03/01/2017 MONTEVIDEO
EN EL OJO DEL HURACÁN
A las 09h ya estoy en pié. Ha sido una noche difícil porque la gente con la que compartía habitación se ha puesto pesada, venían tarde y se iban temprano, abrían puertas, cajones y luces sin parecer que les preocupase mucho que hubiese gente que deseaba o necesitaba dormir.
Me sorprendí al ver que la gran mayoría de huéspedes alojados eran anglosajones, un cambio bastante radical a lo que se refiere a casi todos los alojamientos por los que había pasado con anterioridad.
El día estaba feo, pero tan solo iba a tener ese día y la mañana del día siguiente para poder visitar Montevideo, y no me digas por qué motivo pero era una ciudad que me apetecía ver especialmente.
Después de desayunar el nefasto "Hosteyuno", salgo dispuesto a recorrer varias partes de la ciudad. Empiezo por tomar el autobús CA1 que te lleva por la Av. 18 de Julio, arteria principal de la ciudad, a la estación central de omnibuses de "Tres Cruces", de donde parten todos los autobuses de largo recorrido, ya que tengo que comprar los pasajes para ir a Punta del Este y a Punta del Diablo.
Sin problema adquiero los boletos en COT. Para ir de Montevideo a Punta del Este me cuesta 275 pesos y el de Punta del Este a Punta del Diablo 385 pesos.
Pero algo empieza a ir mal. Repentinamente se pone a llover y unos fuertes truenos y relámpagos retumban en el centro comercial que alberga la parada de omnibuses. A través de los cristales veo que empieza a caer fuerte por lo que decido esperar un poco. En menos de 10 minutos la lluvia cesa y me atrevo a salir a visitar la ciudad.
Cerca de allí se encuentra el estadio de fútbol del "Centenario", considerado patrimonio mundial ya que albergó la primera final de balompié bajo la "batuta" de la FIFA y es donde actualmente juega sus partidos la selección Uruguaya.
En cuanto avanzo un poco se arranca a llover de nuevo, va goteando pero no me asusta, tan solo es agua. En cuanto encaro la última recta desde donde se ve el estadio un vistoso relámpago acompañado de un estruendoso trueno preceden a una fuerte lluvia que empieza a caer sin piedad. Por suerte para mí, justo delante del estadio localizo un circuito de exámenes de autoescuela donde hay varios bancos bajo unos toldos. Allí me resguardo. De repente una tromba de agua empieza a caer y un temible y potente viento sopla en todas direcciones. Aunque estés ahí protegido es inevitable mojarte ya que las ráfagas de aire son terribles y el agua cae como si la tirasen a cubos. Ese rato me sirve para hablar con una chica que está a punto de subir a examen, la cual maldice su suerte por haber tenido que ser hoy el día indicado.
Poco después parece que el temporal se ha calmado. El cielo se ha aclarado un poco y confío en que el sol hará un esfuerzo por alejar las nubes de su camino. Me despido de la joven deseándole suerte para el examen y sigo mi recorrido dirigiéndome al parque "Rodó", un parque enorme y muy bonito que tiene una playa a sus pies. Después de 10 minutos caminando la lluvia vuelve a avisarme. Empieza a gotear y poco a poco la intensidad aumenta. Decido pararme en la entrada de un portal que aparentemente está bien protegido. Ya voy algo mojado, ha sido imposible no empaparse los pies a lo que me he tenido que resignar. Las calles no están lo suficientemente bien construidas para que el agua no se almacene en sus veredas cosa que te obliga a transformarte en un saltador de longitud de élite para poder llegar a la acera sin hundir los pies en esos riachuelos.
En el portal me quito las bambas y escurro mis calcetines. Me siento mejor al no notar que piso sobre mojado.
Llevo 15 minutos resguardado y parece que el temporal no amaina, tengo que tomar una decisión... Una decisión que finalmente no necesito tomar ya que de repente el cielo se oscurece como si estuviese anocheciendo, los truenos y relámpagos se suceden haciendo vibrar los cristales de puertas y ventanas, hasta que parece que Dios ha decidido abrir todas las bocas de agua del cielo sobre Montevideo. Están cayendo manantiales, se levanta un viento aterrador que empieza a mover los árboles haciendo que parezca que están llamando la atención de alguien, el agua cada vez va a más y el viento la acompaña. Ya da igual donde te pongas, el viento sopla en todas direcciones y arrastra las cascadas de agua creando unos mantos que se pierden en el suelo, aquello parece un huracán! Empieza a tener miedo por mi integridad física porque todo va en aumento y ya empiezo a ver volar varias ramas de árboles por el cielo, las alarmas de los coches se activan porque algunas les han caído encima. Justo delante mío hay 2 árboles que parecen decirme "vamos a por ti" y temo que sus ramas empiecen a caer y el viento las haga impactar sobre mi cuerpo.
Estoy empapado, es como si me hubiese tirado vestido a una piscina y pienso en la posibilidad de que mi teléfono se haya estropeado. Querría grabar el momento, pero se que es inviable sacarlo porque sería como tirarlo a un cubo lleno de agua.
De repente veo a un joven acercarse por la calle en medio de aquella tempestad arrastrando como puede su bicicleta. Le animo a llegar a mi posición gritándole "ven aquí!". El joven se queda en la otra cara de la esquina. Yo siento que allí no estoy seguro y pienso que si el chico se ha ido a otra zona quizá sea porque estará más resguardado. Me arranco a correr bajo la tempestad y llego donde está él. Allí aún estamos más descubiertos, pero al menos los árboles están un poco más alejados. Veo que a pocos metros hay una pequeña entrada y le invito a que vayamos. El chico tira la bicicleta al sentirla en ese momento como un estorbo y nos metemos en ese pequeño umbral. Poco nos tapa, pero ya no importa, no queda ni una pequeña parte de nuestro cuerpo que no esté mojada. El chico está temblando de frío y me comenta que eso no pasaba antes en Montevideo, que todo esto sucede por el cambio climático. Me sabe mal no poder ayudarlo más. La tempestad continua con esa intensidad durante 10 minutos. Cuando el viento se calma el joven decide seguir su camino bajo la tormenta, se le ve deseoso de llegar a su casa.
Yo vuelvo al portal donde estaba antes, al calmarse un poco el viento ya no temo que los árboles me caigan encima. Allí aguardo unos minutos más y aunque el agua sigue cayendo fuerte pero con menos intensidad decido arrancar a correr lo más rápido que puedo para ir a buscar el autobús que me lleve al Hostel.
Corro lo más rápido que puedo, el agua va contra mi dirección y me golpea fuerte contra el pecho, pero no voy a parar, ya da igual, lo que quiero es llegar al Hostel, darme una ducha caliente y ponerme ropa seca.
Subo por el Bulevar General Artigas esquivando una cantidad ingesta de enorme ramas de árboles que hay tirados por la calle arrancados por el vendaval. Parece una imagen apocalíptica, digna de una superproducción de "Hollywood".
La lluvia está cediendo un poco y me permite ver en que estado tengo el teléfono. Parece que por suerte apenas se ha mojado y apresuradamente aprovecho para tomar alguna foto arriesgándome a que la lluvia le de un fatal destino.
En poco rato llego a un Hospital donde decido pararme. Allí me quito la camiseta sin pensar en la gente que hay esperando para salir a la calle cuando la lluvia cese y la escurro, retirándole como poco un litro de agua. Después de esperar un buen rato me da la sensación que aquello no va a ceder por lo que reemprendo mi carrera como una exhalación hacia el autobús.
La parada está relativamente cerca y no tardo más de 5 minutos en llegar a la Av. 18 de Julio, donde espero bajo un toldo su deseada llegada.
Tengo la sensación que la lluvia empieza a disminuir drásticamente como si las fuerzas le fallasen.
Por fin tomo el bus y llego al Hostel , donde rápidamente me quito la ropa y me doy una ducha de agua caliente que me hace recuperar mi temperatura corporal óptima.
Al ponerme la ropa seca una sensación de confort se apodera de mí, me siento maravillosamente bien!
Me preparo la comida, algo de pollo con arroz y por la tarde reposo un rato y le dedico un tiempo al blog. La lluvia parece no ceder y me da miedo salir a la calle y que me vuelva a suceder lo mismo que he vivido durante la mañana.
Voy vigilando el tiempo y de repente me percato que ha dejado de llover y el día se ha aclarado un poco, ahora sí que voy a salir.
Un tipo "especial" que he conocido en el Hostel, Fermín, me deja su paraguas por lo que pueda pasar.
Salgo a pasear por el centro y observo las consecuencias de la turbonada (así es como llaman en Uruguay este tipo de fenómeno). No hay calle que no presente un árbol caído, es una ciudad devastada por las inclemencias meteorológicas.
Camino por la Av. 18 de Julio hasta llegar a la Pl. Independencia donde se encuentran varios de los monumentos y edificios emblemáticos de la ciudad: el Mausoleo de Artigas (militar y revolucionario que actuó durante la Guerra de la Independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata),
el Palacio Salvo (hermano del Palacio Barolo de Buenos Aires y que fue hasta el año 1935 el edificio más alto de Sudamérica con sus 105 metros de altura),
el Teatro Solís (el escenario más importante de Uruguay y donde reside la Orquesta Sinfónica de Montevideo y la Comedia Nacional)
y la Puerta de la Ciudadela (la antigua puerta de la muralla que protegía la ciudad).
Al atravesar esa puerta me adentro en el Casco Antiguo por la calle Sarandí, la principal peatonal de la Ciudad Vieja, rebosante de comercios, ferias y artistas callejeros. Caminando a través de ella me cruzo con la Plaza Constitución (o Plaza Matriz), y con la Catedral Metropolitana. Al final de la calle una sorpresa me espera: es la Escollera Sarandí, en plena Costanera o Rambla como allí la llaman. Uno de mis objetivos es ver la puesta de sol y aunque el día ha estado muy nublado algunos claros se abren en el horizonte para dejar ver tal excelente espectáculo. Hago tiempo paseando por la zona hasta que a las 20h al sol le da por despedirse.
Parece que el tiempo se ha enfadado por su marcha y las nubes negras empiezan a cubrir nuevamente el cielo, un fuerte viento se levanta y se oyen los primeros truenos. Acelero mi paso, no quiero volver a mojarme, el paraguas será infructuoso si el viento se enfurece como a la mañana.
Al llegar a la Plaza Independencia la lluvia empieza a caer con cierta intensidad. Abro el paraguas y corro hasta ponerme a cubierto en unos arcos de la plaza. Allí veo a un japonés que está esperando a que la lluvia cese para continuar su marcha. Lo confundo con un huésped del Hostel y le ofrezco mi ayuda. Al mirarme de frente caigo en que no es él, pero mi ofrecimiento sigue en pié a lo que accede. Su casa está en el sentido opuesto del Hostel, pero ahora no lo voy a dejar tirado. Caminamos los dos bajo el paraguas y hablamos un poco de nuestras vidas dentro de lo que me permite mi bajo pero efectivo nivel de inglés. Lo dejo en su portal y me agradece la ayuda prestada y me desea suerte en mi viaje. En poco menos de media hora llego al Hostel sin apenas mojarme.
Ya es momento de cenar para lo que preparo una tortilla a la francesa con un tomate abierto y un yoghurt de postre.
Antes de acostarme me pongo de nuevo un rato a escribir y sin que pase mucho rato me acuesto, creo que un día tan duro como el de hoy merece su recompensa.
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