miércoles, 15 de febrero de 2017

14/02/2017 INKA JUNGLE: DIA 2

Con la previa información que nos habían facilitado referente al tour ya sabíamos que hoy iba a ser posiblemente el día más duro de todos ya que gran parte del recorrido pasaba por hacerse a pie. El madrugón no nos lo iba a quitar nadie, cerca de las 06 horas ya estamos en marcha. La planicie del inicio del camino es tan solo un espejismo ya que rápidamente unas fuertes rampas nos reciben con los brazos abiertos. Hacemos varias paradas donde Ricardo nos explica acerca de algunas plantas que encontramos en el camino como el árbol de la burundanga y sus frutos, el palo santo y el más famoso y común para ellos, el de la coca.
Planta y fruto de la burundanga
Nos cuenta lo poco que ganan los recolectores al vender por un ínfimo precio el producto a grandes “comerciantes”. Nos explica que los grandes laboratorios de cocaína se encuentran en la selva baja ya que allí es donde la vegetación es más densa y su localización desde el aire es casi imposible. También nos habla de algunas civilizaciones que aún no se han descubierto y que se tiene conocimiento que viven en lugares recónditos de la selva. Son explicaciones recubiertas de misterio y muy interesantes que nos deja ensimismados
Seguimos el ascenso hasta llegar a un par de casitas perdidas en medio de la vegetación. Allí un perrito y un mono el cual está atado con una cuerda nos reciben. Romà que no puede contener sus ganas de mezclarse con el que un día pudo ser uno de nuestros antepasados se acerca al primate que inicialmente parece amigable. Este se sube a las piernas de Romà que se agacha para darle más confianza al animal, y tomándose toda la libertad del mundo le comienza a meter la mano en el bolsillo del pantalón, da la impresión que quiere buscar algo. Romà comienza a ponerse nervioso y el mono con más ahínco empuja su brazo fuertemente hacia el interior. Romà empieza a molestarse ya que el mono puede que al final agarre algo que fácilmente sería confundible con una banana o un plátano (según se mire) y decide intentar quitárselo con fuerza. Pero cabe recordar que los primates tienen siete veces más fuerza que el ser humano por lo que todo intento de quitárselo de encima es en vano y el mono termina por morderle la mano.
La evidente preocupación de Romà al pensar que pueda contagiarse con alguna enfermedad es notable y empieza a chuparse la herida y a escupir la sangre que logra sorber. Lo cierto es que es normal, ya que aunque el guía y la dueña del mono nos aseguran que está vacunado nosotros sabemos que eso no es cierto. Cruzamos los dedos y confiamos en que nada malo le puede pasar y seguimos el recorrido.
Pasa algo más de una hora para hacer una nueva parada. Esta vez será en una caseta que parece encontrarse en un mirador y donde nos ofrecen un “desayuno tradicional” compuesto de productos típicos de esa zona del Perú: varios tipos de patatas (Perú es uno de los países del mundo con más variedad de este tubérculo), frutos secos, frutas y un licor que contiene en su interior una especie de culebrilla son los manjares que probamos. Ciertamente nada delicioso. 
Después de un largo descanso donde hemos compartido mesa con un guacamayo y un adorable monito el cual se nos ha dormido en el cuello primero a Romà (pese a su desconfianza después de lo sucedido un poco antes) y luego a mí y ya con las pilas recargadas a tope retomamos la ruta, ahora sí que nos espera un buen rato de caminata.



La ascensión sigue siendo continua hasta que Ricardo nos informa que vamos a entrar en un tramo del famoso “Camino Inca”, porción de ruta que forma parte de una gran red de caminos Inkas y denominada con ese nombre y que tiene recorrido entre las ciudades de Cuzco y el sitio arqueológico de Machu Picchu. Con unas vistas maravillosas caminamos por un sendero un tanto peligroso ya que discurre pegado a un precipicio pero que se encuentra bastante bien conservado y según nos dice Ricardo aún utilizado por pobladores locales. Las vistas que nos regala el camino son impresionantes!
Camino Inca


Se acerca el mediodía, momento para reponer fuerzas en la pequeña aldea de Kellomayo, donde en un humilde restaurante tomamos un reparador almuerzo para luego continuar la ruta mientras cruzamos por caídas de agua, riachuelos y observamos plantaciones de frutas y tubérculos típicos de la zona, la diversa flora y fauna en libertad del lugar con diferentes especies de aves exóticas, además de una amplia gama de orquídeas y frutales de plátanos, naranjas, paltas y café, entre otros.
No podemos olvidarnos que nos encontramos en plena selva de la Amazonía y que esta área es una de las más ricas del planeta en lo que a diversidad biológica se refiere. 
Ya con el cuerpo bastante cansado llegamos a una zona donde hay que cruzar el río, pero no se puede con nuestros propios medios. En el lugar una especie de cesta metálica suspendida sobre unas cuerdas metálicas que están ancladas a la pared serán nuestro medio de transporte.
Ahí nos subimos Romà, Ricardo y yo y sueltan los frenos para que con la inercia y la gravedad recorramos los aproximadamente 150 metros que hay de lado a lado del río. No obstante al final un fallo en el cálculo de la mujer encargada de frenar la vagoneta hace que impactemos con cierta potencia contra la pared llevándome un buen golpe contra la vagoneta. Menos mal que no tenía la mano fuera, porque de ser así me hubiese roto todos 27 huesos que contiene cada una de nuestras manos.
Con el cuerpo a salvo y ya al otro lado del río vamos a emprender la que será la última tirada de nuestro recorrido de hoy. Ya en nuestras mentes empieza a asomar la idea de llegar a los tan deseados y prometidos baños termales de Cocalmayo.
Dejamos tras nuestras huellas un sinfín de imágenes imborrables, con mágicas montañas, caminos mitológicos, imponentes ríos y puentes colgantes.

Tras un par de horas y con la mente más puesta en el placer que nos espera que en el cansancio acumulado llegamos a nuestro particular “oasis”. Tras ponernos los bañadores en unos cambiadores muy rudimentarios accedemos a una de las piscinas termales del lugar, en concreto la que tiene el agua templada. La idea de que sea una piscina natural rápidamente se esfuma de nuestras mentes al ver su diseño y la colocación tan estudiada de cada piedra que la compone, pero eso no nos va a hacer dejar de soñar y de disfrutar todo lo que allí estamos viviendo, con enormes montañas rodeándonos y un agradable baño en aguas naturales.
Son dos horas las que pasamos allí aproximadamente cambiando entre piscinas de agua fría, natural y caliente. Cuando nuestras manos ya se ven arrugadas decidimos abandonar las piscinas. 2 horas han sido suficientes para reponer nuestro cansancio. Tras una ducha y equiparnos nuevamente con nuestra ropa de trekking, una furgoneta nos está esperando para transportarnos hasta el poblado de Santa Teresa, donde se encuentra el hospedaje donde pasaremos nuestra segunda noche. 
Una vez recorrido un trayecto no muy largo llegamos a nuestro destino. Después de acomodarnos salimos a un restaurante que nos han indicado para tomar la cena. Se vuelve a repetir un menú al que ya nos hemos habituado. La quinoa es un alimento muy producido y consumido tanto en Perú como en Bolivia y te la pueden preparar en sopas, ensaladas y casi de cualquier forma que te puedas imaginar aunque las sopas es lo que predomina. Y eso será lo que cenaremos junto con un plato de pollo o una chuleta. 
Pero hoy va a haber una pequeña sorpresa nos dice Ricardo. Tendremos que beber de un recipiente al que tras vestirlo verbalmente de un halo misterioso no deja de ser una botella con forma de hombrecito con un súper pene por el que hay que beber una especie de aguardiente de color blanco simulando lo que todos os estáis imaginando. A mí que no me hace mucha gracia ese tipo de humor intento participar para no aguar la fiesta, aunque se me nota claramente incómodo.
Después de esa nota de “humor”, decidimos quedarnos junto con otros compañeros de ruta tomando alguna cerveza en un bar que está justo delante del bar donde hemos cenado. Pasamos un buen rato conversando de temas interesantes, y sin demorarnos mucho y con el cansancio que nos pasa factura nos retiramos a dormir.

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