martes, 28 de febrero de 2017

27/02/2017 AMAZONAS
ENFERMO SIN PODERME MOVER Y CARNAVAL EN SANTA ANA

Los efectos de la ayahuasca no me han dejado descansar. Imagino que tomar una doble ración de la bebida espirituosa ha sido demasiado para mí. He estado toda la noche vomitando, o mejor dicho intentando hacerlo porque el estómago me quedó vacío con la tercera expulsión y a partir de ahí solo arrojaba el poco agua que era capaz de ingerir o los restos de bilis que generaba mi hígado. Pero no todo se quedaba ahí, la diarrea también se manifestó repentinamente, ahora tendría que levantarme de la cama e intentar llegar al baño que se encontraba en el exterior de la caseta. Al ponerme de pié de nuevo toda la estancia comenzó a girar entorno mío, con mucha dificultad intenté alcanzar la puerta de salida dando cortos pasos y abriendo los brazos para evitar chocar con cualquier obstáculo que pudiese encontrar en mi camino. Llegué a la puerta y tras abrirla sentí como la selva me aguardaba tras de ella, con los sentidos más agudizados de lo normal escuché hablar a los animales y decidido aunque con miedo decidí salí al exterior. Salté desde la estora de cañas que hacía su función de suelo para caer sobre la pachamama, en el aire sentí que el tiempo se ralentizaba estrepitosamente y como si de una película se tratase cuando mis pies impactaron sobre el suelo un ensordecedor estruendo retumbó en mi cabeza sintiendo como si el suelo se abriese bajo mis pies. Consciente de que en la selva podía encontrarme cualquier animal y más siendo la hora de la salida del sol empecé a caminar velozmente tratando de esquivar los árboles que se interponían en mi camino, varias luces de colores parecían iluminarse a mi alrededor como si tratasen de iluminarme la senda y por fin, después de recorrer apenas 10 metros que me parecieron 10km llegué al baño. Ahí expulsé de mi cuerpo cualquier resto que pudiese quedarme. Mientras estaba sentado prestaba atención a cualquier ruido o movimiento que pudiese darse a mi alrededor. Con dificultades para coordinar mis movimientos pude asearme y ya con algo menos de dificultad y aventura retorné a mi cama. Las ganas de vomitar apenas habían menguado y mis intentos por hacerlo caían en saco roto dejando en mis ojos lágrimas que brotaban a causa del esfuerzo que hacía en cada invite. 
Sin recordar como caí rendido.
A la mañana siguiente el deambular de Jorge por la caseta me despierta, sigo cansado y no me encuentro muy bien, no he podido desprenderme de las nauseas. Jorge me invita a que me levante para desayunar algo. Yo que no tengo hambre hago un esfuerzo titánico para reincorporarme en la cama y en cuanto abandono la posición horizontal un fuerte mareo se apodera de mí. Jorge me anima a ponerme de pié y aunque no me veo capaz hago un nuevo esfuerzo y lo consigo. Me siento inestable y un fuerte mareo hace que pierda la verticalidad, me tambaleo hasta poder quedarme inmóvil. Ahora trato de caminar pero a la que levanto un pié del suelo vuelvo a tambalearme. Decido volver a la cama, es el único sitio en donde me siento relativamente bien. Romà que no se si lo hace por animarme o por reírse de mí empieza a hacerme bromas que yo no llevo con mucho humor, no obstante noto que comienza a preocuparse por mi estado y me dice que no haga nada de buena cara, yo confío en ir mejorando poco a poco.
Jorge me insta nuevamente a que desayune algo y vuelvo a ponerme en pié después de pensármelo unas cuantas veces. En la mesa tan solo soy capaz de tomar un poco de zumo y una pequeña porción de fruta que digiero con gran desgana. Sin peder tiempo me vuelvo a la cama, necesito tumbarme, el mareo no disminuye. 
Ahora Jorge me explica que debería bañarme con unas hierbas medicinales que él me va a preparar. La ayahuasca te limpia por dentro, pero unos debe hacer una limpieza exterior para quitarse todas las malas sensaciones. Hablo con Jorge y le digo que no puedo levantarme de nuevo, que me encuentro muy mal y él, haciendo las funciones de "padre" me dice que me lavará la cabeza en la cama. Preparar un barreño con las hierbas recolectadas por él mismo, una agradable fragancia emana del balde. Saco la cabeza como puedo dejándola fuera del habitáculo de la cama y Jorge empieza a lavarme con la mezcla sanadora. La verdad es que no se si es por el olor, por lo fresca que está el agua o por el poder mágico que le atribuye a ese mejunje, pero yo me siento algo mejor. No obstante una vez termina me vuelvo a meter en la cama, eso sí, sin dejar de beber agua, creo que todo volverá a la normalidad cuando expulse de mí todo rastro de ayahuasca que pueda quedar.
Jorge decide ir a buscar a la chamana, me dice que quiere que me haga un rito sanador por el que no tendré que pagar nada, que de eso ya se encarga él. Yo le pregunto si es normal lo que me está sucediendo y me explica que él cree que la ayahuasca está haciendo un gran trabajo en mí, me argumenta que la planta me quiere y que por eso me está durando tanto su efecto. Añade que yo sería un gran chamán.
Después de unos minutos vuelve acompañado de María que pronto inicia el ritual. Me hace sentarme en la cama y al igual que hizo ayer enciende unos “mapuchos” y me lanza su humo, para a continuación arrancarse con una de las canciones que tanto sonó ayer al mismo tiempo que sacude mi cabeza con el abanico de palma siguiendo el ritmo de la melodía. 
Evidentemente el ritual ha sido mucho más corto que ayer, y sin dirigirme ni una palabra en cuanto finaliza su actuación da media vuelta y se marcha despidiéndose, eso sí, de Jorge.
Vuelvo a mi posición horizontal, sigue siendo como me siento mejor y no quiero abandonarla bajo ningún concepto. Pero Jorge no tardará mucho en volver a ofrecerme otro baño de hierbas, pero ésta vez quiere hacérmelo en todo el cuerpo. Me explica que la ayahuasca te limpia por dentro, pero que también es igual de necesario e importante hacer una limpieza externa con la que quitará todas las impurezas que mi cuerpo está expulsando.
Aunque daría cualquier cosa por no moverme de la cama decido hacer un nuevo esfuerzo, aún más grande si cabe porque ahora tendré que caminar hasta el exterior de la cabaña. 
Jorge ya tiene el barreño con las plantas medicinales preparado en el exterior y se acerca para ayudarme a incorporarme. Romà también está a mi lado. Consigo ponerme en pie pero sigo inestable. Espero varios segundos a que el mundo se asiente bajo mis pies y comienzo a andar bien escoltado. Llego al exterior y me desnudo para dejar mi cuerpo a merced de Jorge. Empieza el baño, el agua está fresca y aunque de primera impacta el contraste de temperatura se torna agradable y en cierto modo siento un efecto sanador. 
No hay mejoría notable y una vez me he secado y me he vuelto a vestir retorno a mi guarida, el único sitio donde vuelvo a ser persona, mi cama.
Se ha hecho la hora de comer. Jorge me invita a que haga un esfuerzo pero me siento incapaz, he tirado la toalla, no lo voy a intentar. Romà y Jorge sí se sientan a la mesa y yo empiezo a dar pequeñas cabezaditas.
Ya son las 17h, apenas recuerdo que ha sucedido a mi alrededor, imagino que el sueño me ha hecho desconectar de la realidad. Jorge nos explica que hoy es el día grande de Carnaval en Santa Ana. Hay juegos en la plaza del poblado, la guerra de barro, el erguimiento de las palmeras y por la noche el baile de máscaras. Romà está listo para ir a participar de todo lo que se le ponga por delante, pero yo, aunque me muero de envidia no me veo capaz de mantenerme en pie.
Romà se prepara con unas ropas zarrapastrosas y me pide que le deje la cámara. Le indico donde está todo y le digo que si en algún momento me sintiese mejor y me viese bien como para bajar al poblado allí nos veríamos, de lo contrario o me habré muerto o nos reencontraremos en el campamento a su vuelta. Equipado como si a una batalla se marchase se despide de mí con una sonrisa pícara en la cara.
Jorge me informa que en breve él se va a marchar, pero antes me pide que si puedo me ponga en pie y me dé una ducha en el exterior, me explica lo importante que es hacer estos lavados porque así retiro de mi cuerpo lo impuro que estoy expulsando. No le prometo nada pero le pido que me deje un barreño con agua en el exterior por si me viese con fuerzas.
Y ahí me encuentro yo, solo en medio de la selva, mareado y con la sensación de no ser capaz ni de ponerme en pie. Doy varias cabezaditas y aunque no siento haber mejorado me automotivo hablando conmigo mismo: “vamos Elí, tú puedes, levántate, vamos!”. Me lo repito una y otra vez hasta que por fin parece dar sus frutos, me he levantado y me dirijo al exterior para darme otra ducha. Poco a poco me desnudo y sintiéndome parte del universo me lanzo cubos de agua por encima. Estoy solo, rodeado por los árboles de la selva, lejos de toda civilización luchando contra mi malestar, no hay nada ni nadie más.
Una vez he terminado y después de haberme sentido otra vez más como parte de un todo me visto y siento una leve mejoría. Por primera vez me planteo si seré capaz de irme solo hasta la comunidad de Santa Ana. Son 20 minutos caminando por el medio de la selva, pero esta vez totalmente solo, sin nadie que conozca esos caminos a mi lado, sin nadie que pueda protegerme de algún animal peligroso con el que me pueda encontrar…  Y ahí vuelve a salir mi “coach” interno, vuelvo a hablar conmigo mismo y me respondo que SÍ, voy a bajar al poblado.
El suelo aún se tambalea bajo mis pie, pero ha disminuido drásticamente la sensación que había tenido todo el día. Así que me visto con una buena capa de valor y me lanzo hacia el poblado.
Camino despacio y con cuidado, a cada paso que doy el suelo parece temblar y mi entorno parece moverse como si estuviese encima de un barco. Después de casi media hora y sin ningún sobresalto llego a Santa Ana.
Al pasar por las primeras casas que me encuentro la gente ya me indica que mi amigo está en la poza de agua dulce, al final del poblado. De camino un hombre ebrio me aborda y me da la mano a la vez que grita para que todo el mundo lo oiga “es mi amigo!”. Yo que por mi trabajo estoy acostumbrado a tratar con gente que se encuentra bajo los efectos del alcohol le sigo el rollo a lo que la gente del poblado que está presenciando la escena se echa a reír.
Sigo mi camino y no dejo de encontrarme a gente embadurnada de barro, resultado de la batalla que se lleva a modo de juego en la celebración de los carnavales. Por fin llego a la charca. Allí está Romà rodeado de un grupo de lugareños que se están limpiando el barro que han acumulado durante la batalla. Se le ve feliz y me sonríe sorprendido al verme allí, erguido como las palmeras!
Romà me explica que ha participado en la batalla de barro, que mucha gente la había tomado con él porque era el extranjero y que lo habían embadurnado por completo. 
También me explica que ha ayudado a izar las palmeras. Se trata de otro juego típico de los carnavales en el que dos palmeras que previamente se han cortado son adornadas con cubos en su copa. Posteriormente la gente, tirando de unas cuerdas las ponen en pie e introduciendo su base en un agujero hecho previamente en el suelo se dejan erguidas durante las fiestas hasta su finalización, momento en que se retiran. Ahí va un vídeo para que veáis de qué estoy hablando:
Volvemos a casa de Jorge, él no ha estado en las fiestas, parece que no se encuentra muy bien, hace mala cara y no parece el mismo con el que hemos compartido los últimos días. Romà me comenta que va a volver al campamento ya que se quiere cambiar de ropa y ponerse un poco “decente” para lo que queda de noche. Yo que aunque me encuentro mucho mejor aún no estoy al 100% decido quedarme en Santa Ana y no acompañarlo.
Casi una hora después Romà está de vuelta. Compartimos interesantes conversaciones con Jorge y su mujer y nos invitan a cenar pescado con arroz envuelto en una hoja de palma verde, una comida muy apreciada en aquellos lugares.
Yo me encuentro mucho mejor, apenas tengo un atisbo de mi malestar y acepto de buen grado la cena a la que me han invitado.
Jorgito aparece con su mujer que está en un estado avanzado de embarazo. Pronto serán padres y se les ve muy felices con la futura venida de su hija. 
Jorgito nos invita a ir a su casa para mostrarnos donde van a vivir. Entramos en la casa familiar, encabezada por la tienda de comestibles, pasamos a la trastienda y subimos unas escaleras que nos conducen al primer piso. Allí hay un habitáculo de unos 10 metros cuadrados totalmente vacío, no hay absolutamente nada. Jorgito nos explica que ese será su hogar. Todo ello me hace pensar en lo mucho que nos complicamos la vida en este lugar que llamamos “primer mundo”. Sobre todo cuando me asomo al balcón y observo las maravillosas vistas del Amazonas con su bello atardecer que inunda mi mirada.
Jorgito me explica que ellos la vida la hacen allá conforme sale y se pone el sol. No tienen reloj porque no lo necesitan, viven en comunidad y cazan y cultivan para poder subsistir. No obstante cada vez más el consumismo se ha empezado a apoderar de su “modus vivendi” y muy cerquita del poblado se encuentra “Tamshiyacu”, principal pueblo donde hay mercado, tiendas y los colegios donde van los más jóvenes y un poco más lejos la capital de la región, Iquitos, donde puedes encontrar de todo.
Mientras permanecemos en el balcón poco a poco va apareciendo parte de la familia de Jorgito: su mujer, su tío Américo y su esposa Maruja junto con su hija pequeña de unos 11 años de edad son los que terminarán haciéndonos compañía. Para ellos, ha llegado el momento de hacer negocio. Una de las fuentes de subsistencia que hay en aquellos poblados es la artesanía: montan pulseras y collares con cuerdas, semillas y trozos de ayahuasca. Es un arte que desarrollan más las mujeres, incluso según nos explican se reúnen rutinariamente para fabricarlas. La tía de Jorge y su mujer hacen un despliegue de sus obras, pero Américo tiene una muy especial para mí. Días atrás le había pedido a Jorgito si me podían hacer una pulsera con los colores de la bandera de Perú y me dijo que lo intentarían. Y “voila”! Ilusionado como si me hubiese comprado un coche nuevo me la pongo en mi muñeca donde como si de un mostrador se tratase muestra la colección de pulseras de todos los países por donde hemos pasado.
Tras efectuar alguna que otra nueva adquisición llega el momento que todo el mundo estaba esperando, el desfile de máscaras. Se trata de una tradición antigua a la vez que extraña. Se lo que posiblemente estéis imaginando: “un desfile de gente con máscaras trabajadas en artesanía, ¡que preciosidad!”, pero lo cierto es que no tiene nada que ver con esa imagen idílica. En el pueblo hay un grupo de personas que se disfraza y se construyen máscaras pero hechas en su gran mayoría con bolsas de papel y cartulina, carecen de dibujos bonitos y de colores llamativos, es decir, un trabajo con poco detalle pero efectivo para el propósito que debe cumplir, el de esconder la verdadera personalidad que hay detrás. También hay algunas máscaras de goma, las típicas que podemos encontrar en una tienda de artículos para fiestas. Los disfraces tampoco son muy elaborados, la gran mayoría viste ropa normal y el disfraz predominante es el de mujer, un clásico en todas partes del mundo como podéis ver. 
A ese grupo se les llama “los enmascarados” y su función es la de atemorizar a la gente de la comunidad. Los vecinos se agolpan en los porches de sus casas esperando el tan deseado momento. De lejos ya se asoma el grupo, son unos 30 enmascarados que empiezan su camino a través del poblado al ritmo de una comparsa formada en su gran parte por percusionistas la cual los precede.
Los enmascarados se aproximan a la gente con el afán de causarles miedo; el público grita como si estuviera atemorizada, simulan temerles; es parte de la comedia que encierra el carnaval.
A su paso la gente sale detrás de ellos siguiendo su ritmo hasta llegar al campo abierto donde se encuentran las palmeras erguidas. Nosotros vamos Romà, Jorgito, sus 2 sobrinas (Lady de 14 años y su hermana de 11), la mujer de Jorgito, Yoris (la mujer de Jorge) y yo. 
Este campo queda rodeado de casas, pero una de ellas es donde se dirigen los enmascarados. Se trata de una especie de patio cerrado que según nos han explicado lo ha cedido un ciudadano de Santa Ana para la celebración. Justo empieza a sonar una música y el grupo se divide en parejas. Entrelazados por sus brazos comienzan una danza extraña pero a su vez graciosa donde se mueven con un ritmo despreocupado, realizando la forma de una circunferencia a lo largo y ancho del recinto. Durante ese rato no puede unirse nadie que no sea un enmascarado, o al menos eso nos ha parecido entender.
Después de un buen rato de haber bailado casi rozando el éxtasis, los enmascarados se retiran de ese recinto y en otro flanco de la plaza, un nuevo local espera su llegada. Detrás de ellos entramos en el nuevo local. Una superficie de apenas 40 metros cuadrados deberán acoger a toda la gente que está participando de la fiesta. 
La comparsa sigue marcando el ritmo y de nuevo comienza la danza por parejas. A mí se me van los pies y tengo la suerte de que Yoris se ofrece a bailar conmigo. Saltamos a la pista y nos mezclamos con los enmascarados. Al cabo de un rato observo que Romà se ha lanzado con Jorgito y su mujer a mover el esqueleto. Bailamos con un ritmo desenfadado sin dejar de dar vueltas en círculo y sin darme cuenta me encuentro con nuestro amigo “ebrio”, sí, es aquél que a primera hora de la tarde me había saludado gritando  “ES MI AMIGO”  que está bailando con Romà. Pese a su borrachera se ha dado cuenta que estoy pasando por su lado y cual sorprendente agilidad me agarra del brazo y me aferra a él. El hombre parece estar en éxtasis por tenernos amarrados a banda y banda y su excitación cada vez va a más, llegando a su éxtasis justo en el momento que nos reta a hacer el paso del baile de la canción de la “mayonesa”  a la vez que nos grita “ABAJO, ABAJO , ABAJO, ABAJO…”  tirando de nosotros hacia el suelo llegando a conseguir que rocemos el piso con el culo; bueno, a decir verdad es él quien lo consigue pero nosotros pese a que le hemos seguido un poco en su delirio terminamos por escabullirnos entre la multitud.
Los bailes se prolongan y la gente no deja de bailar y disfrutar de la fiesta. La noción del tiempo se ha desvanecido con la atmósfera que nos envuelve.
Cuando la fiesta termina la gente retorna a sus casas. Nosotros nos despedimos de todos y volvemos acompañados de Jorge hacia el campamento. Nos hemos ganado con creces un buen descanso…

lunes, 27 de febrero de 2017

26/02/2017 AMAZONAS
CEREMONIA DE LA AYAHUASCA


Hemos preparado en el suelo un colchón con una almohada. Allí espero sentado con las piernas cruzadas y cierto nerviosismo el inicio de la ceremonia. Varias velas iluminan el lugar haciéndolo parecer aún más místico. Todo a mi alrededor está despejado a excepción de un par de bancos de madera donde estarán Romà y Jorge. 
La chamana se disculpa por la tardanza y toma asiento en el suelo, justo delante de mí.
María, trae una bolsa de plástico. De allí saca una linterna frontal, una bolsa de plástico con un buen puñado de cigarros blancos sin boquilla que reciben el nombre de “mapachos”, una botella de plástico de 1500cc que contiene una cuarta parte de un líquido marronoso y denso, la ayahuasca, una botella pequeña con un liquido transparente en su interior, medio coco de pequeñas dimensiones y un abanico hecho con hojas secas de palma.
Me explica que la ceremonia dura unas 3 horas, que es posible que sienta nauseas, mareos y diarreas durante el proceso y que de ser así debo pedir ayuda a Jorge para que me acompañe al baño. Jorge que ha sido previsor me ha dejado a mano una botella de agua, un rollo de papel wc y un barreño por lo que pueda pasar. 
María toma un mapacho, lo enciende y se dirige hacia mi espalda. Me abre con cuidado la chaqueta y expulsa una bocanada de humo en su interior. Repite la operación, esta vez tirando el humo dentro de sus manos las cuales tiene apoyadas sobre mi cabeza de forma cóncava. Y repite la operación una tercera vez, en esta ocasión me abre la chaqueta por la parte delantera y lanza el humo dentro de mi ropa. Yo que soy bastante intolerante con el humo del tabaco no me queda otra que aceptar de buen gusto este “baño”.
María vuelve a tomar asiento delante de mí, agarra la botella que contiene la ayahuasca y lanza en su interior un par de bocanadas del humo del “mapacho” mientras tapa la botella con el fin de que no se escape nada de lo que acaba de introducir.
Pasados unos segundos abre la botella y mientras llena el coco con la ayahuasca me da las siguientes instrucciones, las cuales debo seguir estrictamente si quiero conseguir que la pachamama me “hable”: tengo que concentrarme plenamente en el objetivo que quiero conseguir, por ejemplo sanar una enfermedad mental o física o recibir respuesta a alguna duda que me haga estar intranquilo. Ella hará una especie de rezo a la ayahuasca manteniendo el coco lleno de líquido entre sus manos y posteriormente me lo pasará a mí. En ese momento yo debo centrarme plenamente en lo que deseo y debo pedirle a la pachamama de la siguiente manera para recibir su ayuda: “Pachamama” o “Pachaabuelo” ayúdame, dame visión y sana mi enfermedad o dame respuesta a mis problemas. Esa petición la puedes hacer con las palabras que desees, pero lo más importante es que debes estar totalmente concentrado y convencido de que vas a recibir ayuda de la madre tierra.
Los pasos acontecen tal y como me ha explicado. María me cede el coco y yo, haciendo un gran esfuerzo en creer en algo existente más allá de lo terrenal hago mi petición en silencio a la madre tierra. Me siento preparado y confiado y ingiero el contenido del coco.
Una sustancia densa, con sabor a tabaco y a cacao quemado trata de deslizarse a través de mi garganta. El sabor ya es desagradable y hace que cada sorbo que intento tragar sea más difícil de digerir. Es nauseabundo, pero realmente no me ha dado ninguna arcada. Ahora toca esperar.
María apaga las velas, no hay ninguna luz que ilumine el lugar, tan solo se escucha de fondo el golpeo rítmico del abanico de palma seca que María está haciendo sonar. Pronto empezarán las canciones chamánicas, conocidas en la zona como “Ícaros”. 
Aquí os dejo una muestra de las canciones que cantó María. Son las auténticas, es decir, las que cantó en ese mismo momento, en la realización de la ceremonia. Escucharlas por favor para ambientaros más mientras continuáis leyendo...
Van pasando los minutos y mi concentración se ve un poco afectada por la ansia que tengo a la espera que me den las primeras arcadas, pero nada, no hay ningún atisbo de ellas. Cansado de aguardar en una posición un tanto incómoda decido tumbarme en el colchón.
María no deja de cantar y no puedo evitar esbozar una leve sonrisa cuando la oigo decir palabras como “cerebrito tranquilito” o “medicón”. Que le vamos a hacer, yo soy así.
Las canciones se repiten una y otra vez, el humo de los “mapachos” sigue acompañando a toda la ceremonia, los hijos de María contribuyen a ello.
No sé cuánto tiempo ha pasado y María me habla. Me pregunta cómo me encuentro y le respondo que estoy bien. Me dice si estoy mareado y si he tenido alguna visión a lo que le contesto que todo está correcto y que no he sentido ninguna cosa extraña. Entonces me vuelve a ofrecer volver a tomar un poco más de la ayahuasca, en concreto me parece entenderle “¿puedes tomar más?” a lo que le respondo que sí.
Vuelvo a tomar asiento en el colchón y repetimos el mismo proceso que en la primera toma. Ahora aún me cuesta más tomarla, ya sé cómo sabe y eso me hace estar más predispuesto al asco que la primera vez. Ingiero todo el contenido, las náuseas se manifiestan rápidamente y dejo salir un par de eructos en silencio. Muy pronto empiezo a sentirme mareado y decido recostarme de nuevo. Miro hacia una de las aperturas que hay en el campamento y que me dejan ver el cielo, apenas aprecio nada. 
Los ícaros vuelven a sonar, las mismas canciones se repiten una y otra vez. Mi mareo va a más y no puedo hacer nada por frenarlo. Cierro los ojos y todo parece estabilizarse. Empiezo a sentir sueño, o quizá sería mejor llamarlo desorientación, el ambiente se me hace extraño y no me siento bien, pero allí sigo, intensamente concentrado. De repente una extraña visión se abre delante de mí, veo una media circunferencia de color grisácea, cubierta de árboles caídos, secos y rotos y en medio una casa en estado ruinoso que apenas se mantiene en pie. El sol que la ilumina empieza a ponerse y el color grisáceo se torna cada vez más oscuro. Parece empezar un nuevo día, pasando del negro absoluto a una nueva iluminación proveniente de un amanecer. Ahora esa media circunferencia es de color verde y conforme avanza el sol y la luz se hace más potente crecen árboles frondosos y vivos al mismo ritmo. En lugar de la casa ruinosa observo una preciosa casa, bien fundamentada, firme y con un techo seguro.
Pero tal y como ha venido la visión ha desaparecido. Sigo sintiéndome mal, nada ha cambiado, el humo, los cánticos… he perdido la noción del tiempo pero no creo que falte mucho para terminar.
Sin noción de cuánto tiempo ha pasado María da por finalizada la ceremonia. Vuelve a preguntarme sobre mi estado, le explico que estoy mareado y que no me encuentro muy bien. Me pregunta en concreto por si he tenido visiones y le contesto que no. Y os preguntaréis, ¿por qué le dije que no si acabo de explicar que vi algo? Es muy sencillo. Yo estaba convencido que iba a tener unas visiones increíbles, totalmente realistas, estaba muy influenciado por todo lo que la gente me había explicado y no supe interpretar esa visión como una visión realmente. En un primer momento lo achaqué al sueño, a que me estaba quedando dormido y que posiblemente estaba medio soñando cuando vi lo que vi. De ahí que le dijese que no había tenido visiones. Pero lo cierto es que conforme iba pasando el tiempo yo iba estando más seguro de que aquello que había visto era una visión y no parte de un sueño. Es más, incluso cuando lo interpreté me di cuenta que aquella visión era la respuesta a lo que le planteé a la madre tierra.
Me incorporé despacio y me despedí de María con un par de besos y agradeciéndole el trabajo que había realizado conmigo. 
Me dirigí hacia mi cama y ahí noté que algo no iba bien. Le dije a Romà que tenía muchas ganas de vomitar y que necesitaba cerca el cubo. Sin demorarse me lo trajo e inminentemente empecé a arrojar todo lo que había bebido. Aquello era como las patatas “Pringles”, “cuando haces pop, ya no hay stop”.
Logré acostarme y Jorge me acercó la botella de agua. Vomité en varias ocasiones y bebí unos pocos sorbos de agua. El solo hecho de pensar que si bebía vomitaría más me aterrorizaba, nunca he sido bueno para dichas tareas. Y de esa forma cometí un grave error. 
Estuve toda la noche intentado vomitar, pero mi estómago estaba vacío, escupía bilis y la tos del final del esfuerzo parecía calmarme levemente. Romà me habló en varias ocasiones, sé que estaba algo asustado, fueron muchas horas en ese estado. Pero aquello quizá no era lo peor, el mareo al contrario de desvanecerse se había hecho más intenso. La sensación de borrachera no me la podía quitar y no me sentía bien en ninguna posición que adoptaba. 
Las horas se iban sumando y la última vez que recuerdo haber mirado el reloj eran las 05h de la madrugada, momento en que por fin caí rendido...
26/02/2017 AMAZONAS
FABRICANDO UTENSILIOS DE MADERA Y LISTO PARA LA CEREMONIA DE LA AYAHUASCA

Son la 06h y para no variar ya estamos despiertos. Como cada mañana tomamos el desayuno pero tenemos algo pendiente, una conversación de Romà con Jorge le recuerda que hoy habíamos quedado en ir a buscar gusanos vivos. Los "suri" son unos gusano que nacen en los troncos podridos que hay por la selva y son considerados como un manjar por los aborígenes de la zona. Casualmente, justo detrás de la casa del campamento hay la base de un tronco que parece haber sido puesto allí idóneamente. Jorge nos da una hacha y nos dice que empecemos a talar. Romà toma la iniciativa pero aquello no parece querer abrirse con facilidad. Tomo el relevo y golpeo con todas mis fuerzas. 
Jorge también ayuda a las tareas mucho más acostumbrado que nosotros y en pocos golpes consigue que el tronco empieze a resentirse de nuestros acometidos hasta que los pedazos empiezan a volar por los aires. Jorge se pone a desmigar el tronco con sus manos y unos pequeños gusanos de color blanco parecen asomarse. Miden un par de centímetros y según nos dice son pequeños. Logra recolectar 6 o 7 de ellos, suficiente para hacer una “exquisita degustación”.  Romà me comenta que se lo va a comer crudo. Yo pese al asco que me produce la idea le prometo que si lo hace yo no me quedaré atrás. Sin pensarlo mucho toma uno en la palma de su mano y se lo mete en la boca. Me quedo sorprendido ya que para lo delicado que es en lo que se refiere a según que tipo de comidas no ha hecho ni un extraño para comerse el gusano. Lo peor es que he de cumplir mi promesa, así que sin pensármelo mucho y a la vez que Romà, que se ha decidido a repetir, nos metemos un ejemplar cada uno en la boca y empezamos a masticar. Lo primero que sientes es una explosión de líquido que impregna toda tu boca. Es comparable a cuando le dabas el primer mordisco a los ya inexistente chicles “bubaloo” que estaban rellenos de un caldito muy sabroso, pero con la evidente diferencia de que ese sabor no tiene nada que ver. La sensación viscosa es desagradable y el sabor nada del otro mundo, reproduciendo sensaciones herbáceas a nuestro paladar. Seguimos masticando el cuerpo del animal que se mezcla con su líquido, cruje entre nuestros dientes hasta que se forma una pequeña bola que ingerimos. 
Por nuestra parte ya hemos tenido suficiente y optamos por comernos los que quedan fritos. Jorge los pone al fuego y en breves instantes nos los trae. Ahora es mucho más fácil de comer, saben a barbacoa (debe ser porque el fuego los ha tostado) y el líquido viscoso se nota mucho menos. De esta forma son mucho más agradables aunque crujen desde el primer mordisco.
Si queréis saber más acerca de estos gusanos os dejo aquí el siguiente enlace: Gusano Suri
Ha llegado el momento de partir hacia la que han denominado “cascada”. Dicen que es una caída de agua que está a algo más de una hora caminando del campamento. 
Durante el recorrido Jorge nos muestra varios alimentos así como medicinas naturales de la selva. 
Entre ellas nos enseña un árbol que si lo cortas sale de él una sálvia de color blanco la cual usan para cortar las diarreas. Nos la da a probar, su sabor es dulce y agradable.
Del mismo árbol nos muestra su resina a la que le daban el uso de goma de mascar, es decir, la usaban como si fuese un chicle. Nos explica que hace unos años cuando los jóvenes no tenían fácil acceso a poder comprar chicles (más que nada porque aquello es un lugar recóndito del mundo), usaban esa sustancia en su lugar y en las fiestas jugaban con las chicas a pasárselo. Éste Jorge no deja de sorprendernos. También lo probamos y es cierto que la textura es muy similar a la de un chicle, lo que ocurre es que no tiene ningún tipo de sabor, parece como si te hubieses metido una cera en la boca. 
Seguimos caminando y Jorge observa en el suelo un agujero. Nos dice que es un nido de tarántula y nos pregunta si la queremos ver. Le decimos que sí aunque estamos algo temerosos. Jorge mete un palo en el agujero pero parece que con eso no va a tener suficiente y mete su mano dentro. Romà y yo nos miramos con cara de incredulidad. No sabemos si ha sido suerte o no, pero Jorge nos informa que el nido está vacío. Ahora respiramos más tranquilos.
Aún tenemos tiempo para ver en las copas de los árboles varias especies de monos que con sus gritos parecen dar aviso de nuestro paso por su territorio.
Antes de llegar Jorge nos da a probar un fruto del bosque. De gran similitud con un melón amarillo lo parte y observamos su interior. Está dividido a gajos y nos insta a probarlo. Tomamos un trozo cada uno y nos lo metemos en la boca. Tiene un sabor agradable y bastante refrescante, difícil de determinar.
Ya llevamos 2 horas caminando y empezamos a escuchar una leve corriente de agua. El sudor y los mosquitos han sido nuestros peores compañeros de trayecto. En cuanto llegamos a un diminuto salto de agua nos dicen con satisfacción “Ya hemos llegado!!”, a lo que Romà y yo nos quedamos boquiabiertos al ver que un pequeño salto de agua con apenas media metro de caída y una amplitud de 3 metros es a lo que ellos han llamado con gran entusiasmo "cascada". Un poco decepcionados por las expectativas que nos habíamos creado le sonrío a Romà con complicidad, no era lo que esperábamos, pero el paseo ha valido la pena.
La excusa para hacer ese largo paseo, a parte de ver la caída de agua era que allí nos iban a enseñar a fabricar cubiertos para comer con madera roja. Cruzamos la cascada por encima de unas piedras que hacen su función de puente y Jorge se mete entre la maleza y empieza a dar golpes de machete a un tronco que está partido. Nos trae varios trozos de una madera rojiza muy pesada. Antes de comenzar con las manualidades, nos explica que debemos afilar los machetes tomando arena y poniéndola sobre su filo frotaremos una y otra vez contra una gran piedra. Ya es hora de comenzar con las labores! Los dos nativos con gran habilidad empiezan a darle forma a esas piezas de madera mientras que nosotros lo intentamos. Romà de la nada extrae algo que parece tomar forma pero tal cual la alcanza la vuelve a perder al darle unos nuevos corte. Yo no llego ni a eso! 
Jorgito ha terminado su cuchara de mango largo, incluso la ha personalizado y nos la regala como símbolo de su amistad. Romà me dice que quiere que me la quede yo ya que sabe que me hace mucha ilusión. Pero Jorge ha ido más allá, ha hecho dos juegos de tenedor y cuchara, uno para cada uno. La verdad es que es una obra de arte y aceptamos nuestro nuevo regalo con gran gratitud y admiración al ver lo difícil que nos ha resultado a nosotros. 
Por último Jorge nos enseña a hacer platos con un par de hojas de una especie de palmera que hay en la selva. El trabajo nos resulta más sencillo ya que se asimila a tejer, entrelazando las tiras que conforman dichas hojas y dando como resultado un entramado bastante resistente que podría hacer su servicio.
Al final se nos ha hecho un poco tarde, Jorge se guía por el sol, así que decide volver por otro camino mucho más rápido. En una hora estamos de vuelta en el campamento. 
Como hemos llegado empapados en sudor queremos tomar una ducha. Jorge nos explica que un poco más abajo del campamento hay una diminuta pozita de agua donde ellos van a ducharse. Sin pensarlo mucho tomamos nuestros jabones y nos lanzamos hacia allá. Bajamos por una pequeña rampa y en menos de 2 minutos aparecemos en lo que parece ser una diminuta canalización de agua que desemboca en una poza que debe tener menos de un metro de diámetro y una profundidad de 20 centímetros. Empezamos a despelotarnos y a lavar nuestras ropas. El agua está fría y las risas se suceden sin parar. Un nuevo halo de complicidad se respira entre nosotros. 
Ya bien aseados y de vuelta al campamento nos esperan en la mesa el banquete que hoy ha preparado Yoris. Un buen plato de arroz con patatas y huevo deberá recargar nuestras energías.
Y os preguntaréis… ¿Qué decisión debí tomar a lo que se refiere a participar en una sesión de “ayahuasca”? Pues bien, la respuesta es que me decidí a hacerla. Pensé que pocas ocasiones más tendría en mi vida de repetir esa experiencia, por el lugar donde me encontraba y con las personas que lo iba a compartir. A más, pese a que no creo en lo sobrenatural, estaba buscando algún tipo de respuesta a una situación complicada por la que estaba atravesando. ¿Qué mal me podía hacer? Y como soy de pensar que en la vida prefiero arrepentirme de aquello que llevo a cabo y no de aquello que he dejado por hacer, pues me decidí a probarlo. 
Romà tomó la determinación de no hacerlo, motivos personales le llevaron a ello. Yo lo único que le pedí es que estuviese en todo momento despierto y conmigo, porque pese a haber tomado la decisión estaba algo asustado. Había leído acerca de estas sesiones, visto varios documentales, hablado con personas que lo habían probado y mantenido largas conversaciones con Jorge y aunque aquello no parecía muy favorable a vivir una maravillosa experiencia (si veis algún documental lo entenderéis) decidí lanzarme. 
Le manifesté a Jorge mi decisión. Me dijo que hablaría con Eduardo (el chamán del poblado (para ver si podía hacerse cargo de la ceremonia y que el precio era el equivalente a 30 euros, muy asequible comparado a los 100 euros que te pueden llegar a cobrar los falsos chamanes.
La confirmación se la di a Jorge durante el día de ayer. Me dijo que el día elegido para realizar la sesión sería hoy por la tarde/noche, alrededor de las 19h. Me comentó los chamanes dan varias indicaciones que el paciente debe llevar a cabo los días previos a la ceremonia, pero que como nosotros llevábamos días con él con 24 horas que le dedicase sería suficiente. Indicaciones como prohibido comer cerdo, beber alcohol, tener sexo y vivir el gran día de forma relajada para tratar de preparar el cuerpo y el alma para la ceremonia, son las más habituales. Y así como lo vivimos nosotros, pese a haber hecho un largo paseo todo fue bastante relajado. 
Por la tarde yo me quedo en el campamento con Jorge, sin realizar ningún tipo de esfuerzo ni de actividad que pueda perturbarme y charlando con él acerca de lo que envuelve a la ceremonia. Me asegura que no tengo nada que temer, que al principio afrontas tus miedos pero que luego vienen las visiones y que una sensación poderosa de bienestar se adueña de ti. Me dice que la ayahuasca es poderosa y que puede curar enfermedades tanto físicas como psíquicas, que las visiones pueden darte respuestas, pero que has de estar predispuesto, agradeciendo a la pachamama por todo lo que nos entrega y lo que nos ayuda. Lo cierto es que estoy un poco acojonado…
Romà por su parte, a sabiendas que el tema no le incumbe a él, me dice que quiere chocolate y decide bajar al poblado a compara algunas chocolatinas y varias porquerías más. Poco antes de las 19h está de vuelta. 
Mis nervios son evidentes, el momento se acerca! Ya son las 19h y allí no aparece nadie. Entiendo que en la selva la gente no vive pegada a un reloj y la puntualidad puede ser algo que desconocen. Los minutos van pasando y ya son las 20h. Mis nervios son más notables y le empiezo a preguntar a Jorge que está ocurriendo a lo que me contesta que esperemos un poco más pero que no es normal. A los 15 minutos Jorge decide ir al poblado a buscar a Ricardo (el chamán). 
No tarda mucho en volver y me explica que desgraciadamente Ricardo está indispuesto pero que se hará cargo de la ceremonia Rosa, la aprendiz de chamana que vive cerca del campamento. Me comenta que esta mujer lleva muchos años ejerciendo y que le queda muy poco para que la nombren chamana, así mismo me dice que el hijo de ella de 15 años también está aprendiendo para chamán y que no tengo nada que temer ya que tanto Ricardo como ella son dos personas en las que él confía plenamente. 
Mientras esperamos, Jorge nos cuenta que Ricardo hizo la elaboración de la pócima. Nos explica que en unas ollas de grandes dimensiones las llena de la raíz de la ayahuasca, le añade hojas de café puro y unas pocas hojas de “chacruna”, una planta también con poder alucinógeno. Todo ello lo ponen a hervir durante 24 horas hasta que reduce muchísimo hasta dejar una cantidad de poco más de una botella de medio litro. Eso hace que ese caldo sea muy espeso y con un fuerte sabor amargo y un poco desagradable. Si queréis ver de lo que os hablo mirar el minuto 27' 30'' del siguiente vídeo: Ayahuasca
Son cerca de las 21h y Jorge me anuncia que María está llegando, viene acompañada de sus dos hijos, el aprendiz de chamán y de otro que apenas llegará a los 10.
Lo que va a suceder a continuación bien se merece una entrada exclusiva, así que estar preparados ya que en breve saldrá publicada…

domingo, 26 de febrero de 2017

25/02/2017 AMAZONAS
LA CAZA DE LA ANACONDA Y VISITANDO AL OSO PEREZOSO

No hay día que no madruguemos. En ésta parte del mundo los relojes no existen y si existen se les ignora ya que la gente funciona conforme les marca el sol, a la que se asoma los lugareños se levantan y a la que se pone se acuestan. Son las 06h y Jorge nos da los buenos días. Tanto Romà como yo nos hemos levantado con un fuerte dolor de espalda causado por la dureza del colchón el cual reposa sobre una tabla de madera. 
Antes de salir dispuestos a afrontar un nuevo día de aventuras tomamos un pequeño desayuno que Jorge nos sirve, hoy con una nueva sorpresa, el “masato”. Se trata de una bebida típica de la selva amazónica preparada a base de “pijuayo”, una fruta que nace en las palmeras nativas de la Amazonía y de la que se aprovecha casi todo. Del tamaño de una lima, con la piel anaranjada tirando a rojiza, la pulpa áspera, seca y de color naranja claro y un hueso central la puedes encontrar por todos los rincones de la selva, donde una gran cantidad se desaprovecha ya que su producción natural es excesiva. La bebida se puede elaborar de varias maneras pero en su proceso lo que es imprescindible que pase es la fermentación de la pulpa del fruto una vez cocido, alcanzando así un cierto grado de alcohol. No obstante existe una forma tradicional de producirlo y es mediante el masticado de la pulpa y su mezcla con la saliva. 
Con el pan y la mermelada en la mesa Jorge nos sirve un vaso de masato a cada uno recién producido por los habitantes del mini poblado que se encuentra a la orilla del río cerca de nuestro campamento. Se le ve feliz por podernos ofrecer tal exquisita bebida. Yo lo pruebo pero no puedo darle más que un sorbo, ya que unas nauseas se apoderan de mi ser. A Romà le pasa parecido aunque es capaz de beber algo más que yo. Sin ánimo de ofensa le comentamos a Jorge que no nos gusta, y sin problema alguno dice que se lo beberá él y Jorgito que es quién nos ha traído la bebida de buena mañana. Dice que les da mucha energía y que sirve para aumentar la virilidad. Nosotros cambiamos el masato por un vaso de zumo de naranja envasado. Romà que no quiere dejar pasar ningún detalle por alto me recuerda que ayer cuando pasamos por el poblado vimos a dos personas mayores masticando ese manjar y que tal y como nos explicaron eran ellos los fabricantes del masato. No me lo puedo creer! Aún el asco se apodera más de mí tras la incertidumbre que me ha generado pensar que la bebida había sido producida de la manera tradicional.
Con cierta dificultad terminamos de desayunar y nos preparamos a salir hacia el Amazonas. Hoy toca ir a buscar las capturas que puedan haber caído en las trampas que pusimos ayer.
Tomamos la barquita y en pocos minutos llegamos a la primera trampa. Hay muchos peces: pez histórico (por las formas que tienen sus escamas de color gris oscuro y muy apiladas), pez boquichico (la palabra lo dice todo), pez gato y palometa (de la familia de la piraña), entre otros. Pero el objetivo era otro, cazar una anaconda, por lo que sentimos cierta decepción. Ahora nos dirigimos a la segunda trampa y el resultado resulta ser el mismo de la primera, muchos peces pero ni rastro de serpientes. 
Volvemos al campamento con nuestra captura. Allí nos espera Yoris (la mujer de Jorge) para cocinar los pescados recién capturados y servirlos acompañados de arroz como un segundo y más contundente desayuno. 
Una vez hemos terminado unos nativos de la comunidad llaman a Jorge a gritos. Parece que han capturado a una anaconda en una trampa que habían puesto, pero ninguno se atreve a cogerla, confían plenamente en Jorge y sus conocimientos. 
Nos acercamos caminando siguiendo a los captores que nos dirigen a la trampa, un agujero en  el suelo el cual estaba tapado con una red cubierta de hojarasca. Jorge la observa y nos informa que se trata de una anaconda. Agarra un palo y con uno de sus extremos aprieta la cabeza de la serpiente contra el suelo, en cuanto la tiene asegurada entra en el habitáculo. Con un movimiento rápido cambia el palo por su mano que a modo de pinza presiona las mandíbulas de la serpiente cerrándole bien la boca. Ésta rápidamente se enrolla en su brazo creando una fuerte presión. Nos la muestra con entusiasmo y nos la ofrece para que la tomemos. A Romà parece darle algo de miedo pero haciendo un alarde de su valentía le cede el brazo. Jorge le indica que debe cambiar rápidamente la mano pinzándole fuertemente las mandíbulas. Así lo hace Romà y sin que apenas se de cuenta el animal ya está enroscada en su brazo. Ahora es mi turno, y d siguiendo los mismos pasos que Romà me hago con ella, llevándola con nosotros hasta el campamento.
Al llegar Jorge nos pregunta que queremos hacer con ella y sin vacilar ninguno de los dos y casi al unísono expresamos nuestra voluntad de comérnosla. Jorge va a buscar un palo y lo tira a mi lado. Me indica que la va a desenrollar de mi brazo y que cuando esté totalmente suelta debo tirarla al suelo. Yo que nunca he matado una serpiente no estoy para hacer muchas preguntas y decido obedecer al dedillo las ordenes que me indica. Una vez la he lanzado Jorge me da el palo que había tirado a mi lado y me indica a gritos que la golpee en la cabeza. A mí que soy un gran amante de los animales me da pena golpearla y me lo repienso un par de veces, pero Jorge me insta a que lo haga de manera reiterada. La anaconda puede estar cabreada y aunque su mordedura no es venenosa seguro que debe ser muy dolorosa y lo cierto es que no me apetece que nos muerda a ninguno, así que en cuanto puedo la golpeo en la cabeza, lo hago repetidamente hasta que queda grogui. En ese momento Jorge la coge y la deja colgada en un árbol. Parece que el trabajo está hecho pero me percato que sigue viva y que se ha escurrido por el árbol haciendo un intento de huir. Jorge vuelve a por ella y se la vuelve a entregar a Romà poniéndole en la otra mano un machete de grandes dimensiones con el que le ordena que le corte la cabeza. Romà intenta que la serpiente se desenrolle, pero ésta no va a dar su espina dorsal a torcer. Jorge debe intervenir para ponerla en condiciones óptimas para su decapitación. Una vez lo ha conseguido le dice a Romà “Ahora!!!”. Con poca habilidad le da varios golpes en lo que podría ser el cuello de la serpiente, pero el suelo arenoso no permite que el filo llegue a hacerle ningún corte. Jorge vuelve a intervenir y lleva la serpiente sobre una superficie dura. Ahí de un solo golpe Romà consigue seccionar la cabeza del animal. Nos sorprende ver como el cuerpo se sigue moviendo durante un breve espacio de tiempo hasta que finalmente queda inerte. Jorge la mete en un cubo y lo tapa. Ahí quedará bien guardada hasta la hora de cocinarla.
Con un nuevo chute de energía y con la adrenalina por las nubes nos dirigimos de nuevo al río, Jorge sigue tozudo en conseguir pescar una piraña, es una promesa que nos hizo y no quiere que nos vayamos sin haberlo conseguido. Pero otro plato fuerte nos espera para el día de hoy, vamos a ir en busca de los osos perezosos. Subidos en la barca con las cañas de pescar preparadas, unos cuantos gusanos en un bote y un par de machetes iniciamos nuevamente un recorrido río arriba con la mirada fija en las copas de los árboles de la selva las cuales se encuentran a más de 25 metros de altura con la decidida misión de localizar uno de esos osos. A ratos paramos la barca y tratamos de pescar lo que será la carnaza para ir en busca de las pirañas, aunque Jorge no deja de mirar la frondosa selva, su objetivo está claro! Nos invita a ayudarle a buscar pero el amasijo de ramas y su densidad nos hace imposible distinguir nada, excepto a Jorge, que con su experiencia rápidamente localiza lo que andamos buscando. Para nosotros no es más que una sombra pero él asegura haber visto uno. Jorgito, que es quien maneja la barca nos acerca hasta la orilla donde se encuentra el árbol elegido por el perezoso. Jorge baja de un salto y agarrando el árbol con fuerza lo sacude para hacer caer al animal. Lejos de conseguirlo consigue que cambie de rama, por fin lo podemos intuir!. Jorge que no se va a dar por vencido me dice “quieres ver cómo lo bajo? quieres?” y con una sonrisa en la cara comienza a trepar por el tronco de manera similar a como lo haría un primate. Al llegar a donde nacen las ramas, a unos 15 metros del suelo, saca una navaja que algún viajero le regaló y empieza a serrar en la que se encuentra el animal. De un grito nos avisa “ahí va!!!” y Romà y yo nos quedamos boquiabiertos al ver caer una especie de bola sobre la esponjosa cama de hojarasca que cubre la selva. Jorge vuelve a gritarnos “agarrarlo!!! agarrarlo!!!”. Para nosotros es la primera vez que vamos a tratar con un oso perezoso y no sabemos como cogerlo. Sin darnos muchas más indicaciones Romà agarra al animal por las espaldas cogiéndole del pellejo y de la capa de duro pelo recubierto de musgo que lo cubre. Es un ejemplar pequeño y nos da pena cuando lo miramos cara a cara, irradia una expresión de simpatía y bondad vestida con unos ojos pequeños a la vez que tiernos. Jorge ya ha descendido del árbol y nos indica que de esa forma es como hay que agarrarlo porque de ser de otra manera posiblemente nos intentaría dañar con las garras. Y razón no le falta porque aunque el oso hace pocos movimientos y con una gran lentitud todo su afán es la de engancharnos las manos con sus largas uñas. Al fijarnos en su cuerpo observamos como tiene una cuerda atada a una de sus patas. Jorge se la corta y lo libera de ella. Nos comenta que mucha gente los tienen como mascotas y para que no se les escapen los tienen atados. Cuando ven que no saben como cuidarlos y que la alegría inicial que sentían al obtenerlos empieza a menguar con el paso de los días optan por dejarlos nuevamente en libertad. Contentos por haber ayudado al oso y con la idea de causarle el menor estrés posible ya que posiblemente hoy habrá sido uno de los días más movidos de su vida, decidimos tomarnos varias fotos con él y dejarlo de nuevo en el mismo árbol en el que estaba.


El animal se agarra con una gran fuerza y simplicidad y como si nada hubiese pasado se queda allí agarrado a la espera de que marchemos del lugar.
De nuevo sobre la barca y con uno de los objetivos cumplidos ahora nos vamos a centrar en la pesca de la piraña. 
Hemos conseguido algunos peces y Jorgito busca las zonas más adecuadas donde podamos encontrar las pirañas. 
Como ya comenté en la entrada anterior, la zona de agua negra que se encuentra estancada es la mejor zona para poder localizar las pirañas. Paramos en una infinidad de zonas, nos tomamos nuestro tiempo en cada una de ellas, pero parece que no va a poder ser. De repente parece que hemos dado con una de ellas, pero la alegría dura poco al ver que se trata de una palometa (de la misma familia). Jorge se niego a renunciar y sigue en su empeño. Nos alcanza la lluvia y ahí seguimos, con el anzuelo en el mar mientras la paciencia empieza a debilitarse. Finalmente Jorge nos pide perdón y decide cesar en el intento. Nos explica que ahora están en temporada de lluvias y que cuando el río está caudaloso encontrar pirañas es muy difícil. Nos dice que si otro año vamos en temporada seca veremos como pescar pirañas es mucho más sencillo, queda prometido!
Volvemos sobre nuestros pasos y nuevamente Jorge nos invita a seguir buscando osos perezosos. De repente nos dice “mirar ahí arriba, lo veis?”. Una gran sombra parece moverse en lo alto de un árbol y Jorge indica a Jorgito que se dirija a la orilla. En un pequeño entrante embarranca y de un salto Jorge toma tierra firme. Nos pide que le pasemos el machete y en cuanto lo tiene en su poder empieza a machetear un árbol de tronco fino donde se encuentra el perezoso. Hachazos por aquí, hachazos por allá consigue segar el árbol y abrazando el tronco lo levanta a peso dejándolo caer en su base sobre el suelo creando una inclinación de 45 grados. Nosotros seguimos sin ver nada pero Jorge que sabe perfectamente lo que está haciendo se adentra en la selva en busca de la copa del árbol que acaba de cortar. En breves segundos se asoma con el perezoso en brazos y mostrando una cara de enorme satisfacción. Nos deja coger al animal para hacernos varias fotos, es mucho más grande que el anterior! 

Sin dilatar más el tiempo de lo estrictamente necesario volvemos a situar al oso en otro árbol para que siga con su plácida vida. El animal se aleja de nosotros trepando por las ramas de los árboles con determinación.
Con un día más que completo y repleto de aventuras nos dirigimos hacia el campamento navegando envueltos en una paz inigualable.
Al llegar toca preparar la anaconda para la cena. Jorge nos enseña como se le quita la piel al animal y participamos de la tarea.
Con todo el trabajo hecho Romà me comenta que le gustaría bajar al poblado para comprar alguna chocolatina. La familia de Jorgito tiene una pequeña tienda donde venden algunos productos de alimentación e higiene, ese será nuestro destino.
Bajamos acompañados de Yoris y de Anita. Apenas nos ponemos a caminar una tormenta nos alcanza, pero gracias a la vegetación y a que el trayecto no es muy largo alcanzamos el poblado sin apenas habernos mojado. Pasamos un rato en la tienda junto a la familia de Jorgito que van yendo y viniendo, regalándonos desinteresadas sonrisas y alguna conversación entretenida.
Pero un nuevo regalo de la vida nos espera a la vuelta de la esquina, una nueva imagen que se quedará grabada en mi retina y en mi memoria. Delante de casa de Jorge están jugando sus dos hijas. Llueve intensamente, la excusa perfecta para comenzar una batalla de barro. No necesitan nada más: ni caros juguetes, ni amigos interesantes... Ellas dos solas con el barro ya son felices. Se tiran por el suelo, se embadurnan una a la otra, luchan, batallan, ríen a carcajadas… yo temo por su integridad, realmente parece una lucha salvaje; se estiran de los pelos, resbalan y caen a peso sobre la piedra, pero nada enmudece sus sonoras risas. Dos niñas pequeñas nos acaban de dar una nueva lección de vida.
Con el botín en nuestro poder volvemos hacia el campamento donde nos espera Jorge con la cena preparada: un plato único de anaconda a la brasa con arroz hervido. Puedo decir que la carne de la anaconda es blanca y muy dura, más bien fibrosa y de sabor se podría asemejar al pollo pero algo más suave. Yo me como una ración, la verdad es que me da un poco de manía, pero Romà repite como si fuese un alimento que hubiese comido toda su vida. 
Son las 20h y el día de hoy ha estado lleno de grandes emociones, creo que ya va siendo hora de irnos a la cama, el cuerpo nos lo está pidiendo…

sábado, 25 de febrero de 2017

24/02/2017 AMAZONAS
PESCA DE PIRAÑAS Y TRAMPAS PARA ANACONDAS

Tal y como Jorge nos comentó, a las 06h ya estamos en pié. Jorgito aparece en el campamento. Antes de salir tomamos un pequeño desayuno compuesto por tortilla, mermelada y pan para cargarnos con algo de energía hasta la hora del almuerzo que se prevé será tardía.
Los colchones de las camas con su dura firmeza han conseguido provocarnos un dolor de espalda que esperamos vaya menguando con el paso de las horas.
La barca nos está esperando en la playita, Jorgito ha venido al campamento con ella desde Santa Anna. Jorge ha preparado unas cañas de pescar con unas varas e hilo de nylon de una manera muy artesanal y en un potecito carga con varios gusanos de tierra que serán el cebo para pescar los pescados pequeños que servirán como carnaza para capturar las deseadas pirañas.
Vamos buscando un lugar idóneo para tirar las cañas y en un pequeño recoveco del río que se encuentra cubierto por un manto de flores acuáticas de una belleza exquisita donde nos llama la atención el avistamiento de algunos delfines rosados paramos para hacer la primera captura. Todos van sacando sus pequeñas presas, mayormente son peces gato, pero yo no logro pescar nada, tan solo consigo hacer saltar a uno que finalmente cae en el agua salvandose así de una muerte segura. Romà ha pescado 6 y se le ve feliz por su captura.
Jorge en la barca con las cañas de pescar
Con unos 20 pescaditos en nuestro poder nos lanzamos río arriba en busca de lo que llaman"agua negra", unas zonas donde queda retenida el agua y donde suelen encontrarse las pirañas. Estamos un buen rato con los anzuelos cargados de carnaza en el agua pero no logramos capturar nada. Cambiamos de sitio y repetimos la misma acción con idéntico resultado. El tiempo pasa rápido y con un sabor agridulce abandonamos el intento de captura con la firme promesa de Jorge de que no nos marcharemos del Amazonas sin haber visto una.
Volvemos al campamento con unas cuantas decenas más de picadas de zancudos repartidas por el cuerpo. Nos encontramos de nuevo con la familia de Jorge aunque falta Carlos. La comida está preparada, chancho con arroz que nos sabe a gloria.
Sin tiempo para descansar nos lanzamos de nuevo al río, nos vamos a poner varias trampas para intentar capturar una anaconda.
No mucho más lejos de la playita del campamento hay varias quebradas que serán el lugar escogido para poner las redes. Jorge nos ha dotado de unas botas de agua y de un machete de grandes dimensiones para dicha tarea, él y Jorgito van descalzos. Entramos en la primera y Romà y yo no hacemos otra cosa que pensar en que ocurriría si por allí apareciese una anaconda nadando. Obedeciendo a Jorge, no sin nuestras dudas, nos metemos en el agua siguiendo sus pasos, yo cargo con la bolsa que contiene las redes. Atamos uno de los cabos a un árbol y voy tirando red mientras Romà y Jorgito la van desliando. Jorge nos va abriendo camino con el machete y va indicándonos el camino por donde la debemos colocar. 
Por fin! Primera trampa colocada! Nos subimos a la barca con la tranquilidad de seguir vivos, pero aún nos queda otra red por colocar.
Llegamos a otra quebrada. Al bajarnos de la barca nuestras piernas quedan enterradas por el lodo y se hace casi imposible avanzar. Repetimos la misma actuación que en la primera quebrada aunque esta vez Jorgito se queda en la barca. Se hace difícil avanzar ya que el barro nos llega hasta las rodillas y caminar sin perder las botas se hace casi imposible. Igual que en la primera trampa y siguiendo los mismos pasos dejamos la segunda red colocada.
En medio del fanganal empezamos a bromear embadurnándonos con el barro que está bajo nuestros pies, pero poco a poco nos vamos animando más y más. La broma termina por írsenos de las manos y terminamos cubiertos hasta las cejas. Reímos con la situación hasta que Romà decide hacerme un placaje. Las carcajadas es lo único que se escucha en aquél increíble paraje. 
Parece que nos hemos olvidado de las anacondas y de los peligros que envuelve ese río cuando nos encontramos nadando por el medio del caudal despojándonos de todo el barrizal que llevamos encima, incluso Jorgito abandona la barca y se tira al río con nosotros. Un momento de complicidad se respira en aquellos instantes donde las risas y las carcajadas no dejan de sucederse.
Descendemos agarrados en la barca hasta la comunidad de Santa Ana donde volvemos al bote para dejarlo amarrado allí, ya que al final de la comunidad hay una balsa de agua dulce fresca donde podemos bañarnos y limpiar la ropa. Apenas hay gente y unas altas palmeras terminan adornando el decorado de un paisaje paradisiaco.

Ya con el aseo merecido tomamos la barca nuevamente para volver al campamento.
Yoris nos ha dejado el pescado que se había capturado durante la mañana cocinándose sobre el fuego de leña envuelto en unas grandes hojas, una forma tradicional de cocinarlo. Jorge nos lo sirve bajo la penumbra de dos velas. El pez gato es un pescado suave de sabor dulce y agradable, está que se deshace.
Al terminar la cena nos enrolamos en una nueva conversación, ésta vez el tema central es el rito de la "Ayahuasca", una ceremonia ancestral dirigida por un "chamán" (médico, brujo o hechicero) donde bajo la toma de una bebida obtenida por el procesamiento de tres plantas medicinales de la selva (la raíz de ayahuasca, las hojas chacuruna y las de toé) puedes limpiarte de algunas enfermedades e incluso entrar en trance llegando a tener visiones o alucinaciones que te den respuesta a algún problema por el que estés atravesando. Yo cuando emprendí el viaje ya me había informado del tema e incluso había visto algunos documentales al respecto y aunque en un principio me propuse hacerlo el respeto que me provocaba me hizo tirarme para atrás. Pero tras la conversación con Jorge mi idea vuelve a cambiar y confío en lo que me ofrece y me explica. Me habla de que en su comunidad hay un chamán de nombre Lorenzo al cual conoce de toda la vida y que le da una total garantía de que la ayahuasca que hace es de buena calidad, le ha visto hacer cientos de ceremonias e incluso él mismo se ha puesto en sus manos. No obstante me comenta que si Lorenzo no pudiese atenderme, a la orilla del campamento también hay una señora, María, que aunque está acabando sus estudios de chamanismo lleva muchos años practicando el rito de la ayahuasca y es de su plena confianza. No sin bastante miedo y tras haberle dado muchas vueltas en mi cabeza me decido a hacer la ceremonia y acuerdo con Jorge que será el domingo el día escogido. Si estoy una vez en la selva peruana, no puedo dejar pasar esta oportunidad.
El coste de la ceremonia no es muy elevado, 100 soles, aunque según me explica Jorge, el auge de los falsos chamanes está tirando por suelo esa tradición, ya que a parte de no ser realmente estudiosos del chamanismo te sirven cualquier substancia a cambio de una elevada cantidad de dinero.
Me voy a la cama un poco asustado, pese haber tomado la decisión no estoy 100% convencido, pero la curiosidad me puede, aunque si me fío del dicho "la curiosidad mató el gato"... Espero que ese no sea mi caso.

viernes, 24 de febrero de 2017

23/02/2017 LIMA - IQUITOS
EN EL AMAZONAS BAÑANDONOS CON DELFINES

Hoy va a empezar nuestra nueva aventura, nada más y nada menos que nos vamos al Amazonas para pasar allí 5 días bajo la mano de Jorge de la Selva, y no porque yo lo nombre así, sino porque él mismo se ha asignado ese sobrenombre. Y qué mejor manera de empezar una aventura quedándonos dormidos por no haber escuchado ninguno de los dos despertadores que pusimos. Por suerte Romà como si un reloj interno le hubiese avisado, da un respingo a las 05:30 y a la voz de "Elí, son les 05:30h, ens hem adormit!" los dos salimos dando un salto mortal de la cama y en menos de 10 minutos ya estamos listos para tomar el taxi que había avisado Fernando (nuestro anfitrión del Hotel).
De camino al aeropuerto no hay mucho tránsito y al taxista le ha dado por hablarnos largo y tendido de su pasada vida como guía. Romà ni contesta, yo intento asentir con leves "aha" a todo lo que el hombre habla aunque a mis oídos todo me parece un murmullo indescifrable; qué queréis si acabamos de despertarnos!
Muy cerca del aeropuerto se forma una gran caravana en la rotonda que le precede. Más de 20 minutos para poder hacer los 360 grados que todo círculo contiene. Y por fin llegamos al aeropuerto, aunque no con mucho tiempo de margen, son las 06:30h y el vuelo sale a las 07:44h. Antes de embarcar paramos en una tiendecita de "dunking donuts" para tomar algo de desayuno. Nos llevaremos una caja de 6 unidades que no llega a los 40 soles.
Embarcamos sin ningún contratiempo y antes de subir al avión nos terminamos los donuts.
El vuelo, que tiene una pequeña escala en la ciudad de Pucalpa discurre sin problemas, llegando a las 10:25, hora establecida, a Iquitos.
Salimos del aeropuerto mostrando un cartel a modo de reclamo que le preparamos a Jorge en el que se podía leer "Jorge de la Selva" adornado con los dibujos de una serpiente y una araña.
Con ciertas dudas de que viniese a buscarnos ya que pese a decirle que llegábamos el jueves lo último que nos indicó fue "nos vemos el lunes", nos dirigimos a la salida irguiendo bien firme nuestro letrero. Unos señores nos muestran sus letreros y nosotros les mostramos el nuestro a modo de respuesta. Rápidamente uno de ellos se ofrece para acompañarnos a nuestro encuentro con Jorge que nos espera fuera del recinto.
Nos recibe un hombre de grandes dimensiones y moreno de piel extiendiendo sus brazos como si del Cristo Redentor se tratase y con su mejor sonrisa nos da la bienvenida a la que va a ser una experiencia inolvidable. Es él, Jorge, que va acompañado su hijo mayor, Carlos, de 17 años.
Tomamos un motocarro que nos llevará al puerto marítimo de Iquitos. A partir de este momento nosotros ya no pagaremos ni negociaremos nada, de todo se encarga Jorge, eso sí, previo el pago de los 150 soles diarios por persona que es la tarifa que él cobra por su servicio, un total de 1500 soles por 5 días para 2 personas.
En un motocarro sube Romà con Carlos, en el otro voy yo con Jorge. Iquitos es una ciudad caótica, donde los motocarros y las motocicletas son el transporte que más abunda, se cuentan a miles y las normas de circulación parece que no existen. La polución, el bullicio y el caos reinan en esa ciudad.
Durante el trayecto hablo con Jorge de nuestro viaje y de la forma en que conseguimos su contacto, así mismo le comento sobre todas las expectativas que tenemos y la ilusión con la que las afrontamos. Él me asegura que no nos va a defraudar.
En algo más de media hora llegamos al puerto. Un mercado lo precede, lugar donde Jorge va a hacer las compras para estos días. De mientras, descendemos al embarcadero por unas escaleritas de madera, donde esperaremos la salida del barco que nos ha de llevar a Tamshiyacu.
Cantidad de gente desfila por delante nuestro, unos vendiendo artesanía, otros descargan de enorme sacos de carbón sobre sus cabezas, vendedores de comida ambulante y de helados en bolsa.
Por fin llega Jorge con un saco de comida y una caja llena de huevos. Son las 12h y el barco zarpa puntual.
Una embarcación rústica de madera, con una eslora de unos 35 metros y capacidad para unas 50 personas emprende su recorrido a través del amazonas.
El trayecto se hace muy largo ya que hace muchas paradas por las comunidades que hay a través del río; suben y bajan pasajeros, cargan y descargan mercancías. Se podría asegurar que esa barquita sería el autobús del río.
Tras más de 3h llegamos al destino indicado. Allí nos espera la embarcación de Jorge, capitaneada por Jorgito, su sobrino y ayudante de 22 años. Traspasamos todas las compras y saltamos entre los botes para iniciar un nuevo recorrido hasta el campamento de Jorge.
Tras más de media hora navegando por uno de los miles de afluentes que tiene el inmenso Amazonas sobre una humilde embarcación de unos 10 metros de eslora fabricada por el mismo Jorge y con una especie de cortacéspedes que trabaja a modo de motor, terminamos llegando a un a pequeña playa donde amarra la barca. 
Un par de casitas nos dan la bienvenida y tras caminar un sendero a través de la selva durante unos 10 minutos por fin llegamos al campamento.
La humildad preside aquél lugar, una casa de unos 60 metros de planta, fabricada con maderas y con un techo de palma tejida, sin luz ni agua corriente, con una cocina a fuego de leña y un aseo apartado.

Dentro de la casa 3 camas hechas a base de madera fabricadas por el mismo Jorge con sus respectivas mosquiteras, una tienda de campaña, una mesa con dos bancos, también made in Jorge y 3 hamacas colgantes. Sin dudas todo lo que necesitaremos para vivir una auténtica aventura.
Al llegar nos espera su mujer "Yoris" que está acompañada de sus otras 3 hijos, el simpático Toddy de 8 años, la temible y a la vez encantadora Anita de 5 años alias "Mogli" y la dulce Anilda de 7 años.
Anita
Tienen la comida lista, pollo acompañado de arroz. Después de compartir mesa y agradecer la comida que hemos tomado al levantarnos de la mesa (una costumbre que tienen), salimos a nuestra primera expedición por el Amazonas, nos vamos en busca de los delfines grises y rosados.
Navegamos río abajo durante pocos minutos hasta topar con la inmensidad del Amazonas, una extensa masa de agua se abre ante nuestros ojos escoltada a banda y banda por una densa capa de vegetación amazónica. Jorgito maneja el motor y timón, Jorge encabeza la embarcación emitiendo un silbido repetitivo como llamada a los delfines. 
Después de un rato los primeros ejemplares de delfín gris se descubren ante nosotros. Son pequeños a la vez que juguetones y apenas podemos ver sus lomos salir a la superficie para tomar aire. Poco tardan en dejarse ver los ejemplares de delfín rosa, con su aleta doblada y sus pequeños saltos a modo de juego. Hay muchos de ellos y por un momento parece que estamos rodeados. De repente Jorge nos anima a saltar de la barca para darnos un baño. Nos quedamos en calzoncillos y tras ver que de un brinco ya se ha metido en el agua yo hago lo mismo y Romà me precede. Jorgito se queda en la barca por si la corriente nos arrastrase poder ir a por nosotros.
Nadamos un poco, no sin el respeto que te puede producir saber que estás en medio del Amazonas con todas las especies de animales que habitan allí y sabiendo que hay decenas de delfines a nuestro alrededor. Romà no tarda en subir a la barca, yo me encanto un poco más en el agua, uno no se baña todos los días en el río Amazonas.
Pese a que el agua está a una temperatura agradable el frío empieza a apoderarse de nuestros cuerpos y decidimos volver a la barca para iniciar camino de vuelta al campamento.
Amarramos la barca en el pueblo de Santa Ana, la comunidad donde residen tanto Jorgito como Jorge junto a sus familias. 
Jorgito retirando el motor de la barca
Jorgito retira el motor de la barca ya que si llueve puede estropearse y lo llevará a casa de Jorge donde lo guardará hasta que tengamos que zarpar de nuevo.
Volvemos al campamento paseando a través de la selva con Jorge. Es un tramo de algo más de 15 minutos lo que tardamos en recorrerlo.
Son poco más de las 19h y Jorge prepara chancho con un poco de arroz para cenar.
Ya con la panza llena hablamos un poco de todo. Jorge nos cuenta lo disgustado que está con las empresas de turismo que contratan a los nativos de la selva como guías pagándoles una cantidad irrisoria de todo lo que cobran al turista, a parte del trato nefasto que dan a los clientes y la poca calidad de servicio que ofrecen a cambio del exagerado importe que se embolsan. Se le nota realmente indignado con la situación y nos explica que está en trámites de crear su propia empresa.
Y es que lo que nos cuenta de los precios es bien cierto, ya que los viajantes de Barcelona que conocimos y que nos recomendaron ir con Jorge pagaron casi el doble que nosotros por vivir la misma experiencia y todo porque lo hicieron mediante una empresa que los captó en el aeropuerto.
Después de una buena charla decidimos irnos a dormir, Jorge ya nos ha avisado que estos días el toque de campana será entre las 06h y las 07h y debemos estar descansados.
El planing de mañana, ir a pescar pirañas y poner trampas para cazar una anaconda, ahí es nada.
Con el cuerpo comido por las picaduras de los temibles zancudos (mosquitos) del Amazonas, los cuales no temen ni a los repelentes más efectivos, nos acostamos en nuestras camas. Menos mal que tienen mosquiteras...