sábado, 28 de enero de 2017

28/01/2017 TUPIZA
CAÑONES: EN UN LUGAR DEL "FAR WEST" Y A "BOLEAR" SEA DICHO!

No sabemos si es por la altitud o por las carreteras pero nos sentimos muy cansados. Lo cierto es que sí se nota la altura en varias cosas. Yo ya he sentido el mal de altura, un poco de mareos y un fuerte dolor de cabeza a causa de la presión son los síntomas principales.
Esta noche seguiremos en el mismo Hotel aunque el precio ha aumentado un poco, 125 bolivianos será lo que nos costará.
Después de asearnos y de tomar el desayuno Romà quiere cambiar el filtro del aire y las bujías para ver si de esa manera la carburación mejora un poco. Tras buscar información por internet y hacer alguna consulta a grandes entendidos de mecánica, creemos saber donde localizar los dos elementos.
Romà empieza a desmontar el carenado de la moto y sin mucha dificultad encuentra el filtro. El tema de las bujías ya es más complicado, para llegar a ellas tendría que desmontar media moto y termina por desistir en el intento.
Damos una vuelta por la ciudad en busca de una tienda de repuestos y las que encontramos solamente tienen filtros de origen chino para motos más pequeñas.
No ha servido de nada lo que hemos hecho, así que volvemos a colocar todo en su sitio y salimos a hacer un recorrido por la zona que nos han recomendado. Se trata de unos cañones alrededor del río que pasa por la ciudad en el que a momentos pareces estar en un escenario digno de las antiguas películas del "far west".


Es un corto recorrido perro muy entretenido y con un paisaje único y espectacular.
Al volver buscamos un sitio donde ir a lavar la moto. Allí nos recibe un chico en estado de embriaguez bastante avanzado y que desde el primer momento quiere hacerse amigo nuestro. A Romà no parece hacerle mucha gracia pero yo le sigo el rollo. Mientras limpian la moto hablo con el joven que mientras bebe varios vasos de vino me recomienda algunos lugares típicos donde ir a comer la comida tradicional del lugar. Pagamos los 20 bolivianos por el servicio prestado y nos vamos a aparcar la moto ya que es la hora de comer.
Muy cerca está el mercado que el chico ebrio me había recomendado. En la segunda planta hay muchos puestecitos de ollas calientes donde te sirven varios platos. Los precios están indicados en unas pizarras. Yo me pediré el "picante de pollo", un plato tradicional que lleva pollo cocinado, arroz, una especie de picada y unas patatas negras que según me había explicado alcanzaban ese color porque las dejaban durante algún tiempo al sol y luego las ponían en frío, casi congeladas repitiendo esa acción en varias ocasiones. El plato es consistente y solo cuesta 12 bolivianos (menos de 2€). Romà por su parte se pide un plato de pasta que cuesta la mitad que el mío. Para beber repetimos con aquellas bebidas tradicionales que habíamos tomado el día anterior a 1 boliviano. Para que veáis la diferencia de precio pedimos un agua pequeña en el mismo lugar que nos cuesta 5 bolivianos, es decir 5 veces más.
Al terminar de comer un señor pasa vendiendo gelatinas, compramos una para cada uno costando 3 bolivianos las dos. El hombre se queda un buen rato hablando con nosotros sobre la historia de Bolivia, de la conquista de los Españoles, de un filósofo Boliviano y de un sinfín de cuestiones más que aunque son interesantes a ratos no he podido evitar desconectar.
Una vez terminamos volvemos al Hotel. Hoy queremos descansar un poco y de paso avanzar tanto en el blog como en la edición de videos, realmente vamos muy retrasados. Pero antes de ponernos con las manos en la masa tenemos pendiente hacer el rito de la coca. Así que sobre las 17h empezamos a "bolear". El sabor de la hoja es un poco amarga y me recuerda levemente al té. Si le ponemos un poco del dulce que compramos, rápidamente se agota su efecto endulzante, si le ponemos el bicarbonato pasa lo mismo. Hay gente que dice que debemos escupir la saliva que se nos genera y así lo hacemos, un tema bastante desagradable porque vamos llenando un vasito que tenemos, su aspecto es realmente repugnante. No dejamos de salivar y Romà le pregunta al recepcionista si hay que escupir a lo que nos responde que no, que si nos tragamos la saliva la coca hace más efecto. Nosotros no sentimos nada a excepción de un leve adormecimiento de la punta de la lengua, cosa que ya nos comentaron que nos podía pasar. Después de "bolear" durante media hora decidimos escupir la pelota de coca que hemos generado. El proceso ha sido una decepción para nosotros ya que no hemos sentido ningún efecto, ni tan siquiera que nos quitase el sueño, casi al contrario, yo estoy que me caigo.
Pero para ver realmente como vivimos esos momentos Romà ha preparado un video que no os podéis perder, desde el momento de la compra registrado a modo "cámara oculta" hasta el momento de la prueba de la coca. Os aseguro que os vais a reír. Para ello clickar el siguiente link: Romà Vidal - Especial Coca
Pasamos casi toda la tarde dentro del Hotel y yo ya empiezo a agobiarme un poco, cuando hay cosas por ver me sabe mal no hacerlo y empiezo a ponerme algo inquieto. Se lo comento a Romà y en pocos minutos está listo para salir a dar un paseo.
Caminamos por un mercadillo lleno de puestecitos donde compro una latita de un ungüento que se asimila mucho al famoso "Vicks Vapor Up", aunque realmente lo adquiero porque el envase metálico que lo contiene me encanta. Aprovechamos la ocasión y cenamos un bocadillo de lomo y una gaseosa "made in Bolivia" por un total de 28 bolivianos. En el bar ha entrado un chico argentino que con todo el valor del mundo se ha calzado su guitarra y con una voz más incómoda que agradable canta varias canciones para amenizar la velada. Solo por el valor que le ha echado decidimos darle una pequeña propina.
Al salir del restaurante vamos en busca de unas gelatinas que habíamos visto durante el paseo. Las sirven en unas copas grandes, son de dos colores y las encumbra una montañita de crema "chantillí". Compramos una para los dos y su precio es de 3 bolivianos.
Volvemos al Hotel donde después de escribir un poco me acuesto en busca de algo bonito con lo que soñar.

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