21/01/2017 QUEDAS DO IGUAÇÚ - FOZ DO IGUAÇÚ (263 km.)
LA INMENSIDAD DE LAS CATARATAS DE IGUAZÚ
A poco más de las 08h Romà ya está despierto. Yo que sigo congestionado por mi resfriado me despierto al oír sus primeros pasos.
Nos vestimos con ropa ligera y bajamos al comedor. Allí el desayuno más completo en lo que llevamos de viaje nos está esperando. Tartas de todo tipo, embutido variado, fruta, dulces, zumos, café, chocolates, etc. Desayunamos sin excedernos aunque el buffet invita a comer hasta no poder más.
Recogemos y acomodamos todo en la moto. Iniciamos la ruta pasando por grandes campos de lo que creemos que será mate, lo cierto es que las vistas se parecen más a "la Toscana" que a lo que te puedes imaginar cuando te hablan de Brasil.
Es un trayecto corto, aunque el dolor de culo y mis dolores en las rodillas hacen que parezca uno de los más largos.
A poco más de las 13h llegamos a Foz de Iguazú. Tras callejear un poco damos con el Hostel que habíamos mirado por internet, el "Poesía Hostel". En internet hemos visto una oferta por 7€ pero en la recepción parecemos entender que ya no hay esas habitaciones y que el precio por alojarnos es de 40 reales por persona con desayuno incluido. Aceptamos quedarnos pese a que el alojamiento no dispone de aparcamiento para poder dejar la moto. El barrio se ve tranquilo y nos fiamos de dejarla en la entrada.
Nos instalamos en una habitación con 6 literas y aunque no queda muy claro que camas hay disponibles yo consigo hacerme con una inferior.
Me doy urgentemente una ducha de agua fresca, mi cuerpo lo necesita, hasta estoy mareado por culpa del calor que hemos sufrido en la moto.
Pedimos consejo para ir a comer a algún restaurante y el recepcionista nos dice que en el centro hay un buffet libre que está muy bien. Nos acercamos con la moto y sus 25 reales nos tiran para atrás, buscamos algo más barato. El "maitre" nos recomienda otra "churrasquería" a la que nos acercamos y nos dicen que el tenedor libre cuesta 60 reales. Seguramente aquél camarero ha pensado que su restaurante era poco para unos chicos que viajan por el mundo con una BMW y es que justamente buscamos todo lo contrario.
De camino a los restaurantes hemos visto un buffet libre por unos 13 reales. Rápidamente damos con él y comemos algo sencillo pero muy rico. Yo que estoy sediento engullo mi bebida de "guaraná" teniéndome que pedir un segundo refresco para calmar del todo mi sed.
Al terminar nos dirigimos hacia las cataratas. Son unos 20 km de recorrido por una carretera principal hasta llegar a la entrada del recinto. Allí Romà aparca la moto y compramos en unas máquinas las entradas y el pago del parking. Cada entrada cuesta 64 reales y el aparcamiento 22 más. Sin perder mucho tiempo entramos por el acceso donde hacemos una pequeña cola a la espera de que un autobús venga a buscarnos para llevarnos al inicio de las pasarelas desde donde se pueden ver las cataratas.
El bús llega rápido, tiene dos plantas y nos subimos a la superior. En poco más de 10 minutos llegamos a la parada final. En cuanto nos bajamos se empieza a oír el rumor del agua que anuncia lo que nos espera por ver.
Mientras nos acercamos vemos como un "coati" le hurta la mochila a un hombre que la ha dejado en el suelo y pese a los intentos de su propietario en evitar que se la llevase no puede evitar el desastre. Por suerte, poco después, un guardabosques del parque consigue recuperarla aunque con algo menos de comida en su interior.
Los "coatí" o "nasua" parecen estar acostumbrados a la presencia de las personas y se pasean alrededor de los pies de los turistas esperando el momento para robar otra mochila. Se ven preciosos pero hay que considerar que son carnívoros y ese es su hábitat. Por ese motivo se pueden leer por todos lados letreros que advierten del peligro de darles comida a esos dulces animales ya que en más de una ocasión algún humano se ha llevado de recuerdo algún que otro mordisco.
De repente unas impresionantes vistas se abren ante nuestros ojos, la inmensas cataratas están ahí, con su imponente presencia.
Tomamos algunas fotos y empezamos el camino que nos mostrará desde diferentes ángulos y distancia aquel espectáculo de la naturaleza.
Hay mucha gente y el calor se hace asfixiante, no paramos de sudar por lo que decidimos comprarnos un coco para bebernos su agua y una botella de agua. Los precios son desorbitados pero nuestra hidratación prima por encima de unos cuantos reales.
Después de haber pasado por varios miradores llegamos al más imponente desde el que te sitúas en medio de las cataratas. Caminamos por una pasarela y un fuerte viento transforma el agua salpicada en una espesa llovizna que empapa a todo aquél que por allí pasa. Pero todo eso vale la pena a cambio de sentir la fuerza de la naturaleza, de tomar un poco de la energía que la madre tierra nos regala, de sentirse parte viva de este mundo, de disfrutar de la magnitud que nos regala tal espectáculo. Me olvido de toda la gente que me rodea, ahora no importa, solo importa lo que sientes al estar allí.
Vuelvo a la realidad y aprovechamos para tomar algunas videos, no podemos dejar pasar la oportunidad.
Una vez retornamos al camino observamos como el día está cambiado radicalmente. Un fuerte viento se ha levantado y el agua que nos moja ya no es solamente de las cataratas sino que el agua de lluvia empieza a hacer acto de presencia.
Nos resguardamos bajo un pequeño edificio a la espera de que vengan unos ascensores que te llevan directamente a un mirador. Es otra perspectiva menos espectacular pero que te muestra una vista más panorámica de una de las siete maravillas naturales de nuestro planeta.
La lluvia se torna más intensa y corriendo vamos a la estación donde debemos tomar el autobús que nos llevará de vuelta al inicio de la visita. En cuanto llegamos nos percatamos que allí no ha llovido y nos regocijamos de la suerte que hemos tenido ya que habíamos dejado los cascos atados a la moto.
Recorremos los 20 kilómetros que separan las catarátas del Hostel sin que una gota de lluvia caiga sobre nosotros.
Una vez aseados conocemos a tres chicos de Madrid. Compartimos unas cervezas que hemos comprado en un súper cercano y charlamos con ellos sobre qué estamos haciendo por estas tierras.
Se acerca la hora de cenar y como no tenemos comida salimos en busca de algún restaurante cercano. No muy lejos topamos con una pizzería donde compramos una pizza mediana (6 trozos) de dos sabores diferentes que nos cuesta unos 28 reales.
Nos la comeremos en el Hostel en compañía de los chicos que acabamos de conocer mientras seguimos conversando de política y otros temas banales.
Como últimamente andamos algo cansados, no nos enredamos y nos acostamos temprano, cayendo rendidos sin remedio.
Mapa de ruta:
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