lunes, 20 de marzo de 2017

19/03/2017 CARTAGENA DE INDIAS - PARQUE TAYRONA (260 km.)
¿QUERRÉ VOLVER A BARCELONA?

Sí, así es, son las 07h y nuestros ojos ya están como platos. Abonados a quedarnos vagueando en la cama una hora más y consumido ese tiempo bajamos a tomar el "hotelyuno".
Hoy toca ir al parque Tayrona, una de las bellezas naturales de las que están más orgullosos los colombianos, incluso Shakira lo nombra en su canción que comparte con Carlos Vives "Llévame en tu bicicleta". La idea inicial que tenemos es pasar allí entre 2 o 3 días, pero para poder recorrer bien el parque quizás haría falta 10 días mínimo. Sus playas bañadas por el Mar Caribe, la sierra nevada de Santa Marta, sus espacios naturales de vegetación y ríos de agua dulce e incluso una "ciudad perdida" donde viven auténticas tribus de indígenas son sus grandes atractivos. Nosotros seguramente iremos a visitar la zona de playas más famosas, todas cercanas a unos campings que son el alojamiento principal en el parque junto al alquiler de cabañas. 
Preparamos las maletas para esos días y llevamos la tienda de campaña y los colchones, todo el resto lo dejamos en el Hotel a buen recaudo. 
A las 10h salimos en ruta, el sol aprieta fuerte y las altas temperaturas hacen el recorrido tedioso, pese a que la carretera está bien asfaltada y dispone de largas rectas monótonas pero de fácil conducción. 
Pasamos por una zona donde los puestecitos de pescado se amontonan en los márgenes de la carretera. Podemos ver que anuncian camarones, pescados y ostras. Los exponen en bolsitas y los pescados amontonados sobre las mesas muestran su brillo característico los que traduce su frescura. Es una imagen realmente curiosa. 
El tiempo se nos ha echado encima y con él la hora de comer. Poco antes de llegar a Santa Marta paramos en un restaurante situado en un poblado a pié de carretera donde tomamos un "almuerzo" (8.000 pesos cada uno).
Reemprendemos la ruta y sobre las 16h llegamos a la segunda entrada al parque, la llamada "Zaino", que es la más próxima a la zona que queremos visitar. Unos kilómetros antes hemos pasado por un desvío a "Pueblito", una de las principales localidades que hay dentro del parque. 
En la entrada los guardas y trabajadores del Tayrona nos explican que debemos estacionar la moto y sacar los tickets de nuestro acceso, del aparcamiento de la moto y hacer la reserva del camping. Nos dicen que los alojamientos del parque están llenos y que solamente queda disponible la posibilidad de acampar con carpa. En caso de que no tuviésemos tienda de campaña allí mismo te alquilan una, pero ese no es nuestro caso. Hay varios campings y yo que ya había mirado algo por internet le digo que queremos acampar en el "Camping Pedro" ya que he leído que es el más económico de todos. De momento saco la reserva para 2 noches que nos cuesta 48.000 pesos. Romà por su parte va sacando las entradas al parque y el aparcamiento, pero lo hace para 4 días, bueno, la entrada al parque es válida para ese tiempo y ha decidido tirar largo para asegurarnos el aparcamiento. 
Nos ponen una pulserita que nos identifica como personas admitidas dentro del parque. Hemos tenido que pagar los siguientes precios:
-Acceso al parque: 44.500 pesos por persona
-Aceso de la moto al parque: 7.500 pesos
-Precio parking moto: 9500 pesos (por día) 38.000 pesos (4 noches)
El aparcamiento se encuentra a unos 10 minutos desde la entrada del parque. Dejamos la moto en una explanada que me recuerda a las de las playas de Menorca. 
Ahora toca caminar, hay dos opciones, el camino habilitado que tiene un recorrido a realizarse en hora y media y el de los caballos en principio no apto para personas el cual se recorre en unos 40 minutos. Decidimos intentar ir por el de los caballo pero en cuanto llegamos a su acceso los jinetes nos barren el paso ofreciendo su servicio. El recorrido cuesta 20.000 pesos. Optamos por ir finalmente por las pasarelas, no parece que nos vayan a permitir entrar a pié por su camino y aún menos cuando hay un cartel enorme donde lo indica explícitamente.
El camino está totalmente habilitado y es bastante sencillo pese a que encontramos tramos de escaleras y algunas subidas y bajadas de intensidad media. El calor se hace patente y la humedad se manifiesta a través de nuestro sudor. 
Después de algo más de 1h por fin llegamos al camping. Está atiborrado de tiendas y tras hablar con uno de los trabajadores decidimos montar la nuestra "donde Cristo perdió la sandalia", una zona alejada y tapada por árboles donde buscamos escondernos un poco del abrasador sol.
Mientras montamos la tienda los mosquitos revolotean a mi alrededor, observo grandes arañas por el suelo y nos rodean caminos de hormigas las cuales no dejan de trabajar transportando trozos de hojas que bajan desde la copa del árbol que nos da cobijo. No se por qué, pero me da que algún bicho nos va a hacer compañía esa noche.
Hoy ya no nos va a dar tiempo a ir a ninguna playa, de hecho ya está oscureciendo. Nos damos prisa para asearnos. Hay unas duchas abiertas. Entramos y vemos que varios se duchan con el bañador puesto, pero nosotros seguimos nuestras costumbres y lo hacemos desnudos. Hasta aquí nada extraño ¿verdad? Luego veréis por qué lo digo. 
Para hacer tiempo tomamos un par de cervezas que nos cuestan 5.000 pesos cada una. La hora de cenar se aproxima. En cuanto miramos la carta nos quedamos sorprendidos al ver que los precios doblan los que habitualmente manejamos, hay platos que van desde los 18.000 pesos hasta los 27.000, a nuestro parecer un abuso en toda regla. Pero como no hemos llevado nada de comida ni bebida no nos queda otra que pasar por el tubo. 
Romà se pide un plato de camarones en salsa (27.000 pesos) y yo uno de pechuga de pollo con acompañamiento (22.000). Acompañamos la cena con una coca cola de 660ml. (5.000 pesos).
Las mesas están llenas y encontramos un pequeño hueco en una de ellas. Un grupo de estudiantes mejicanos la está ocupando y rápidamente entablamos conversación con ellos. Hablamos de todo un poco. Ellos están en Barranquilla estudiando gracias a una beca. Nos cuentan todo el proceso que tienen que pasar para poder conseguirla. Entre tantas conversaciones uno de ellos, Omar, me agarra del brazo y me dice con su gracioso acento mejicano "Huevón, ¿ustedes eran los que estaban en pelotas en las duchas? ¿Pero qué hasen? Eso es algo íntimo que no se le muestra a un desconosido!". Empezamos a reír porque para nosotros es lo más natural del mundo. Lo mejor de todo es que otro de ellos, Enrique, un joven que se da un aire a Rafael Nadal (guardando las distancias), también estaba en las duchas cuando nosotros nos estábamos aseando y al vernos desnudos se unió a nuestras costumbres quedándose en cueros. Y la verdad es que según nos contaron, para ellos eso no es habitual, la gente en las duchas comunes no se desnuda porque están con otras personas que no conocen y sus vergüenzas no las muestran así como así. Nos quedamos sorprendidos con la diferencia cultural a la vez que nos causa cierta gracia.
En un momento de la velada otro grupo de mejicanos empiezan a poner rancheras y no se de dónde pero aparece un micrófono que agarra Aarón, otro de nuestros acompañantes mejicanos y se pone a cantar. Lo hace muy bien, pero sus amigos me aconsejan que no se lo diga porque sino no va a parar de darles la serenata toda la noche.
Ha sido una suerte coincidir con ellos, se les ve muy buena gente y no hemos parado de reír durante todo el tiempo que hemos compartido.
Repentinamente alguien propone acercarse a la playa. Nosotros nos retiramos a dormir y en un instante la sala del comedor se queda desértica.

Mapa de ruta:








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