16/02/2017 INKA JUNGLE: DIA 4
La mala noticia de que a las 04:00h debemos estar en pié no nos ha quitado la sonrisa de la cara por saber que por fin llega uno de los días que mas hemos esperado en el viaje, la visita a la ciudad perdida del Machu Picchu. Tras barajar la posibilidad de subir en autobús Romà y yo hemos decidido hacerlo a pié, son 1500 escalones aproximadamente los que nos esperan para ascender a la tan deseada vista y creemos que por una vez que estamos ahí vale la pena vivirlo intensamente. Romà se ha vuelto a motivar cuando le han explicado que existe un récord del mundo en hacer el ascenso en el mínimo tiempo posible. Yo ya le he dicho que conmigo no cuente.
Con los ojos aún pegados por las legañas salimos de noche del Hotel donde nos dan una bolsa con varios tentempiés para pasar el día (un poco triste contando que solo hay un zumo, un botellín de agua, una fruta y un sandwich sin apenas chicha). Con la ayuda de la linterna de nuestros teléfonos móbiles emprendemos la ruta. En medio de una procesión de cientos de personas esquivamos como podemos los charcos de agua que hay formados en el suelo hasta llegar al acceso de control al camino de ascenso.
Con las entradas en la mano y tras presentarlas en el control cruzamos un puente que nos lleva al pié de la montaña que hay que subir. Una curiosa escena nos da la bienvenida; una muchacha parece querer colarse y se las tiene con los vigilantes, a los que, con una rápida maniobra, esquiva y cruza al otro lado del puente, donde parece esperarla una especie de “príncipe azúl” que la puede haber embelesado la noche anterior.
La subida es intensa, Romà camina sin pausa y yo debo pedirle en varias ocasiones que pare: la humedad, el calor, la fatiga muscular y mi acelerado corazón me dan aviso de ello. No obstante se que esos descansos también le van bien a él aunque no quiera reconocerlo.
Los escalones, tallados en piedra, son de diferentes tamaños y no facilitan el ascenso, pero eso no nos va a detener! Durante el recorrido nos acompañan unas impresionantes vistas, cargadas de misterio nos muestran unas gigantescas montañas que parecen querer abrazarnos.
Después de aproximadamente una hora llegamos a la entrada general del parque. Estamos empapados en sudor y el recibimiento de Ricardo, nuestro guía, con varias botellas de agua nos llena de alegría.
Son algo más de las 06:00h y sin hacer mucha cola accedemos al complejo arqueológico, parece ser que vamos a poder ver el amanecer si las suerte nos acompaña, una suerte que parece abandonarnos ya que rápidamente la niebla empieza a aparecer.
Caminamos por dentro del recinto recibiendo unas explicaciones muy interesantes de Ricardo y sin apenas darnos cuenta llegamos al punto donde la ciudad se muestra en toda su plenitud ante nuestros ojos.
Aquello parece extraído de una película de aventuras, es impresionante y el misterio se respira por sus cuatro costados, con la colaboración de la niebla a modo de atrezzo.
La agonía de tomar algunas instantáneas antes de que la ciudad desaparezca ante nuestros ojos se hace palpable y dejando de lado un poco las explicaciones de Ricardo nos metemos de lleno en nuestro papel de fotógrafos.

Caminamos un poco más con Ricardo recorriendo las calles y los edificios de piedra, escuchando sus narraciones y manifestando su repulsa por la forma en que los Españoles “conquistaron” sus tierras. Un poco de historia, los detalles de la formación así como de la construcción de Machu Picchu, los caminos secretos que construyeron los Incas para llegar allí entre muchas otras aún reviste de un misterio más feroz la ciudad perdida.
Llegó el momento en que Ricardo se despide de nosotros, ha ido ganando confianza a lo largo de los días y su timidez inicial se ha tornado en un simpático descaro. Nos dice adiós agradeciendo habernos tenido entre sus clientes y nos explica varios recorridos que podemos hacer por las montañas que nos rodean.
Ahora tenemos tiempo libre para seguir visitando el recinto a nuestras anchas y decidimos visitar una de las recomendaciones de Ricardo, el Puente Inca.
Iniciamos una leve pero intensa caminata por un bello sendero el cual desemboca a una construcción de piedra que con varias maderas haciendo la función de suelo del puente constituye lo que andamos buscando.
Con aspecto de ser poco (por no decir nada) seguro, se sitúa sobre un acantilado con cientos de metros de caída libre. Un estrecho camino nos lleva hasta su entrada, donde una puerta nos barre el paso evitando que algún inconsciente intente cruzarlo.
Las imágenes son espeluznantes y te trasladan a la época en la que los nativos debían cruzarlo para huir o llegar secretamente a su ciudad.
Como tenemos tiempo de sobras decidimos tomar un tentempié ahí mismo, comemos algunos tubérculos desecados (patata y boniato) que habíamos comprado el día anterior y acabamos con los refrigerios que nos habían entregado por la mañana en el Hotel.
Tras recuperar algo de energía iniciamos el descenso hacia el pueblo de Aguas Calientes. Durante la bajada coincidimos con dos catalanes con los que entablamos conversación. Uno de ellos nos pregunta si hemos ido a la selva a lo que le contestamos que aún no pero que lo tenemos en mente ya que era una de las recomendaciones que me hizo mi amigo Jason de Barcelona. El compatriota nos explica que ellos fueron a Iquitos y que allí un captador los abordó en el aeropuerto para venderles su paquete turístico. Nos cuenta que pasaron 5 días en un poblado de la selva con un nativo de allí viviendo a su modo, en una choza en medio de la nada sin electricidad y practicando actividades como la recolección de frutas, la pesca de pirañas, la caza de la anaconda, el contacto directo con los osos perezosos y un sinfín de actividades que según nos dicen “no lo podremos olvidar nunca”. Romà y yo creemos que puede ser una gran oportunidad y le pedimos que nos facilite el contacto. Sin más nos da el número de teléfono directo del nativo ya que cabe la posibilidad de que podamos evitar de esa manera a los intermediarios y nos salga algo más barato que a ellos (100 por persona y día con todo incluido). Con un nombre poco comercial lo memorizamos en el teléfono “Jorge de la Selva” con la idea de contactar con él cuando estemos más tranquilos.
Terminado el descenso y entrando en Aguas Calientes nos despedimos de ellos con un abrazo.
Llegamos al Hotel y nos damos una reponedora ducha. Hoy preferimos quedarnos a descansar en vez de salir a comer, realmente la caminata nos está pasando factura.
Ya por la tarde y con el cuerpo renovado nos centramos en dar un último paseo por el pueblo, entramos en varios mercadillos de artesanía y callejeamos sin prisa. Con la hora de la cena encima nos sentamos en una de las terrazas que se vislumbran por las calles y tomamos un par de pizzas para salir un poco de la rutina alimenticia. Acompañadas de varias cervezas nos damos por satisfechos por todo lo vivido en ese completo a la vez que espectacular día y nos retiramos a nuestros aposentos con la alegría y a la vez pena de haber cumplido uno de mis sueños, ver el MACHU PICCHU.
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