domingo, 29 de enero de 2017

29/01/2017 TUPIZA - UYUNI (223 km.)
UNA RUTA MUY PESADA

Después de desayunar y recoger todos nuestros enseres Romà se va a buscar la moto al parking del hotel y vuelve en poco rato. Cargamos la moto e iniciamos ruta. Imaginamos que será dura, según "google maps" se tardan más de 5 horas en hacer los 220km que separan a Tupiza de Uyuni.
Ponemos gasolina antes de empezar la ruta y negocianos el precio con el chico que nos la sirve. En vez de los 8 bolívares que cobran a los extrangeros nos la cobrarán a 6.
Iniciamos la ruta metidos entre polvo y ripio. No parece que vayamos a ascender mucho ya que aparentemente es una ruta plana. Los primeros kilómetros discurren entre cañones dignos de representar los escenarios de las mejores películas del oeste.
El escenario es curioso a la vez que hermoso. Al pasar un túnel de 2km que está a una altitud que supera los 4.000 metros encontramos una especie de peaje que cuesta 5 bolivianos. Y digo especie porque todo lo que os venga a la cabeza como peaje nada tiene que ver con aquello. Una caseta habitada por dos mujeres y una niña donde se puede ver al fondo varias camas y una cocina. El comprobante de pago es un pequeño ticket que te dan en cuanto has abonado el importe. Al pasar el peaje y tras varios kilómetros de circular por tierra el paisaje que nos envuelve se transforma y pasamos a estar rodeados por montañas secas y un terreno de lo más complicado para la conducción.
La carretera está en obras pero no hay ningún tramos asfaltado a la vista, es más, los tramos de obras son los más difíciles para circular ya que el ir y venir de la maquinaria amasan grandes cantidades de barro que me obligan a bajarme en varias ocasiones de la moto para tantear el terreno y buscar el mejor camino para poder pasar la moto con seguridad.
Los tramos de barro se van alternando con otros de ripio, algunos en buen estado y otros no tanto. Hay muchas indicaciones de desvíos a caminos alternativos a causa de las obras y hay que ir con los ojos bien abiertos.
Paramos varias veces para beber agua, el calor y el sol es sofocante y el terreno árido ayuda a que esas temperaturas se mantengan elevadas.
Por fin hemos encontrado un tramo asfaltado, pero nuestra alegría se nubla al ver que apenas dura 5km.
Llegamos al desvío hacia Tarija. No está muy bien indicado y debemos preguntar a un par de personas ya que nos lo hemos pasado.
Ahí el terreno aún se complica más al hacer aparición en el juego la dichosa arena.  
En varios tramos la encontramos y por seguridad me bajo de la moto ya que por todo el peso que llevamos nos hundimos y salir con éxito de esos tramos se hace casi una odisea.
Romà evita varias caídas de forma magistral, pero en uno de los tramos arenosos no puede evitar irse al suelo. Yo que me había bajado de la moto voy corriendo para ver si se encuentra bien; está en perfectas condiciones pero la caja lateral derecha ha tenido que aguantar todo el peso de la moto y se ha descuadrado por completo. Decidimos no abrirla para que permanezca cerrada al menos hasta que lleguemos a nuestro destino.
En un quebrante mal señalizado nos hemos desviado unos 5km de la carretera correcta. Por suerte un joven que guarda el acceso a esa carretera nos informa que vamos por mal camino y debemos retroceder hasta un puente, lugar donde nos hemos equivocado para reemprender el camino correcto.
Un nuevo tramo de unos 5km de asfalto se ha abierto bajo nuestros pies. La verdad es que nos sabe a gloria el descanso que sentimos al circular sin baches, ni temblores, ni esquivas, ni frenazos, ni acelerones. Y nuevamente estamos en la carretera de tierra, pero ésta vez el escenario ha vuelto a cambiar y hemos entrado en lo que parece un desierto y es que nos estamos acercando a "Uyuni" una población semi desértica que su mayor atractivo turístico es su salar, el más grande del mundo con 10.000 kilómetros cuadrados. La arena invade la carretera, cosa que me obliga a bajarme de la moto para sortear algunas zonas.
Me siento muy cansado, no se si es la altitud, la dureza de la carretera o las dos cosas y lo único que quiero es llegar a un alojamiento donde poder descansar.
Paramos en medio del desierto para hacer una pausa; mi cara es todo un poema.
Por el camino empiezan a aparecer las típicas llamas de la región, muy peludas y engalanadas con borlas en sus orejas.
Ya no queda mucho para llegar, llevamos más de 5 horas sobre la moto y los mojones de la carretera te indican los kilómetros que faltan para Uyuni.
Con menos de 30km por delante para llegar, el asfalto vuelve a aparecer para no abandonarnos hasta nuestro destino.
Son las 16h pasadas y Romà y yo exponemos nuestras diferencias sobre qué hacer: si comer primero o buscar alojamiento. Casi hacemos las dos cosas, preguntamos a varios restaurantes y hoteles y todo nos parece caro.
Uyuni es una ciudad muy turística y es por eso que los precios están adecuados a los visitantes aunque puedes encontrar restaurantes y puestecitos locales donde comer a un precio muy económico.
Parece que definitivamente nos centramos más en el alojamiento. El recepcionista de un hotel nos dice que no hay Hospedajes con aparcamiento. A nosotros que se nos ilumina la bombilla decidimos preguntar a los militares si en su cuartel podríamos estacionar la moto. El joven que hace guardia en la puerta marcha corriendo a consultarle a su teniente coronel. Esperamos su regreso con mas astío que impaciencia.
En pocos minutos vuelve y nos comunica que tenemos la autorización. Después de anotarnos en un libro para que podamos entrar le comentamos que primero iremos a dejar nuestra ropa a un alojamiento y luego volveremos para estacionar la moto. El joven militar nos dice que allí estará y que sino dejará aviso a su relevo.
Ahora si que podemos buscar con tranquilidad un Hostel. Después de preguntar en varios donde los precios eran bastante caros alguien nos informa de uno que es de lo más barato que hay en la ciudad, se trata del "Vieli Hostal" y la habitación de 6 camas con baño compartido y sin desayuno nos sale a 40 bolívares cada uno (7€ aprox.).
Ahí descargamos toda la moto y coincidimos con un grupo de 7 argentinos muy agradables y con los que tenemos "buena onda" desde el principio.
Después de darnos una ducha salimos a comer algo. De nuevo es tarde y vamos a un puestecito muy humilde donde elaboran comida tradicional. Decidimos probar la carne de llama acompañada de arroz y patatas y bebemos una gaseosa de color naranja de fabricación nacional, todo por 36 bolivianos. Cabe decir que desde que hemos llegado a Bolivia en los restaurantes apenas tienen agua, siempre son refrescos, gaseosas de su tierra o cerveza. Es algo sorprendente pero es así, si quieres agua debes comprártela en una tienda.
A Romà no le gusta el plato y lo comprendo. El arroz está muy pasado y la carne reseca y desmenuzada en largos filamentos, casi parecen fideos chinos.
De vuelta al Hostel vamos a llevar la moto al cuartel de los militares. Han pasado tres horas desde que fuimos a pedirles el favor pero estamos seguros que no habrá problema ya que el joven nos aseguró que lo pasaría en novedades.
Cuando llegamos no hay ningún militar de los que habíamos visto antes y comentamos la jugada con el que hace guardia en la puerta. Corriendo se va a hablar con su superior y a la vuelta nos dice que no nos autorizan la entrada de la moto en su recinto. Extrañados por la contrariedad que existe de las dos veces que hemos hablado con ellos desistimos en nuestro intento y nos vamos dándoles las gracias por todas las gestiones que han realizado y las molestias que hayamos podido causarles.
Al volver al Hostel coincidimos con quien parece ser el dueño del alojamiento. Le comentamos el problema de la moto y nos dice que él tiene un aparcamiento muy cerca del Hostel y que la podemos dejarla estacionada allí. Aceptamos sin duda alguna aunque puede que tengamos que pagar 10 bolivianos por día, una cantidad casi insignificante (cerca del euro y medio).
La hora de la comida casi se nos ha juntado con la de la cena y salimos al centro en busca del grupo de argentinos ya que nos han dicho que estarían por la zona. Sin buscar en exceso no damos con ellos y entramos en un restaurante cualquiera en busca de comida algo menos pesada.
Yo me tomo una hamburguesa doble, imagino que algo de carne de vacuno no me hará mal y Romà solo cena una ensalada. En cuanto veo la hamburguesa me doy cuenta que me he pasado, es enorme y no me la puedo acabar. La cuenta asciende a 70 bolívares incluyendo una botella de agua de dos litros. El camarero me devuelve mal el cambio y de una manera sutil, es decir, sin moverme de la barra, consigo que me devuelva los 10 bolivianos que me ha intentado sisar.
De vuelta en el Hostel nos reencontramos con los argentinos que nos comentan que finalmente habían ido a una zona cercana al centro pero de comida autóctona y que por eso no nos habíamos encontrado.
Tras unas agradables charlas y en cuanto vemos que la medianoche se aleja de nuestro horizonte nos vamos a dormir.

Mapa de ruta:

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