30/01/2017 UYUNI
CEMENTERIO DE TRENES Y EL SALAR DE UYUNI
Cansados de una comida algo pesada y no muy bien elaborada decidimos gastar algo de dinero aunque eso conlleve saltarnos el "modo ahorro" y desayunar algo que respete un poco más nuestra tripilla.
Al despertarnos nos acercamos al centro de la ciudad donde hay restaurantes turísticos con comida internacional. Tomamos el típico "desayuno continental" y de mientras jugamos un par de partidas a la ajedrez. Romà me gana la primera pero en la segunda le hago una jugada maestra, el "jaque pastor" y en apenas 4 movimientos le empato a victorias.
El desayuno nos sale algo caro, unos 60 bolivianos, pero nuestra panza nos lo va a agradecer.
Esta mañana la queremos dedicar a la reparación de la moto. La segunda caída de Romà dejó muy maltrecha la maleta derecha y la bandeja trasera se terminó de partir por varios puntos habiendo cumplido con su cometido muy por encima de nuestras expectativas.
Nos acercamos a un recinto donde hay unos soldadores con los que hablamos el día anterior. Allí se encuentran subidos a una estructura de unos 8 metros de altura sin ningún tipo de protección; ni cuerdas, ni cascos, ni nada. Uno de ellos baja a recibirnos y comienza con las reparaciones. Suelda todos los puntos que se habían soltado de la bandeja y le pone dos refuerzos para hacerla más consistente. Para reparar la maleta la golpea fuertemente con un martillo para enderezarla, eso sí dejándola toda bien marcada. Intenta soldarla porque tiene una gran brecha, pero es aluminio y no tiene el material adecuado para hacerlo, así que inventa un sistema muy rudimentario pero efectivo, le coloca una pequeña plancha de hierro que atornillará a la maleta cerrando la crencha. Las reparaciones han quedado bien, incluso la maleta cierra correctamente, cosa que desde la primera vez que cayó la moto al suelo no había vuelto a suceder.
Nos pide por la reparación 150 bolivianos pero le regateamos hasta 120 y acepta al momento, seguro que le hemos pagado "demasiado" bien su trabajo.
Como ya tenemos la moto lista y es pronto decidimos acercarnos al cementerio de trenes ya que está muy próximo al lugar. Se trata de un lugar donde quedaron abandonados los trenes que transportaban agua a la ciudad años atrás. El sitio es curioso aunque está bastante sucio, algo que ya nos parece una "tradición" boliviana.
Hay muchos vagones y locomotoras, todos "grafitteados" unos con más arte que otros. Tomamos las pertinentes fotos aprovechando que no hay mucha gente y volvemos al centro del pueblo en busca de un lugar donde ir a comer.
A Romà le apetece comida mejicana y a mí me parece genial. En el centro comemos unos nachos y unos burritos acompañándolo con coca-cola que nos cuesta 120 bolivianos, lo se, caro, pero rico y sano. Mientras comemos coincidimos con una mujer catalana con la que hablamos y terminamos juntándonos en la misma mesa. Nos comenta que su marido está en un mecánico reparando el todo terreno con el que viajan, llevan toda la vida haciendo viajes de aventura y resulta que su marido había corrido el antiguo "París - Dakar" en varias ocasiones. Poco antes de marcharnos aparece, se llama Ramón, un señor muy simpático y agradable. Nos facilita su teléfono por si necesitamos cualquier cosa durante el viaje y nosotros le facilitamos una de nuestras tarjetas. Ha sido una agradable y curiosa coincidencia.
Romà está emocionado, esta tarde iremos al "Salar de Uyuni" uno de los lugares que esperaba con más deseo. Quiere hacerse una foto con la moto en medio del salar con el efecto espejo. Os explico de que se trata. El "Salar de Uyuni" es una extensión de 10.000km cuadrados de sal. Antiguamente era un mar y cuando se secó quedó el desértico salar. Cuando llueve, si no caen muchos litros se forma una pequeña capa de agua que crea un efecto espejo espectacular. El problema que hay es que según nos han dicho varias personas va a ser casi imposible entrar con la moto ya que llovió mucho la semana pasada y a la entrada, unos 100 metros lineales, nos encontraremos con una capa de agua de dos palmos. Si el agua salada toca el motor puede causarle fallos eléctricos e incluso dejarlo inutilizable, pero Romà no va a desistir en su empeño, sí o sí quiere hacerse esa deseada foto y se las va a ingeniar como sea para poder entrar.
Salimos de Uyuni y a unos 20 kilómetros circulando por una carretera bien asfaltada llegamos al pueblo de "Colchani", desde ahí un camino de tierra lleno de baches nos lleva a una de las entradas del salar, posiblemente la más conocida. Como punto de referencia hay un monolito en memoria de los fallecidos en el fatídico accidente que aconteció en 2008 entre dos todo terrenos llenos de turistas que inexplicablemente chocaron de frente. Según la versión de algunos "puede" que uno de los conductores estuviese ebrio. En el accidente solo sobrevivió el otro conductor pero nunca se ha sabido su versión.
Yo compruebo que hay una zona por la que parece que con cuidado se podría pasar, quiero que la ilusión de Romà se cumpla y voy a colaborar todo lo que pueda a ello.
Romà apaña el saco de basura con el que tapamos la maleta cuando llueve, lo pega al chasis de la moto tapando el motor e inicia una entrada hacia el salar siguiendo los pasos que yo le marco.
Apenas pasa un par de baches dificultosos ya estamos en una zona donde el efecto espejo aparece ante nosotros. Romà se pone algo pesado pidiéndome que le haga fotos, pero me callo y acepto mi "papel secundario" ya que se que esto es una de las cosas que más ilusión le hacía del viaje.
Después de tomar muchas instantáneas y diferentes tomas de vídeo salimos del salar con el motor un poco bañado en salitre pero según parece en perfectas condiciones. Yo me desalo las piernas y pies lo máximo que puedo, eso es lo que tiene caminar por esos lares descalzo o en sandalias.
De vuelta en Uyuni pasamos por un lavado que aunque lo hacen muy rápido dejan la moto limpia como una patena. 20 bolivianos nos cuesta, el precio estándar por el servicio.
Volvemos al Hostal y dejamos la moto estacionada, es la hora de irnos a cenar.
Nos acercamos al centro donde tomaremos un par de chuletas con arroz en un restaurante local. Pedimos para beber cerveza pero no tienen, no obstante nos indican que al doblar la esquina hay un local donde podemos comprarla. Allí un señor muy amable nos explica que el lunes es día de "ley seca" y que si la policía te ve ebrio te lleva al cuartelillo, por eso los restaurantes no sirven bebidas alcohólicas. Compramos 2 botellines de una cerveza llamada "Inca" por 15 bolivianos. Al beberla un sabor dulce es lo que predomina por encima del resto, no parece cerveza, pero para degustarlo ya está bien. La cena nos ha salido por 48 bolivianos sin contar la bebida.
Volvemos al Hotel y nos vamos a descansar, nos sentimos afortunados por estar solos en una habitación compartida para 5 personas, pero todo puede cambiar de un momento a otro...
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