà le muestra el formulario que le habían enviado por correo la naviera y que tanto le había costado rellenar.
La mujer nos facilita otro nuevo documento y nos dice que una vez lo tengamos relleno, debemos hacer fotocopias de todo lo que tengamos y hacer dos montoncitos, uno de originales y otro de las copias. Con esos dos montoncitos deberemos ir a la recepción donde hemos preguntado inicialmente y registrarlo. Una vez registrado debemos ir de nuevo a visitarla ya que ella se quedará con uno de los montones y nos indicará el siguiente paso a llevar a cabo.
Damos todos los pasos que nos ha dicho. Una vez hemos rellenado todos los formularios nos acercamos a una tiendecita cercana donde hacen fotocopias y con los dos montoncitos ya registrados volvemos a verla. La mujer sigue con cara de pocos amigos, no obstante está siendo muy amable con nosotros. Nos recoge uno de los montones y nos informa que lo siguiente que debemos hacer es ir a narcóticos ya que un agente de policía deberá revisar la moto y su equipaje antes de que embarque y para eso hay que concertar una cita.
Así mismo nos explica que cuando sepamos cuando se va a embarcar la moto debemos volver para avisarles, así ellos disponen un inspector de aduanas que también verá la moto para controlar que no exportemos nada que no tengamos que declarar. Es decir, que la moto la terminarán por revisar dos estamentos diferentes: un policía de narcóticos (exportación de droga) y un inspector de aduanas (exportación de productos declarables).
Siguiendo las indicaciones que nos ha dado la mujer nos dirigimos a narcóticos, pero algo sucede porque llevamos rato caminando y no encontramos las dependencias. Terminamos por preguntar a la gente que nos cruzamos por la calle y nos informan que estamos yendo en sentido contrario, ya que la oficina de narcóticos está justo detrás de la DIAN. A paso ligero volvemos sobre nuestros pasos y por fin damos con ella.
Para acceder facilitamos nuestros documentos y terminamos comentándoles a que nos dedicamos en nuestro país. Su actitud cambia con nosotros tornándose más relajada. Uno de los policías nos acompaña personalmente delante del mando que está de guardia. Charlamos amistosamente acerca de nuestro trabajo y del viaje que estamos a punto de finalizar. Parece que los trámites que hemos ido a hacer no los acaban de tener claros. Nos facilitan una carta con unos campos pendientes de rellenar por nosotros. Una vez la tengamos cumplimentada tendremos que ir al puerto marítimo desde donde saldrá la moto, el cual está a unos 15 kilómetros de distancia, se trata de “puerto bahía”. Según nos dicen, debemos ir el mismo día que salga la moto embarcada y hablar con el grupo de narcóticos que se encuentran allí destinados y que si surgiese algún tipo de problema deberíamos volver a la oficina donde nos encontramos para tratar de solucionar la situación.
A nosotros nos parece inverosímil ya que si hubiese algún problema ese día la moto se quedaría sin embarcar y deberíamos esperar, a saber cuánto, al siguiente barco con destino España. Por lo tanto y en previsión de cualquier imprevisto que pudiese surgir decidimos que visitaremos con tiempo suficiente el puerto de salida. Pero eso será dentro de unos días, de momento tenemos otros planes más inmediatos planificados.
Con la certeza de haber dejado listas las tareas que teníamos en mente, volvemos al Hotel. Nos regalamos un tiempo de descanso que toca a la puerta de las 20h. Dando un paseo llegamos al cercano centro comercial “Caribe Plaza”. Una grande superficie repleto de tiendas y locales dedicados a la hostelería. Caminamos en busca de algo que nos abra el apetito y seleccionamos un “wok” que se encuentra justo en la entrada del centro. Pedimos un “combo wok” que se compone de verduras, pollo a la naranja, camarones salteados, 2 rollitos y 2 bebidas. La cantidad es más que justa y empezamos a comer con ganas, pero al poco nos sentimos llenos y somos incapaces de comernos la mitad de lo servido. Recogemos lo que ha sobrado y pedimos una bolsa para llevar. El coste de la cena ha ascendido a 35.000 pesos.
Volvemos paseando hacia el hotel. Los aledaños del centro comercial no parecen muy seguros pero nosotros caminamos con paso firme hacia nuestro alojamiento.
Al llegar una de las recepcionistas está detrás del mostrador. Entablamos conversación y las neveras que hay en la entrada, con las bebidas frías bien expuestas parecen llamarnos con voz seductora para que las consumamos. No nos cuesta mucho pedirle un par de cervezas que nos anotará en nuestra cuenta.
Nos sentamos en los sofás que hay en la entrada mientras bebemos despreocupadamente la fría birra. En cuanto nos la terminamos subimos a la habitación. Ahí cada uno tendrá su rato de desconexión. Yo me pongo a escribir en mi “tablet”, querida compañera inseparable de viaje y sin la que no hubiese podido hacer jamás este blog y Romà se vuelve a sumergir en la edad media con “GOT”.
Me doy por satisfecho con los adelantos de hoy y escribo tanto como puedo, antes de que Morfeo pique a mi puerta…
Mapa de ruta:
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