miércoles, 8 de febrero de 2017

07/02/2017 LA PAZ
UN PASEO POR UNA GIGANTESCA CIUDAD DE BOLIVIA

Nos despertamos a la misma hora de siempre y salimos en busca de un desayuno que nos sacie el hambre pero a su vez sea barato. Y donde mejor buscarlo que en los puestecitos callejeros que se reparten por las aceras. Bajando por la Av. Ismael Montes encontramos uno que ofrece bocadillos pequeños y refrescos. La mujer que atiende, una señora de edad avanzada pero que no ha perdido su ímpetud de juventud, nos dispensa un par de bocadillos de carne y mortadela que acompañaos con gaseosa Boliviana por lo que pagamos la cantidad de 20 bolivianos. No puedo evitar grabar a modo “cámara oculta” este momento, la señora me ha caído muy bien y me recuerdo a José Mota, el humorista de Cruz y Raya cuando interpreta a “la vieja del visillo”.
El objetivo de hoy es el de dar un paseo por el centro de la ciudad boliviana y tratar de comprar una "guitarra viajera", algo que estoy echando de menos durante el viaje. 
Prosiguiendo por la avenida llegamos a la Plaza Mayor, presidida por la Iglesia de San Francisco.
Detrás de la Plaza se expande un entramado de calles repletas de tiendas de souvenirs. Romà busca los parches de los países que vamos a recorrer durante el viaje y yo me centro en encontrar la zona donde venden los instrumentos musicales. Tras preguntar a varias personas y con indicaciones contradictorias damos con la zona que buscamos. Entramos en varias tiendas y pese a que los precios son muy similares entre todas ellas compramos donde hemos conseguido el importe más bajo tras un regateo no muy peleado. Una guitarra de viajero de tamaño medio con su funda de nylon nos sale por 300 bolivianos, unos 40€ que pagaré yo de mi bolsillo ya que al fin y al cabo la guitarra será para mí. No es de una gran calidad, pero el sonido es bueno y para lo que la vamos a utilizar y con el trote que va a llevar es más que suficiente.
Alguien nos recomendó subir a un funicular que hace un trayecto a un cerro donde hay un mirador y desde donde las vistas de la ciudad son espectaculares. Este se coje en la Plaza España y para llegar allí hay que tomar una minivan que cuesta su precio estándar de 2,2 bolivianos.
Llegamos al destino y tras caminar un pequeño tramo lo encontramos. Es muy nuevo y el precio muy asequible, 3 bolivianos por trayecto. Allí se usa como medio de transporte ya que como había comentado en otra entrada la ciudad de La Paz se está comiendo las montañas que la rodea y la creación del funicular ha facilitado mucho el acceso a esos barrios. No es un trayecto muy largo y las vistas son si más no curiosas.
Al llegar nos refrescamos en un bar que está a la salida con un batido de quinoa y manzana y otro de avena con leche, cada uno cuesta 6 bolivianos. Su sabor es extraño, la textura muy densa, pero llena y el precio es asequible. 
Preguntamos por el mirador y nos dicen que bajando una calle hay una barandilla desde donde puedes obtener las mejores vistas de la ciudad. Llegamos allí y realmente no son unas vistas tan impresionantes como imaginábamos. No obstante recomendamos esa visita ya que su bajo coste y la experiencia de pasar por encima de los barrios y las casas vale apena.
Al bajar buscamos un sitio para comer y entramos en un restaurante que pese parecer tener unos precios elevados su menú es bastante económico, 25 bolivianos. Pero lo que a mí me ha llamado la atención del lugar es que ofrecen “chicharrón de lagarto”, es decir lagarto rebozado, y SÍ, he dicho LAGARTO. Yo me pido un plato para probarlo ya que nos lo habían recomendado, pero Romà no está muy animado a comer tal “delicia” y prefiere pedirse el menú que termina por no satisfacerle. El precio del chicharrón es de 40 bolivianos y el menú 25, con lo que sumándole el agua que nos bebemos nos sale por 70. Si queréis saber mi opinión sobre lo que comí, pues bien, no es nada especial, la carne es un poco dura y el sabor fuerte. Válido para probarlo pero no para comerlo como una delicatessen. 
Después de comer tomamos nuevamente una van que nos acerca al Hotel y tras una ducha vagueamos un poco. Romà me comenta que le han escrito unos amigos franceses que conoció en Tupiza y le han dicho que han llegado a La Paz y que si me parece podríamos ir a cenar juntos. Yo que no sabía de su existencia no me opongo a dicho plan pese a que no tengo ni idea de quienes son.
Hemos quedado a las 21h en un restaurante de comida Mexicana que se encuentra en el centro. Llegamos en minivan a la zona y sin dar muchas vueltas nos encontramos con ellos. Hay 2 chicas y 2 chicos. Una se llama Audrey y la acompaña su hermano, se han comprado un par de motos en Chile y están recorriendo Suramérica hasta Bolivia donde tienen la intención de venderlas. La otra pareja son amigos, ella se llama Iris y van de mochileo. Los 4 se han conocido durante el viaje y llevan algunos días haciendo el mismo tramo.  La cena nos sale bastante cara, pagando 120 bolivianos por comer unas fajitas, unos nachos, un batido y una cerveza. Al salir del restaurante buscamos un bar para ir a tomar algo, pero nuestros intentos caen en saco roto. Los franceses nos dicen que ellos están alojados en un Hostel donde hay un bar donde ponen música. Decidimos ir allí y asegurar el tiro. Al llegar aquello parece más una fiesta universitaria que un alojamiento vacacional. Mientras charlamos y jugamos algunas partidas al billar tomamos una cerveza y un mojito (20 bolivianos). Nos reímos con lo malos que somos pese a que Romà se siente como Tom Cruise en “el color del dinero”. Cuando le pido a Romà que me compre otra cerveza se da cuenta que nos hemos quedado sin efectivo, así que tendremos que buscar un banco para retirar dinero. Iris nos invita a un par de cervezas al percatarse de nuestro contratiempo.
A la 01:30 cierran el bar del Hostel y decidimos seguir la fiesta en una discoteca que nos recomiendan, se llama "Mongo's". Por el nombre no parece muy atractiva pero nos han dicho que se respira buen ambiente.
Romà se acerca a un cajero y retira 200 bolivianos. Al salir del Hostel conocemos a 3 chilenos muy graciosos con los que nos reímos mucho. Parece que nos conocemos de toda la vida y es que no se por qué motivo pero durante todo el viaje hemos congeniado mucho con gente de esta nacionalidad. El hermano de Audrey decide quedarse a descansar, así que con los chilenos y nosotros 5 llenamos 2 taxis que nos llevan "al tiro" a la discoteca. El trayecto sale por 30 bolivianos, no llega a 1€ por cabeza.
Tal y como nos han dicho hay buen ambiente y no está muy llena. Bailamos, reímos y el chileno más grande de los 3 se une a nosotros olvidándose momentáneamente de sus amigos. Entre baile y baile sus gritos sobresalen por encima de la música mientras repite mi apodo de Facebook a modo de llamada salvaje! Lo cierto es que ha conseguido que no pueda parar de reír.
La discoteca cierra a las 02:45h, poco hemos podido disfrutar. A la salida un taxista nos aborda y nos comenta que si queremos seguir la fiesta él sabe donde llevarnos. Consensuamos entre balbuceos lanzarnos a la aventura y nuevamente llenamos 2 taxis, emprendiendo así un camino con destino a no se donde. Sabemos que hay cierto peligro en lo que hemos hecho, pero somos 8 personas en total y no creemos que nos vaya a pasar nada malo. Tras un trayecto de algo más de 10 minutos llegamos a una zona de casas donde no vemos ninguna discoteca y es que se trata de un local clandestino. Un joven hace funciones de seguridad en la puerta de acceso y nos dice que la entrada cuesta 30 bolivianos. Regateando conseguimos bajar el precio a 20 pero antes queremos ver como es el local y que música ponen, no sabemos con que nos podemos encontrar. Pese a que no hay casi nadie decidimos quedarnos. Un bajo con cuatro psicodélicos, una barra, unos taburetes, un par de altavoces de grandes dimensiones, un escenario y una pequeña tarima a modo de pista de baile es todo lo que nos ofrece el lugar. No pasamos mucho rato allí dentro, lo suficiente para seguir con las risas y con alguna cerveza más en el cuerpo. El alcohol ha afectado a Romà, no suele beber y mucho menos salir, pero hoy ha hecho una excepción y lo cierto es que este Romà me gusta más si cabe. Por fin lo veo a modo “Spanish drunk”, repitiéndome en muchas ocasiones “t’estimo Tete” y dándome abrazos y besos… Es raro, pero me llama la atención este “nuevo” Romà que no conocía.
Yo noto el efecto del alcohol pero tengo la situación bastante controlada, o eso creo. No, va, en serio, no me siento mareado ni nada pero sí algo contentillo por lo que decido tomar el mando de la situación y al salir del local cogemos un taxi que nos debe llevar de vuelta al Hotel. Nuevamente nos repartimos. El taxista hace una primera parada en al Hostel de los franceses (25 bolivianos) y la segunda será en nuestro Hotel, pero algo raro sucede cuando le vamos a pagar. Nos dice que la carrera son 50 bolivianos y pese a que intentamos regatear el precio el tipo no accede a nuestra demanda. No queremos discutir y Roma se empieza a enfadar y decide dejarlo por imposible. Le entregamos un billete de 100 para hacer el pago pero el tipo nos dice que ese billete es falso y nos pide si tenemos otro porque no puede aceptarlo. Le comentamos que no es posible ya que lo hemos sacado esa misma noche en un cajero a lo que nos contesta que hasta los bancos te cuelan billetes falsos en ese país. No creemos mucho en su versión, pero no tenemos nada más con lo que poder pagarle por lo que resignado acepta ese billete y nos da de cambio uno de 50. Pero ahí no acaba la cosa, porque insiste en que el billete es falso y nos pide que le demos 10 bolivianos más por la molestia de tener que aceptarlo. En ese momento la paciencia se nos acaba y Romà finiquita la conversación con el taxista lanzándole algunos improperios y es que razón no le falta. Estamos con la mosca detrás de la oreja, no encontramos muy normal lo que ha pasado. No obstante como desconocemos que triquiñuela nos ha querido hacer nos bajamos del taxi recriminándole al conductor su actitud.

Finalmente nos han dado las 05h, estamos muertos y como tales caemos a peso en la cama…

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