domingo, 26 de febrero de 2017

25/02/2017 AMAZONAS
LA CAZA DE LA ANACONDA Y VISITANDO AL OSO PEREZOSO

No hay día que no madruguemos. En ésta parte del mundo los relojes no existen y si existen se les ignora ya que la gente funciona conforme les marca el sol, a la que se asoma los lugareños se levantan y a la que se pone se acuestan. Son las 06h y Jorge nos da los buenos días. Tanto Romà como yo nos hemos levantado con un fuerte dolor de espalda causado por la dureza del colchón el cual reposa sobre una tabla de madera. 
Antes de salir dispuestos a afrontar un nuevo día de aventuras tomamos un pequeño desayuno que Jorge nos sirve, hoy con una nueva sorpresa, el “masato”. Se trata de una bebida típica de la selva amazónica preparada a base de “pijuayo”, una fruta que nace en las palmeras nativas de la Amazonía y de la que se aprovecha casi todo. Del tamaño de una lima, con la piel anaranjada tirando a rojiza, la pulpa áspera, seca y de color naranja claro y un hueso central la puedes encontrar por todos los rincones de la selva, donde una gran cantidad se desaprovecha ya que su producción natural es excesiva. La bebida se puede elaborar de varias maneras pero en su proceso lo que es imprescindible que pase es la fermentación de la pulpa del fruto una vez cocido, alcanzando así un cierto grado de alcohol. No obstante existe una forma tradicional de producirlo y es mediante el masticado de la pulpa y su mezcla con la saliva. 
Con el pan y la mermelada en la mesa Jorge nos sirve un vaso de masato a cada uno recién producido por los habitantes del mini poblado que se encuentra a la orilla del río cerca de nuestro campamento. Se le ve feliz por podernos ofrecer tal exquisita bebida. Yo lo pruebo pero no puedo darle más que un sorbo, ya que unas nauseas se apoderan de mi ser. A Romà le pasa parecido aunque es capaz de beber algo más que yo. Sin ánimo de ofensa le comentamos a Jorge que no nos gusta, y sin problema alguno dice que se lo beberá él y Jorgito que es quién nos ha traído la bebida de buena mañana. Dice que les da mucha energía y que sirve para aumentar la virilidad. Nosotros cambiamos el masato por un vaso de zumo de naranja envasado. Romà que no quiere dejar pasar ningún detalle por alto me recuerda que ayer cuando pasamos por el poblado vimos a dos personas mayores masticando ese manjar y que tal y como nos explicaron eran ellos los fabricantes del masato. No me lo puedo creer! Aún el asco se apodera más de mí tras la incertidumbre que me ha generado pensar que la bebida había sido producida de la manera tradicional.
Con cierta dificultad terminamos de desayunar y nos preparamos a salir hacia el Amazonas. Hoy toca ir a buscar las capturas que puedan haber caído en las trampas que pusimos ayer.
Tomamos la barquita y en pocos minutos llegamos a la primera trampa. Hay muchos peces: pez histórico (por las formas que tienen sus escamas de color gris oscuro y muy apiladas), pez boquichico (la palabra lo dice todo), pez gato y palometa (de la familia de la piraña), entre otros. Pero el objetivo era otro, cazar una anaconda, por lo que sentimos cierta decepción. Ahora nos dirigimos a la segunda trampa y el resultado resulta ser el mismo de la primera, muchos peces pero ni rastro de serpientes. 
Volvemos al campamento con nuestra captura. Allí nos espera Yoris (la mujer de Jorge) para cocinar los pescados recién capturados y servirlos acompañados de arroz como un segundo y más contundente desayuno. 
Una vez hemos terminado unos nativos de la comunidad llaman a Jorge a gritos. Parece que han capturado a una anaconda en una trampa que habían puesto, pero ninguno se atreve a cogerla, confían plenamente en Jorge y sus conocimientos. 
Nos acercamos caminando siguiendo a los captores que nos dirigen a la trampa, un agujero en  el suelo el cual estaba tapado con una red cubierta de hojarasca. Jorge la observa y nos informa que se trata de una anaconda. Agarra un palo y con uno de sus extremos aprieta la cabeza de la serpiente contra el suelo, en cuanto la tiene asegurada entra en el habitáculo. Con un movimiento rápido cambia el palo por su mano que a modo de pinza presiona las mandíbulas de la serpiente cerrándole bien la boca. Ésta rápidamente se enrolla en su brazo creando una fuerte presión. Nos la muestra con entusiasmo y nos la ofrece para que la tomemos. A Romà parece darle algo de miedo pero haciendo un alarde de su valentía le cede el brazo. Jorge le indica que debe cambiar rápidamente la mano pinzándole fuertemente las mandíbulas. Así lo hace Romà y sin que apenas se de cuenta el animal ya está enroscada en su brazo. Ahora es mi turno, y d siguiendo los mismos pasos que Romà me hago con ella, llevándola con nosotros hasta el campamento.
Al llegar Jorge nos pregunta que queremos hacer con ella y sin vacilar ninguno de los dos y casi al unísono expresamos nuestra voluntad de comérnosla. Jorge va a buscar un palo y lo tira a mi lado. Me indica que la va a desenrollar de mi brazo y que cuando esté totalmente suelta debo tirarla al suelo. Yo que nunca he matado una serpiente no estoy para hacer muchas preguntas y decido obedecer al dedillo las ordenes que me indica. Una vez la he lanzado Jorge me da el palo que había tirado a mi lado y me indica a gritos que la golpee en la cabeza. A mí que soy un gran amante de los animales me da pena golpearla y me lo repienso un par de veces, pero Jorge me insta a que lo haga de manera reiterada. La anaconda puede estar cabreada y aunque su mordedura no es venenosa seguro que debe ser muy dolorosa y lo cierto es que no me apetece que nos muerda a ninguno, así que en cuanto puedo la golpeo en la cabeza, lo hago repetidamente hasta que queda grogui. En ese momento Jorge la coge y la deja colgada en un árbol. Parece que el trabajo está hecho pero me percato que sigue viva y que se ha escurrido por el árbol haciendo un intento de huir. Jorge vuelve a por ella y se la vuelve a entregar a Romà poniéndole en la otra mano un machete de grandes dimensiones con el que le ordena que le corte la cabeza. Romà intenta que la serpiente se desenrolle, pero ésta no va a dar su espina dorsal a torcer. Jorge debe intervenir para ponerla en condiciones óptimas para su decapitación. Una vez lo ha conseguido le dice a Romà “Ahora!!!”. Con poca habilidad le da varios golpes en lo que podría ser el cuello de la serpiente, pero el suelo arenoso no permite que el filo llegue a hacerle ningún corte. Jorge vuelve a intervenir y lleva la serpiente sobre una superficie dura. Ahí de un solo golpe Romà consigue seccionar la cabeza del animal. Nos sorprende ver como el cuerpo se sigue moviendo durante un breve espacio de tiempo hasta que finalmente queda inerte. Jorge la mete en un cubo y lo tapa. Ahí quedará bien guardada hasta la hora de cocinarla.
Con un nuevo chute de energía y con la adrenalina por las nubes nos dirigimos de nuevo al río, Jorge sigue tozudo en conseguir pescar una piraña, es una promesa que nos hizo y no quiere que nos vayamos sin haberlo conseguido. Pero otro plato fuerte nos espera para el día de hoy, vamos a ir en busca de los osos perezosos. Subidos en la barca con las cañas de pescar preparadas, unos cuantos gusanos en un bote y un par de machetes iniciamos nuevamente un recorrido río arriba con la mirada fija en las copas de los árboles de la selva las cuales se encuentran a más de 25 metros de altura con la decidida misión de localizar uno de esos osos. A ratos paramos la barca y tratamos de pescar lo que será la carnaza para ir en busca de las pirañas, aunque Jorge no deja de mirar la frondosa selva, su objetivo está claro! Nos invita a ayudarle a buscar pero el amasijo de ramas y su densidad nos hace imposible distinguir nada, excepto a Jorge, que con su experiencia rápidamente localiza lo que andamos buscando. Para nosotros no es más que una sombra pero él asegura haber visto uno. Jorgito, que es quien maneja la barca nos acerca hasta la orilla donde se encuentra el árbol elegido por el perezoso. Jorge baja de un salto y agarrando el árbol con fuerza lo sacude para hacer caer al animal. Lejos de conseguirlo consigue que cambie de rama, por fin lo podemos intuir!. Jorge que no se va a dar por vencido me dice “quieres ver cómo lo bajo? quieres?” y con una sonrisa en la cara comienza a trepar por el tronco de manera similar a como lo haría un primate. Al llegar a donde nacen las ramas, a unos 15 metros del suelo, saca una navaja que algún viajero le regaló y empieza a serrar en la que se encuentra el animal. De un grito nos avisa “ahí va!!!” y Romà y yo nos quedamos boquiabiertos al ver caer una especie de bola sobre la esponjosa cama de hojarasca que cubre la selva. Jorge vuelve a gritarnos “agarrarlo!!! agarrarlo!!!”. Para nosotros es la primera vez que vamos a tratar con un oso perezoso y no sabemos como cogerlo. Sin darnos muchas más indicaciones Romà agarra al animal por las espaldas cogiéndole del pellejo y de la capa de duro pelo recubierto de musgo que lo cubre. Es un ejemplar pequeño y nos da pena cuando lo miramos cara a cara, irradia una expresión de simpatía y bondad vestida con unos ojos pequeños a la vez que tiernos. Jorge ya ha descendido del árbol y nos indica que de esa forma es como hay que agarrarlo porque de ser de otra manera posiblemente nos intentaría dañar con las garras. Y razón no le falta porque aunque el oso hace pocos movimientos y con una gran lentitud todo su afán es la de engancharnos las manos con sus largas uñas. Al fijarnos en su cuerpo observamos como tiene una cuerda atada a una de sus patas. Jorge se la corta y lo libera de ella. Nos comenta que mucha gente los tienen como mascotas y para que no se les escapen los tienen atados. Cuando ven que no saben como cuidarlos y que la alegría inicial que sentían al obtenerlos empieza a menguar con el paso de los días optan por dejarlos nuevamente en libertad. Contentos por haber ayudado al oso y con la idea de causarle el menor estrés posible ya que posiblemente hoy habrá sido uno de los días más movidos de su vida, decidimos tomarnos varias fotos con él y dejarlo de nuevo en el mismo árbol en el que estaba.


El animal se agarra con una gran fuerza y simplicidad y como si nada hubiese pasado se queda allí agarrado a la espera de que marchemos del lugar.
De nuevo sobre la barca y con uno de los objetivos cumplidos ahora nos vamos a centrar en la pesca de la piraña. 
Hemos conseguido algunos peces y Jorgito busca las zonas más adecuadas donde podamos encontrar las pirañas. 
Como ya comenté en la entrada anterior, la zona de agua negra que se encuentra estancada es la mejor zona para poder localizar las pirañas. Paramos en una infinidad de zonas, nos tomamos nuestro tiempo en cada una de ellas, pero parece que no va a poder ser. De repente parece que hemos dado con una de ellas, pero la alegría dura poco al ver que se trata de una palometa (de la misma familia). Jorge se niego a renunciar y sigue en su empeño. Nos alcanza la lluvia y ahí seguimos, con el anzuelo en el mar mientras la paciencia empieza a debilitarse. Finalmente Jorge nos pide perdón y decide cesar en el intento. Nos explica que ahora están en temporada de lluvias y que cuando el río está caudaloso encontrar pirañas es muy difícil. Nos dice que si otro año vamos en temporada seca veremos como pescar pirañas es mucho más sencillo, queda prometido!
Volvemos sobre nuestros pasos y nuevamente Jorge nos invita a seguir buscando osos perezosos. De repente nos dice “mirar ahí arriba, lo veis?”. Una gran sombra parece moverse en lo alto de un árbol y Jorge indica a Jorgito que se dirija a la orilla. En un pequeño entrante embarranca y de un salto Jorge toma tierra firme. Nos pide que le pasemos el machete y en cuanto lo tiene en su poder empieza a machetear un árbol de tronco fino donde se encuentra el perezoso. Hachazos por aquí, hachazos por allá consigue segar el árbol y abrazando el tronco lo levanta a peso dejándolo caer en su base sobre el suelo creando una inclinación de 45 grados. Nosotros seguimos sin ver nada pero Jorge que sabe perfectamente lo que está haciendo se adentra en la selva en busca de la copa del árbol que acaba de cortar. En breves segundos se asoma con el perezoso en brazos y mostrando una cara de enorme satisfacción. Nos deja coger al animal para hacernos varias fotos, es mucho más grande que el anterior! 

Sin dilatar más el tiempo de lo estrictamente necesario volvemos a situar al oso en otro árbol para que siga con su plácida vida. El animal se aleja de nosotros trepando por las ramas de los árboles con determinación.
Con un día más que completo y repleto de aventuras nos dirigimos hacia el campamento navegando envueltos en una paz inigualable.
Al llegar toca preparar la anaconda para la cena. Jorge nos enseña como se le quita la piel al animal y participamos de la tarea.
Con todo el trabajo hecho Romà me comenta que le gustaría bajar al poblado para comprar alguna chocolatina. La familia de Jorgito tiene una pequeña tienda donde venden algunos productos de alimentación e higiene, ese será nuestro destino.
Bajamos acompañados de Yoris y de Anita. Apenas nos ponemos a caminar una tormenta nos alcanza, pero gracias a la vegetación y a que el trayecto no es muy largo alcanzamos el poblado sin apenas habernos mojado. Pasamos un rato en la tienda junto a la familia de Jorgito que van yendo y viniendo, regalándonos desinteresadas sonrisas y alguna conversación entretenida.
Pero un nuevo regalo de la vida nos espera a la vuelta de la esquina, una nueva imagen que se quedará grabada en mi retina y en mi memoria. Delante de casa de Jorge están jugando sus dos hijas. Llueve intensamente, la excusa perfecta para comenzar una batalla de barro. No necesitan nada más: ni caros juguetes, ni amigos interesantes... Ellas dos solas con el barro ya son felices. Se tiran por el suelo, se embadurnan una a la otra, luchan, batallan, ríen a carcajadas… yo temo por su integridad, realmente parece una lucha salvaje; se estiran de los pelos, resbalan y caen a peso sobre la piedra, pero nada enmudece sus sonoras risas. Dos niñas pequeñas nos acaban de dar una nueva lección de vida.
Con el botín en nuestro poder volvemos hacia el campamento donde nos espera Jorge con la cena preparada: un plato único de anaconda a la brasa con arroz hervido. Puedo decir que la carne de la anaconda es blanca y muy dura, más bien fibrosa y de sabor se podría asemejar al pollo pero algo más suave. Yo me como una ración, la verdad es que me da un poco de manía, pero Romà repite como si fuese un alimento que hubiese comido toda su vida. 
Son las 20h y el día de hoy ha estado lleno de grandes emociones, creo que ya va siendo hora de irnos a la cama, el cuerpo nos lo está pidiendo…

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