viernes, 10 de marzo de 2017

09/03/2017 CAYAMBE - PASTO (318,5 km.)
Y ENTRAMOS EN COLOMBIA

De nuevo el sol entra por nuestra ventana y aunque a las 06h ya estamos despiertos consigo dormirme nuevamente. A las 07:30h nos ponemos en pié, nos regalamos unos minutos dando vueltas en la cama y finalmente nos levantamos, ordenamos todo y emprendemos una nueva etapa, destino Colombia.
Primero de todo iremos a hacer las visitas que ayer tuvimos que cancelar debido al mal tiempo. Para empezar retrocedemos unos 4km sobre nuestros pasos hasta llegar a la Comunidad San Luis de Guachalá, en la Parroquia Cangahua, justo al pié de la carretera Panamericana (ruta 35) en busca de la bola de “Guachalá”, un globo terrestre de piedra con un diámetro de 1'80 metros creado como monumento en honor a la línea ecuatorial, pues está ubicado sobre esta línea que divide a la tierra en dos hemisferios iguales: Norte y Sur. 
Al lado mismo se encuentra un viejo y relegado monumento a la linea ecuatorial. Es de menor envergadura que el nuevo, pero me hace pensar en la cantidad de gente que debió visitarlo durante sus años de esplendor. 
Comprobamos con el gps del teléfono móvil que el monumento no se encuentra en la mitad del planeta por unos metros de distancia. Pese a ello tiene su encanto y nos tomamos varias fotos en el lugar.
Muy cerca de allí, a unos 50 metros en dirección a Cayambe y en el lado opuesto de la carretera se encuentra el reloj solar de la mitad del mundo más conocido como el reloj de Quitsato. Se trata de un gran reloj de sol de 52 metros de diámetro, elaborado con un gran mosaico de piedra que señalan las diferentes líneas de los solsticios y equinoccios, así como las horas del día, las cuales son marcadas por medio de la proyección de la sombra de un gran poste de 10 metros de altura que se encuentra exactamente en el centro de esta gran plataforma circular. Si queréis más información podéis consultar el siguiente link:.
Al llegar observamos que cobran 2$ por entrar. Como no estoy dispuesto a pagar la entrada me cuelo un poco y consigo hacer una foto. 
Casi estoy en el paralelo 0, me he quedado a pocos metros, pero no he querido arriesgarme a que el trabajador que se encontraba allí quisiera cobrarme la entrada. 
Fijaros en la latitud
Retomamos el rumbo en dirección a Cayambe en busca de un sitio para desayunar. Los precios que barajan son algo elevados y finalmente encontramos un puestecito callejero donde Romà toma un plato compuesto por arroz, patata, plátano frito y salsa y un refresco con sabor a canela por 1'5$. Yo que no me veo capaz de desayunar tal mejunje, me voy en busca de una pastelería ya que en la zona los bizcochos son un manjar tradicional. Entro en una cercana y me dan a probar uno de su propia elaboración. Me sorprende ver que no es el típico bizcocho que nosotros conocemos, es como una "lengua de gato" de textura crujiente y un poco salado. Decido desayunar allí. Por 3$ me tomo tres bizcochos, un rulo de queso típico de la zona y un chocolate que termina siendo como un batido de cacao. Algo caro para lo servido y en el fondo tampoco está muy rico que se diga.
Ahora si que nos ponemos en ruta, la siguiente parada será la frontera con Colombia. 
Paramos en una gasolinera y ponemos 2'5$ de gasolina, el equivalente a las pocas monedas que me quedan sueltas. A ser posible, no quiero volverme a Barcelona con chatarra.
El recorrido transcurre tranquilo, el cielo sigue tapado aunque hoy se pueden ver algunos claros. Es una pena que nos haya hecho este tiempo en Ecuador, ya que sus paisajes son preciosos, todos llenos de diferentes tipos vegetación, con montañas inmensas y decenas de volcanes repartidos por todo el país (en concreto 55 de los cuales 14 activos, 7 en el continente y 7 en las islas galápagos). 
Pero no va a ser tan fácil abandonar Ecuador. Justo cuando pasamos un peaje nos topamos con un control policial. El sargento que nos da el alto nos informa que a unos 200 metros del peaje un radar móvil ha detectado que nuestra velocidad era de 107 km/h en una vía que no está permitido a circular por encima de los 100. Nos quedamos extrañados por varios motivos, sobre todo porque no hemos visto ningún radar ni ningún coche policial antes del peaje y segundo porque tan cerca de un peaje la velocidad permitida siempre es inferior a la máxima de la vía. Dejamos que nos explique. Le pide el documento a Romà y toma una foto de su carnet de conducir y de la portada del permiso de circulación donde no aparece ningún dato de la moto (¿para qué querrá eso?) y nos dice que esa información junto con la foto del radar se mandará inmediatamente a migraciones para que cuando pasemos la frontera se nos cobre la multa de 120$. Nosotros le explicamos nuestra situación y le pedimos si no es posible hacer algo al respecto, momento en el que al policía parece iluminársele la cara, ¿será una nueva mordida? Pero nosotros que hemos interpretado al momento esa pícara sonrisa, le explicamos que lo que queremos saber es si pueden hacer algo para eliminar esa "foto" que nos ha hecho ese "presunto" radar. El sargento insiste en que no pueden hacer nada porque esa foto se manda automáticamente a migraciones, pero que sólo alguien con muchos conocimientos informáticos la podría eliminar. Insistimos en lo mismo hasta que por fin nuestras demandas parecen surgir efecto, ya que en un momento determinado nos dice que vayamos a hablar con su jefe. Un señor bajito nos espera en la mediana de la carretera y en cuanto le comentamos lo sucedido y nuestra condición, casi al momento nos dice "vayan, no se preocupen". Lo cierto es que todo nos ha parecido un poco extraño, pero ya sea por una cosa u otra, hemos podido evitar tener que pagar una gran cantidad de dinero por una infracción que no hemos cometido.
Seguimos circulando y en uno de los poblados que entramos, sobre un semáforo observamos una cámara. En cuanto se pone en verde para nosotros emprendemos la marcha y no sé por qué motivo salta un flash frontal, dándonos la sensación de que nos ha hecho una foto. Esperamos que al llegar a la frontera no nos encontremos con ninguna sorpresa porque ya son demasiados sustos por hoy.
Casi a la hora de comer llegamos al límite de Ecuador. Sin problemas y sin recibir noticia alguna de ninguna denuncia pendiente de abonar pasamos los trámites de la parte de Ecuador. En Colombia no tenemos problema tampoco, pero cuando vamos a la aduana a hacer el papeleo de la moto un amable y simpático policía nos informa que la encargada está almorzando y nos recomienda que vayamos a comer a un restaurante que está a pocos metros de allí. Así lo hacemos y por 3'5$ cada uno tomamos un almuerzo compuesto por sopa y un plato de pollo frito con su acompañamiento, coca cola incluida.
Volvemos a la aduana y le solicitan a Romà que haga las fotocopias de sus documentos y de la moto. Por suerte me queda algún dólar suelto y podemos hacer las fotocopias y comprar algunos caramelos con los céntimos que han sobrado.
Pasamos los trámites sin ningún problema. Como dato curioso decir que en esa aduana recogen el número de bastidor del mismo motor, es decir aplican carboncillo sobre la placa serigrafiada y luego enganchan un trozo de celo que posteriormente retirarán y donde quedará marcado dicho número.
A unos 6 kilómetros de distancia tenemos una parada programada, vamos a ir a Ipiales, una ciudad muy próxima a la frontera donde se encuentra el Santuario de las Lajas, un edificio precioso que está construido apoyándose sobre un puente y sobre uno de los lados del cañón del río Guáitara, un edificio que parece sacado de las películas de Harry Potter. 
Llegamos allí y estacionamos la moto por 1$. Caminamos durante 10 minutos por unas calles empedradas repletas de tiendas de souvenirs hasta toparnos con el precioso Santuario. Están haciendo misa y en el interior unos obreros no dejan de trabajar sobre unos andamios que llegan hasta el techo. Paseamos por varios caminos que rodean el santuario y tomamos las pertinentes fotos. El lugar es sumamente bello.


Volvemos a la moto y retomamos el camino hacia nuestra última parada, la ciudad de Pasto. Circulamos por una carretera sinuosa donde nos rodean enormes montañas de las que se descuelgan finas cascadas que caen desde centenares de metros. El tiempo parece que ha mejorado y aunque está relativamente nublado se nos está permitiendo ver el espectáculo que la naturaleza nos quiere brindar.
La circulación se hace lenta y espesa ya que la carretera tan solo tiene un carril por sentido y los camiones abundan en la zona. También nos encontramos con un peaje, pero por suerte las motos no pagan. De haber sido el caso contrario nos hubiésemos encontrado con un problema ya que hemos leído en un letrero que en los peajes solo se aceptaban pesos colombianos como moneda de pago y nosotros aún no habíamos encontrado ningún banco para retirar cash. 
Después de un par de horas llegamos a nuestro destino. Seguimos las indicaciones del gps para encontrar el alojamiento que Romà había mirado antes de salir esta mañana, pero tras callejear por un barrio no demasiado seguro a nuestro parecer, y llegar al destino final que nos indicaba nuestro navegador, el Hotel no está allí. Preguntamos a un señor y nos dice que ahí no hay ningún alojamiento, pero que a unos 500 metros se encuentra el Hotel San Miguel que es de muy buena calidad y que dispone de aparcamiento.
Con la ayuda del gps lo encontramos sin ninguna complicación. La noche en habitación doble con baño privado y con el aparcamiento para la moto incluido nos sale por 25$. 
Subimos a la habitación y tras una ducha caliente, que me sienta de maravilla, me tumbo en la cama y le dedico un rato a publicar entradas del blog. Romà sigue son su vicio, su momento "JDT" o "GOT" depende el idioma en que lo digamos.
A las 20h salimos a cenar. Vamos a un restaurante especializado en pollo (que raro ¿no?), un sitio que nos ha recomendado tanto el señor que nos había hablado del Hotel como la misma recepcionista. 
El restaurante se encuentra a 1 minuto caminando, justo en la calle de atrás. Yo tomo pollo a la brasa con sus patatas fritas, su ensalada y su arroz y Romà toma un pollo frito con patatas fritas. Bebemos 2 cervezas, una de ellas de fabricación Colombiana la cual tiene un intenso sabor. Todo nos cuesta unos 30.000 pesos colombianos (algo más de 8€). La moneda de Colombia es el peso colombiano y su cambio está a 3.500 pesos por 1€. Por suerte el establecimiento acepta tarjeta, seguimos sin tener ni un peso encima.
Al terminar nos entra ganas de tomar postre y pedimos un tiramisú y una copa de helado, cada uno vale unos 3.500 pesos. El problema viene cuando vamos a pagar, no aceptan pagos con tarjeta inferiores a 10.000 pesos. Podemos comprar algo más o dejar pagados los desayunos que tomaremos mañana. Nos quedamos con la segunda opción. El precio de cada desayuno es de 8.000 pesos.
Salimos con la panza bien llena, todo estaba riquísimo!
Ya en el hotel seguimos donde lo habíamos dejado y así hasta que los ojos me dan un aviso de que debo dejar de escribir para irme a dormir.


Mapa de ruta:


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