miércoles, 15 de marzo de 2017

14/03/2017 GUATAPÉ - YARUMAL (211 km.)
VISITANDO LA HACIENDA "LA MANUELA", UNA DE LAS CASAS DE PABLO ESCOBAR

De nuevo el sol no nos respeta y desde las 06h que me ha despertado tan solo he sido capaz de volverme a dormir al ponerme mi tapabocas a modo de antifaz.
Poco antes de las 08h nos levantamos y tras vestirnos con algo de ropa ligera nos encaminamos hacia la "Piedra del Peñón".
En algo más de 10 minutos llegamos a una gasolinera de donde salen tuc-tucs que por un precio de 8.000 pesos te suben hasta el pié de la roca. Descartamos esa posibilidad ya que creemos que es un abuso cobrar ese precio por un trayecto que tardas 10 minutos en hacer caminando. Antes de comenzar la subida desayunamos unas pastas, bizcocho y empanadas acompañadas por un jugo y un "pintado". Nos cobra casi el doble de lo que venimos pagando, evidentemente que es por la localización que tiene, tan cercano al conocido Peñón.
Iniciamos el ascenso subiendo una buena tirada de escaleras que desemboca en un sendero que está en obras. En poco más de 15 minutos llegamos a la taquilla donde compramos los tickets de acceso por 15.000 pesos cada uno, algo caro a nuestro pacer para lo que es la atracción. Un cartel nos informa que tenemos por delante 659 escalones adosados al monolito y 81 escalones más en el interior de su torre/mirador construida sobre su cima, sumando un total de 740. Armados de valor y fuerzas iniciamos la subida. Tras hacer algunas paradas para reponer fuerzas y tomar aire llegamos a la cima. El día no acompaña, está nublado y hay algo de niebla, una pena porque las vistas que se intuyen ya son magníficas, solo podemos imaginar lo que serían si hiciese buen tiempo. 
Entramos en la torre y subimos los escalones que nos quedan por una estrecha escalera de caracol que pasa por varios habitáculos que albergan tiendas de souvenirs. Evidentemente las vistas no han mejorado por lo que después de estar un rato y al ver que empieza a llegar un gran volumen de turistas decidimos iniciar el descenso. Más rápido que de subida llegamos al fin de nuestra visita, una decepción por lo que ha sido y podría haber sido. 
Ya de vuelta al Hostel recogemos nuestras cosas y con todo sobre la moto nos despedimos  de varios huéspedes, entre ellos Dani "el malagueño", deseándonos mucha suerte en el viaje que nos queda por delante.
Nuestra siguiente parada será en la "Hacienda Manuela", una casa que fue propiedad del más famoso narcotraficante que ha existido, Pablo Escobar. 
La finca nos pilla de camino, a unos 7km por la carretera principal donde tomaremos un desvío a la derecha que nos llevará tras cerca de 4km de carretera poco transitable hasta la casa. Por el camino encontramos varios Jeeps que transportan a grupos de jóvenes que van a jugar a "Paint Ball" en la misma finca. 
Tras pasar por una puerta de metal que está abierta observamos algunas casas abandonadas e incluso nos parece ver algún puesto de vigilancia derruido. Ahí el camino mejora con dos franjas de piedra en el suelo que distan entre si la medida exacta de los ejes vehículos de cuatro ruedas. Claramente hemos entrado en la propiedad que fue de Pablo Escobar. Seguimos a los Jeeps hasta que estacionan en un bar al pié de la represa, pero eso no es lo que andamos buscando. Volvemos unos pocos metros hacia atrás y allí encontramos la que al parecer fue la casa principal de todo el complejo. Una construcción parcialmente derruida pero en muy mal estado muestra aún las firmes columnas que imitan las construcciones romanas dejando intuir lo que en su día llegó a ser aquella mansión. 


Justo detrás una piscina con vistas a la represa nos hace imaginar las típicas imágenes de las películas de narcos cuando se reúne el cabecilla y las personas de su máxima confianza.

Recorremos varias estancias: un porche con chimenea que está al lado de la piscina, una zona que parece una sauna y lo que debió ser el aparcamiento entre otras. Realmente, incluso estando en tan mal estado creo que es la casa más lujosa en la que he estado nunca.
Justo cuando vamos a marcharnos aparece un joven junto a un matrimonio y nos comenta que aquello es una propiedad privada y que si queremos hacer un tour con guía debemos ir al bar y allí contratarlo por 5.000 pesos por persona. Le pedimos disculpas al no saber que no se podía acceder libremente a lo que nos responde que no tenemos por qué preocuparnos. 
Romà y yo hablamos sobre la posibilidad de hacer el tour que el chico nos ha explicado y lo cierto es que por el precio que vale y porque nos parece de bastante interés decidimos contratarlo. En el bar nos recibe una mujer y le preguntamos por el tour; "yo seré vuestra guía" nos dice y tras pagarle el precio pactado iniciamos la visita.
La mujer nos hace una introducción explicándonos que la casa comprende casi 7 hectáreas de terreno y que Pablo Escobar la mando construir el año 1985 como regalo para su mujer, poniéndole el nombre de "La Manuela" en honor a su hija por el gran amor que le profanaba. La casa la destruyeron los "Pepes" (Perseguidos por Pablo Escobar) el 1993 cuando una noche desembarcaron una de sus tropas e instalaron dos bombas, una en la casa que se encuentra al lado de la piscina que nunca fue habitada ya que nunca se terminó de construir y otra en las caballerías. En ese momento no había nadie en la casa ya que Pablo esperaba un ataque en cualquier momento, ya fuese de los "Pepes" o del ejército. Por suerte ninguno de los trabajadoras que allí se encontraba resultó herido y se les "invitó" a abandonar la hacienda. Posteriormente la finca ha sufrido muchos saqueos así como destrozos en busca de algún "tesoro" o alguna "mercancía" de valor que Pablo pudiese haber ocultado entre los dobles muros que mandó construir para ese fin, aunque parece ser que nunca se halló nada. 

La visita resulta muy interesante, recorremos toda la finca, comenzando en la entrada donde encontramos la casa que sí fue la que estuvo habitable y justo a su lado las caballerizas, frente a la casa el patio central, descendiendo por un camino vemos la cancha de tenis y el campo de fútbol y así hasta llegar a la casa que debía ser la principal. Mientras paseamos nos explica sobre el origen de todos los árboles que están plantados en la finca, traídos de todas partes del mundo, desde Canadá hasta Madagascar. En la casa principal nos explica cada habitación a quién debía pertenecer: la que era para los familiares, para los cocineros y conductores, la de Pablo y su mujer y la de sus dos hijos. Justo en frente está la piscina y al lado un porche que nos cuenta que contenía una chimenea y en justo detrás la zona de barbacoa. En la planta inferior nos muestra lo que hubiese sido la sauna, el baño turco y la ducha fría. Nos cuenta muchas historias con las que logra acaparar toda nuestra atención. 
Al terminar nos tomamos alguna foto de recuerdo con nuestra guía de lujo y nos invita a acompañarla al bar que regenta junto a su familia, la única parte de la hacienda que está tal y como se construyó sin sufrir ningún deterioro. 
Allí nos presenta a su marido con el que hablamos un buen rato aunque pocos temas relacionados con la finca. Nos explica que hace 2 años montó una empresa de turismo donde el producto estrella es el paintball. Según nos comenta la finca tiene muchos atractivos y lugares ideales para esa práctica y el paquete que ofrece, al cual lo llama "Escobar Paintball Tour" es el más económico que se puede encontrar. El tour incluye los traslados ida y vuelta desde el alojamiento en Medellín en 4X4, partida de Paintball, visita a la Hacienda "La Manuela", almuerzo, paseo en bote hasta Guatapé, visita al pueblo y subida a la "Piedra del Peñón", todo por 160.000 pesos. Para más información aquí tenéis su página web: http://www.escobarpaintball.com
En el bar tomamos un par de cervezas que nos aliviaran la sed y el calor que hemos pasado durante la visita. Una motocicleta antigua se expone al visitante, es la moto que Pablo utilizaba cuando iba a la finca (según nos dice tan solo 3 veces Pablo visitó aquella finca para jugar algún partido de fútbol con sus amigos de más confianza). Romà me pide que le saque alguna foto montado en ella.
Abandonamos la hacienda despidiéndonos de todos ellos y de algunos trabajador@s que parecen muy contentos de nuestra visita.
Nos espera un camino por delante lleno de curvas y desniveles, con un paisaje maravilloso, plagado de montañas frondosas de vegetación. De repente y como el clima nos ha ido explicando día tras día la lluvia hace acto de presencia de forma intermitente. 
Romà aprovecha una parada para ponerse la ropa de lluvia pero yo prefiero no hacerlo, pese a llover el calor y la humedad son muy notorios y casi prefiero mojarme que ponerme a sudar.
En medio del trayecto pasamos por la famosa ciudad de Medellín, una de las principales de Colombia. A mí me hubiese gustado parar una noche allí y visitar bien la ciudad pero Romà ya me ha comentado que no está dispuesto a entrar con la moto en más ciudades principales: la cantidad de circulación y la inseguridad le tiene cansado. A mí aunque me cuesta un poco ponerme en su lugar pero comprendo perfectamente lo que quiere decir y decidimos saltarnos ese tipo de paradas. 
No obstante y como se nos ha hecho la hora de comer, cuando vamos a dejar atrás Medellín,  vislumbramos desde la carretera un centro comercial el cual se encuentra un poco apartado del centro de la ciudad, se trata del “Puerta Norte” y decidimos parar allí. Un Mc. Donald’s será el lugar elegido. A mí no me emociona mucho ese tipo de comida, pero es verdad que en muy pocas ocasiones hemos caído en la tentación de los restaurantes “fast food”, así que acepto de buen grado la idea. Nos dejamos 48.000 pesos en hamburguesas, patatas y bebidas azucaradas.
Recargados de energías volvemos a la moto, nos espera la segunda etapa de la ruta de hoy. 
Con bastante dificultad logramos salir del aparcamiento del centro comercial, no sabemos muy bien que ocurre pero parece que algunos trabajadores se encargan de regular el acceso y salida de vehículos, y ya sabemos que cuando alguien regula las cosas suelen empeorar.
En pocos minutos volvemos a la carretera principal y dejamos atrás la ciudad de Medellín, despidiéndome de ella como si supiese que en algún otro momento de la vida nos fuésemos a ver.
Por delante tenemos 121 kilómetro de carretera revirada donde la vegetación será nuestra inseparable compañera.
Y llegamos a nuestra parada de hoy, la ciudad de Yarumal. Sin darnos cuenta nos plantamos en el centro, calles abarrotadas de tiendas de textil y de gente donde apenas podemos circular. El objetivo es encontrar un alojamiento rápidamente y dejar la moto ya que somos centro de todas las miradas y empezamos a sentirnos incómodos.
De repente un hombre con aspecto de toxicómano se nos acerca. Me bajo de la moto y nos pregunta si estamos buscando alojamiento. Le digo que sí y me pide que le acompañe. Pese a mi inseguridad decido hacer caso a mi instinto y voy con él a pie, Romà nos sigue con la moto. Nos ha llevado al “Gran Hotel Yarumal”, un lugar el cual, después de subir unas angostas escaleras y tras atravesar una puerta abatible de madera que me hace recordar antiguas películas del western americano, se abre ante mí un salón al más puro estilo colonial. Suelos blancos de terrazo y una claridad excelente, regalo de la claraboya que engalana el techo del establecimiento, hace que no pueda ocultar mi cara al recibir una más que grata sorpresa.
Me dirijo al recepcionista, mientras mi acompañante espera pacientemente tras la puerta de madera abatible, y pactamos un precio de 45.000 pesos la noche en habitación doble con baño privado. Le pregunto por algún lugar donde aparcar la moto y me explica que justo al lado hay un aparcamiento público en el que por 6.000 pesos podemos dejar aparcada la moto toda la noche. El precio es bueno y el lugar me parece más que correcto, por lo que bajo a confirmarle a Romà que hemos encontrado el sitio adecuado.
A apenas 50 metros y en la misma acera de la calle del Hotel localizamos el aparcamiento, no parece muy seguro aunque los trabajadores nos dicen que podemos quedarnos tranquilos. Al fondo del local y entre algunos vehículos medio desguazados estacionamos la moto, retirando nuestras pertenencias de más valor y la muda que nos vamos a poner hoy.
Volvemos al Hotel y contactamos con el recepcionista. Le pregunto acerca del joven que me ha acompañado al alojamiento y me contesta que es gente que se gana la vida de esa manera. Captan a gente que busca donde dormir y les acompañan a los hoteles que ellos conocen. A cambio los hosteleros les dan alguna propina.
Sorprendido por tal explicación, aunque era de esperar, nos dirigimos a nuestra habitación.
Una habitación mejor de lo que cabía esperar, con bastante espacio y camas grandes será nuestro aposento por esa noche. 
Nos damos una ducha y descansamos hasta que nos da la hora de cenar. A una cuadra escasa hay una plaza, similar a las plazas de armas que llevamos recorriendo durante todo nuestro viaje en casi todas las ciudades que hemos visitado. Aquello parece un lugar neurálgico y observamos que está lleno de restaurantes. Nos decantamos por entrar en el “Restaurante Bar Mediterráneo” que anuncia “comidas típicas y a la carta”. Subimos unas escaleras y topamos con un gran comedor y una barra donde se encuentra un camarero que nos ofrece una mesa a nuestro gusto. Nos sentamos y pedimos unas alitas de pollo picantes y unas costillas “bbq” sin que falten las respectivas cervezas. 
Sentados al lado de la terraza observamos la gente pasar y pienso en lo diferente que es la vida en cada lugar del mundo. 
Pagamos por todo ello 36.000 pesos. 
No nos demoramos mucho en volver al Hotel, pero antes hacemos una parada en una droguería que hay al lado del restaurante. Se nos acabó el desodorante y es conveniente hacernos con uno. Sorprendente, pero por un frasco de “Axe” hemos pagado 18.000 pesos (5 euros), es decir, lo que viene siendo la mitad de lo que nos ha costado la cena. Parece ser que los desodorantes son un producto al alcance de muy pocos…
De nuevo en el hotel nos damos nuestros tiempos de desconexión, Romà retoma GOT y yo me meto en el alma de un escritor antes de poner fin al día de hoy.   

Mapa de ruta:


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