12/03/2017 ARMENIA - Finca Ocaso (18,3 km.) - VALLE DEL COCORA(15 km.) - MANIZALES (114 km.)
Como viene siendo habitual seguimos despertándonos temprano. Son las 07h y ya tenemos los ojos abiertos, no obstante nos quedamos una hora más en la cama remoloneando un poco.
Es el principal hogar del árbol nacional de Colombia, la palma de cerca de Quindío (Ceroxylon quindiuense) y ese es exactamente la imagen que reina en ese rinconcito del mundo. Un valle verde repleto de palmeras de casi 50 metros de altura.
Como me sabe mal que Romà me esté esperando, acelero el paso por un camino que me lleva a una zona elevada, con la intención de captar una buena instantánea. Tras 20 minutos de subida decido no continuar, estoy buscando un mirador que me han comentado a la entrada pero que no encuentro. A más, ya he tomado bastantes fotos desde distintos ángulos y alturas y creo que ya tengo suficiente. El día no acompaña, pero la verdad es que esa estampa debe ser única en el mundo y no renuncio a pararme por unos instantes, mirar a mi alrededor, respirar profundo y agradecerle a la vida todo lo que me está permitiendo vivir y experimentar en este viaje.
TOUR DEL CAFÉ EN LA HACIENDA OCASO Y VALLE DEL COCORA
Como viene siendo habitual seguimos despertándonos temprano. Son las 07h y ya tenemos los ojos abiertos, no obstante nos quedamos una hora más en la cama remoloneando un poco.
En cuanto nos levantamos nos acercamos a un café que está próximo a nuestro alojamiento donde yo tomo unas pastas dulces y un suave café. Romà se decanta por algo salado y lo acompaña de un jugo. El desayuno nos sale por 8.400 pesos.
Algo que me llama especialmente la atención son las máquinas de café que tienen en la mayoría de locales. Son máquinas bastante extrañas si las comparamos a las que nosotros estamos acostumbrados a ver. Un amasijo de hierros viejos conforman el cuerpo principal y los conductos por donde emana el agua hirviendo que luego empapará el café dando como resultado la apreciada bebida.
Al terminar volvemos al Hotel y tras equiparnos y preparar la moto, salimos en ruta con destino una finca cafetera que nos han recomendado para hacer un tour cafetero, se trata de la Finca Ocaso. El trayecto es corto, no llega a media hora, pero la belleza que nos envuelve es abrumadora.
En medio de valles repletos de cafetales se asoma la finca.
Estacionamos la moto y nos dirigimos para adquirir las entradas. El precio por la visita es de 15.000 pesos cada uno. Rápidamente viene en nuestro encuentro quien será nuestro guía. Se llama Mario y nos informa que hoy seremos sus únicos clientes en el turno de mañana, por lo tanto la visita será casi personalizada. Nos entrega unos pequeños canastos de mimbre que deberemos atarnos a nuestra cintura y en tono de mofa nos informa que hoy iremos a trabajar al campo, nos llevará a recolectar café. Mientras nos hace una breve explicación de las diferentes etapas por las que vamos a ir pasando, iniciamos el recorrido a pié con destino a una pequeña máquina de pelar el grano. Durante el trayecto Mario nos explica que es seguidor del Barça y llegamos a hablar de asuntos tan escabrosos y delicados como el problema del narcotráfico y la explotación sexual de niñas. No tardamos en darnos cuenta que se trata de una persona muy agradable y abierta.
Estacionamos la moto y nos dirigimos para adquirir las entradas. El precio por la visita es de 15.000 pesos cada uno. Rápidamente viene en nuestro encuentro quien será nuestro guía. Se llama Mario y nos informa que hoy seremos sus únicos clientes en el turno de mañana, por lo tanto la visita será casi personalizada. Nos entrega unos pequeños canastos de mimbre que deberemos atarnos a nuestra cintura y en tono de mofa nos informa que hoy iremos a trabajar al campo, nos llevará a recolectar café. Mientras nos hace una breve explicación de las diferentes etapas por las que vamos a ir pasando, iniciamos el recorrido a pié con destino a una pequeña máquina de pelar el grano. Durante el trayecto Mario nos explica que es seguidor del Barça y llegamos a hablar de asuntos tan escabrosos y delicados como el problema del narcotráfico y la explotación sexual de niñas. No tardamos en darnos cuenta que se trata de una persona muy agradable y abierta.
Después de pasar por la pequeña máquina de pelar café donde nos muestra como se realiza ese sencillo a la vez que delicado proceso, nos dirigimos a una parte de las plantaciones, donde nos muestra como es el estado de maduración del grano, el cual debe estar de un color rojo intenso, así como sus diferentes variedades.
Una vez explicada la teoría nos ponemos manos a la obra. Mario nos ha instado a recolectar la máxima cantidad de café que podamos. A Romà le asoma la media sonrisa competitiva que le es innata y sin darme cuenta me lo encuentro recolectando granos.
Nos movemos entre la plantación buscando los mejores granos que nuestro escaso conocimiento nos permite.
Después de unos 20 minutos Mario viene a por nosotros. Satisfechos con nuestra cosecha, aunque a decir verdad las cestas dicen lo contrario, Mario comienza a mostrarnos cuales son los mejores granos que hemos recolectado. Evidentemente, y por si alguien tenía la curiosidad, Romà había recolectado más cantidad que yo. Y para dar muestra de su alegría yergue los brazos hacia el cielo como símbolo de victoria.
Después de unos 20 minutos Mario viene a por nosotros. Satisfechos con nuestra cosecha, aunque a decir verdad las cestas dicen lo contrario, Mario comienza a mostrarnos cuales son los mejores granos que hemos recolectado. Evidentemente, y por si alguien tenía la curiosidad, Romà había recolectado más cantidad que yo. Y para dar muestra de su alegría yergue los brazos hacia el cielo como símbolo de victoria.
El café es una fruta cerrada que alberga en su interior el grano, o para hablar con más exactitud, la semilla. Pelamos varios granos y observamos que la semilla es de color crema. El color negruzco lo adquiere en su proceso de tueste.
Con las cestas llenas de los granos que hemos recolectado nos dirigimos a la siguiente etapa: la máquina para pelar los granos. Sí, volvemos a esa pequeña máquina en la que habíamos iniciado el recorrido y pasamos nuestros mejores granos por ella.
Una vez hemos obtenido nuestro café pelado nos vamos a la siguiente etapa: la zona de secado de los granos. Se trata de una especie de invernaderos donde la temperatura es muy elevada y donde se mantiene bien ventilado. Ahí hay diferentes tipos de cafés, seleccionados según su calidad, depositados sobre gigantes estores de rendija.
Pues ahora viene lo gracioso. El café que nosotros hemos elaborado tiene salida al mercado. Va depositado en uno de los estores para su secado por separado del grano de calidad y se trata del café que recolecta el turista. Ese café, una vez ha pasado por todas las etapas, se vende a la gente de Colombia como el café de más baja calidad. Yo la verdad es que me quedo boquiabierto!! Ahí se le saca provecho a todo, incluso a la mano de obra del turista.
Pues ahora viene lo gracioso. El café que nosotros hemos elaborado tiene salida al mercado. Va depositado en uno de los estores para su secado por separado del grano de calidad y se trata del café que recolecta el turista. Ese café, una vez ha pasado por todas las etapas, se vende a la gente de Colombia como el café de más baja calidad. Yo la verdad es que me quedo boquiabierto!! Ahí se le saca provecho a todo, incluso a la mano de obra del turista.
Seguimos camino hacia la siguiente etapa, que es donde se tuesta el café. Allí hay unos pequeños hornos donde se deposita el grano ya secado y controlando muy bien la temperatura y el tiempo de tueste, el café queda listo para ser empaquetado, la que será nuestra última parada.
Una vez hemos terminado la tan completa, a la vez que entretenida visita, Mario nos informa que vamos a hacer una degustación del café de la finca.
En un patio muy agradable y sobre una mesa nos muestra las diferentes formas en las que se puede preparar el café. Nos explica todos los detalles minuciosamente para que la elaboración del café sea perfecta.
En contra de lo que podamos imaginar, la preparación de un buen café se basa en una técnica muy rudimentaria. Importa la temperatura del agua, el grosor del grano molido y el tiempo en que debe estar el agua en contacto con el café.
Mario, para su demostración, tan solo va a utilizar un colador y agua a una alta temperatura. Le hace un primer colado al café con el agua, y el segundo colado que realiza pasará a ser el café que vamos a degustar. Al igual que ayer, nos recomienda no ponerle ningún endulzante a la bebida, y así lo hacemos. De nuevo un café con poco cuerpo, poca intensidad, pero sí afrutado y con toques herbáceos en boca es lo que siento.
Una vez terminado Mario nos muestra que hay una pequeña tienda donde podemos comprar algunos recuerdos. Yo me decanto por comprar el producto estrella, no podía ser de otra forma. Hay cafés de varias calidades y adquiero el de calidad media alta. Un paquete de 250gr. cuesta 11000 pesos.
Con las compras hechas y satisfechos por todo lo que hemos aprendido y por haber recibido una muy buena visita nos despedimos amistosamente de Mario y volvemos a la moto, ahora rumbo al Valle del Cocora.
En poco más de media hora llegamos a la entrada del parque. Romà que no se acaba de fiar de dejar la moto en la zona de aparcamiento decide no entrar, me dice que lo que ve desde fuera ya es suficiente para él y que entrar, pese a que no es muy caro, no le causa el menor interés. Yo que era una de las visitas que tenía en mente poder realizar en Colombia me adentro en el Valle tras pagar un acceso de 3000 pesos.
El Valle del Cocora es un paisaje natural localizado en un valle montañoso de la cordillera Central de los Andes colombianos, haciendo parte del Parque nacional natural Los Nevados.
El Valle del Cocora es un paisaje natural localizado en un valle montañoso de la cordillera Central de los Andes colombianos, haciendo parte del Parque nacional natural Los Nevados.
Es el principal hogar del árbol nacional de Colombia, la palma de cerca de Quindío (Ceroxylon quindiuense) y ese es exactamente la imagen que reina en ese rinconcito del mundo. Un valle verde repleto de palmeras de casi 50 metros de altura.
Con las pilas recargadas bajo corriendo por el mismo camino que he subido, a saber por cuanto tiempo me he perdido en mis pensamientos mientras Romà sigue esperándome.
Al llegar a la salida me encuentro a Romà hablando con una familia colombiana. Imagino que les estará explicando todo nuestro viaje y nuestras increíbles historietas.
Tras despedirnos de ellos nos montamos en la moto para parar pocos metros más adelante en uno de los tantos restaurantes que hay en la zona y donde ofrecen como especialidad trucha cocinada en un sinfín de maneras. Los captadores que se encuentran en el único camino de acceso al valle del cócora se esmeran en conseguir clientes, pero con nosotros no lo han tenido muy difícil. Hemos parado en el que es posiblemente el más concurrido y conocido, “Donde Juan B”.
Tras despedirnos de ellos nos montamos en la moto para parar pocos metros más adelante en uno de los tantos restaurantes que hay en la zona y donde ofrecen como especialidad trucha cocinada en un sinfín de maneras. Los captadores que se encuentran en el único camino de acceso al valle del cócora se esmeran en conseguir clientes, pero con nosotros no lo han tenido muy difícil. Hemos parado en el que es posiblemente el más concurrido y conocido, “Donde Juan B”.
Nos sentamos en una terraza con vistas a la zona posterior del valle, pero no por eso las vistas dejan de ser espectaculares, estamos rodeados de una belleza paisajística pintada por montañas de frondosa vegetación que invade nuestros sentidos. Nos traen la carta y yo me decanto por comer una de las especialidades: trucha con leche de coco. Romà que no es mucho de pescado prefiere seguir con nuestro menú habitual, pollo a la brasa. Al servirnos los platos me quedo anonadado con el tamaño de la trucha, es más grande de lo que habitualmente puedes encontrar en la pescadería y me siento satisfecho al haber elegido ese plato. Aparte de eso nos traen para acompañar otro clásico de la comida colombiana, los “patacones” (plátano chafado frito), de un tamaño que roza lo vulgar pero con un sabor espectacular. Para acompañar la comida tomamos una cerveza cada uno.
El precio final es elevado, es un sitio muy turístico y eso se nota en la cuenta, 80.000 pesos colombianos.
Con el gaznate lleno retomamos camino y nos dirigimos a Salento, una localidad muy turística que se encuentra a pocos kilómetros, conocida por sus casitas pintadas con diferentes colores vivos. Al llegar todo el encanto se pierde, ya que se trata de un pueblecito donde todas esas casitas son en verdad locales de artesanía local y locales de restauración.
Damos un paseo en busca del parche que le falta a Romà para completar su colección y de mi pulsera colombiana. Yo doy con el objetivo, pero él no puede llevar a cabo su misión. Mi pulsera que es la más elaborada de todas las que he comprado me cuesta 5000 pesos.
Antes de marcharnos intento sacar una foto del lugar, pero termino desistiendo ya que la cantidad de gente que hay lograría desmerecer cualquier instantánea que se pudiese tomar. Este es el resultado que obtuve:
Pueden observar la diferencia que hay cuando obtenemos alguna foto de internet, como la siguiente:
Abandonamos el lugar (uno más contento que el otro) y subidos en la moto iniciamos el recorrido hacia Manizales, punto y final de nuestra etapa de hoy. Con el alojamiento seleccionado previamente y el gps en marcha todo hace presagiar que el trayecto se va a desarrollar plácidamente, pero nada más lejos de la realidad, ya que el GPS empieza a dar fallos, se ralentiza y pierde la señal aleatoriamente en varias ocasiones. Una de ellas sucede cuando pasamos por la ciudad de Pereira, una localidad de un tamaño más que considerable. Esa situación nos abre una nueva posibilidad. Como se está haciendo tarde y empieza a oscurecer creemos que la mejor opción será parar en un alojamiento que encontremos en el camino, una decisión que minutos después nos confirmará que nos equivocamos. Antes de entrar en la ciudad vemos varios letreros de alojamientos pero ninguno nos convence. Entramos en Pereira y sin señal en el gps nos desviamos de la carretera principal. Empezamos a dar vueltas sin un norte marcado, menos mal que Romà es un maestro de la orientación y rápidamente nos devuelve a la senda correcta. Decidimos volver sobre nuestros pasos a buscar los alojamientos que hemos visto anunciados, pero de nuevo lo único que encontramos son letreros.
El cansancio empieza a afectarnos psíquicamente y tras alguna palabra malsonante acompañada de un tono poco adecuado decidimos volver al plan inicial, seguir hasta Manizales.
Son 50 kilómetros lo que nos quedan por delante y con más corazón que cabeza seguimos hasta llegar a nuestra parada final, Manizales.
Hemos descartado el alojamiento que habíamos mirado, el teléfono para el colmo se ha quedado sin batería, así que tan solo nos queda preguntar para que alguien nos eche una mano.
Nos encontramos en el centro de la ciudad, en la plaza Alfonso López. Vemos una caseta en un lateral de la plaza. Allí se encuentran varios policías, nuestra salvación!! Nos acercamos y les pedimos consejo sobre algún alojamiento para pasar la noche. Nos informan que nos encontramos en un barrio muy peligroso y que debemos ir con cuidado, pero referente a los alojamientos no nos facilitan ninguna información. Pocos metros más adelante Romà pregunta en un hostal. Sí que nos pueden alojar pero no hay sitio para dejar la moto. Evidentemente que con la información que manejamos decidimos seguir buscando.
Damos varias vueltas por el centro y encontramos el “Hotel Bolívar Plaza”. Me dirijo a hablar con el recepcionista. Hay una chica joven que parece no llevar mucho tiempo trabajando allí y cuando le ofrezco nuestra demanda llama a su jefe. Un hombre me atiende y me oferta una habitación doble con baño privado que logro regatear el precio de 120.000 hasta llegar a los 80.000 pesos (unos 25€), el precio que andábamos buscando. El hombre nos dice que nos va a dar una habitación grande con camas “queen size” y que nos regala el desayuno del día siguiente. Para aparcar la moto nos explica que él no tiene sitio, pero que hay otro hotel muy cercano donde podemos estacionarla gratuitamente hasta las 07h. A partir de ahí el precio sería de 500 pesos la hora (unos 15 céntimos de €uro). Valoren ustedes mismos!
Cierto, el aparcamiento se encuentra muy cercano. Se trata del “parqueadero” (así lo llaman allá) del Hotel Escorial. Un portón con una valla delante que trata de impedir el paso libre de vehículos nos recibe. Un hombre nos aparta el obstáculo y le comentamos que venimos del hotel Bolívar Plaza. Parece que nos está esperando y nos indica donde estacionar la moto. La impresión que nos llevamos es que se trata de un lugar serio y que tendremos “la polola” a buen recaudo.
Volvemos a nuestro alojamiento y nos damos una ducha antes de salir a cenar.
El alojamiento está muy céntrico, justo al lado de la Catedral de nuestra Señora del Rosario, una construcción que data en sus inicios del 1849 y que ostenta el título de ser la catedral más alta de Colombia con 106 metros de altura. A sus pies una gran plaza con varios edificios imponentes que la abrazan y un águila de metal de grandes dimensiones erigido sobre un pedestal a varias decenas de metros del suelo que parece querer defender la majestuosa iglesia termina de vestir la estampa que se abre ante nosotros.
Es bastante tarde y cansados deambulamos con lo puesto por las calles aledañas a la catedral. No muy lejos encontramos un restaurante chino que llama nuestra atención (restaurante “Chung Mi” en la Calle 23 número 30-10). Sin mucho convencimiento pero con menos ganas de seguir buscando entramos en el local.
Con la típica ambientación de los restaurantes chinos nos sentamos y pedimos varios platos que hemos visto en una carta que se encuentra plasmada a modo de letreros en la entrada del local. Romà se pide un plato de arroz tres delicias y un rollito de primavera, yo por mi parte pido tallarines con camarón. Nos sirven unos platos desalmados y poco apetecibles. Para acompañarlo la cerveza de turno no puede faltar.
Era de esperar, Romà no se ha comido casi nada de lo que le han servido, sin embargo, por mi parte el plato ha quedado limpio y no por lo delicioso que pudiese resultar, sino por el hambre que llevaba conmigo desde hacía horas. El costo de la cena asciende a 23.000 pesos (unos 6€), nada que objetar.
Paseamos de vuelta al Hotel al cual llegamos en pocos minutos. Antes de entrar observamos la catedral y su hermosura, sin acabar de entender la relación que une a esa iglesia con Manizales, sería como cantar “qué hace una chica como tú en un sitio como este…” Pero algo nos llama enormemente la atención, unas luces de colores, más típicas de fiestas navideñas y de calidad de un "todo a 100" tratan de engalanar sus torres afeando así su propia belleza. Algo inexplicable...
Ya en la habitación y descansando sobre nuestras camas, Romà se dispone a ver un nuevo capítulo de “GOT”. Pese a las horas que nos han dado y el cansancio acumulado, a mi aún me quedan fuerzas para escribir un poco del blog, aunque solo sean unas pequeñas notas antes de despedir un largo e intenso día…
Mapa de ruta:
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