lunes, 27 de febrero de 2017

26/02/2017 AMAZONAS
CEREMONIA DE LA AYAHUASCA


Hemos preparado en el suelo un colchón con una almohada. Allí espero sentado con las piernas cruzadas y cierto nerviosismo el inicio de la ceremonia. Varias velas iluminan el lugar haciéndolo parecer aún más místico. Todo a mi alrededor está despejado a excepción de un par de bancos de madera donde estarán Romà y Jorge. 
La chamana se disculpa por la tardanza y toma asiento en el suelo, justo delante de mí.
María, trae una bolsa de plástico. De allí saca una linterna frontal, una bolsa de plástico con un buen puñado de cigarros blancos sin boquilla que reciben el nombre de “mapachos”, una botella de plástico de 1500cc que contiene una cuarta parte de un líquido marronoso y denso, la ayahuasca, una botella pequeña con un liquido transparente en su interior, medio coco de pequeñas dimensiones y un abanico hecho con hojas secas de palma.
Me explica que la ceremonia dura unas 3 horas, que es posible que sienta nauseas, mareos y diarreas durante el proceso y que de ser así debo pedir ayuda a Jorge para que me acompañe al baño. Jorge que ha sido previsor me ha dejado a mano una botella de agua, un rollo de papel wc y un barreño por lo que pueda pasar. 
María toma un mapacho, lo enciende y se dirige hacia mi espalda. Me abre con cuidado la chaqueta y expulsa una bocanada de humo en su interior. Repite la operación, esta vez tirando el humo dentro de sus manos las cuales tiene apoyadas sobre mi cabeza de forma cóncava. Y repite la operación una tercera vez, en esta ocasión me abre la chaqueta por la parte delantera y lanza el humo dentro de mi ropa. Yo que soy bastante intolerante con el humo del tabaco no me queda otra que aceptar de buen gusto este “baño”.
María vuelve a tomar asiento delante de mí, agarra la botella que contiene la ayahuasca y lanza en su interior un par de bocanadas del humo del “mapacho” mientras tapa la botella con el fin de que no se escape nada de lo que acaba de introducir.
Pasados unos segundos abre la botella y mientras llena el coco con la ayahuasca me da las siguientes instrucciones, las cuales debo seguir estrictamente si quiero conseguir que la pachamama me “hable”: tengo que concentrarme plenamente en el objetivo que quiero conseguir, por ejemplo sanar una enfermedad mental o física o recibir respuesta a alguna duda que me haga estar intranquilo. Ella hará una especie de rezo a la ayahuasca manteniendo el coco lleno de líquido entre sus manos y posteriormente me lo pasará a mí. En ese momento yo debo centrarme plenamente en lo que deseo y debo pedirle a la pachamama de la siguiente manera para recibir su ayuda: “Pachamama” o “Pachaabuelo” ayúdame, dame visión y sana mi enfermedad o dame respuesta a mis problemas. Esa petición la puedes hacer con las palabras que desees, pero lo más importante es que debes estar totalmente concentrado y convencido de que vas a recibir ayuda de la madre tierra.
Los pasos acontecen tal y como me ha explicado. María me cede el coco y yo, haciendo un gran esfuerzo en creer en algo existente más allá de lo terrenal hago mi petición en silencio a la madre tierra. Me siento preparado y confiado y ingiero el contenido del coco.
Una sustancia densa, con sabor a tabaco y a cacao quemado trata de deslizarse a través de mi garganta. El sabor ya es desagradable y hace que cada sorbo que intento tragar sea más difícil de digerir. Es nauseabundo, pero realmente no me ha dado ninguna arcada. Ahora toca esperar.
María apaga las velas, no hay ninguna luz que ilumine el lugar, tan solo se escucha de fondo el golpeo rítmico del abanico de palma seca que María está haciendo sonar. Pronto empezarán las canciones chamánicas, conocidas en la zona como “Ícaros”. 
Aquí os dejo una muestra de las canciones que cantó María. Son las auténticas, es decir, las que cantó en ese mismo momento, en la realización de la ceremonia. Escucharlas por favor para ambientaros más mientras continuáis leyendo...
Van pasando los minutos y mi concentración se ve un poco afectada por la ansia que tengo a la espera que me den las primeras arcadas, pero nada, no hay ningún atisbo de ellas. Cansado de aguardar en una posición un tanto incómoda decido tumbarme en el colchón.
María no deja de cantar y no puedo evitar esbozar una leve sonrisa cuando la oigo decir palabras como “cerebrito tranquilito” o “medicón”. Que le vamos a hacer, yo soy así.
Las canciones se repiten una y otra vez, el humo de los “mapachos” sigue acompañando a toda la ceremonia, los hijos de María contribuyen a ello.
No sé cuánto tiempo ha pasado y María me habla. Me pregunta cómo me encuentro y le respondo que estoy bien. Me dice si estoy mareado y si he tenido alguna visión a lo que le contesto que todo está correcto y que no he sentido ninguna cosa extraña. Entonces me vuelve a ofrecer volver a tomar un poco más de la ayahuasca, en concreto me parece entenderle “¿puedes tomar más?” a lo que le respondo que sí.
Vuelvo a tomar asiento en el colchón y repetimos el mismo proceso que en la primera toma. Ahora aún me cuesta más tomarla, ya sé cómo sabe y eso me hace estar más predispuesto al asco que la primera vez. Ingiero todo el contenido, las náuseas se manifiestan rápidamente y dejo salir un par de eructos en silencio. Muy pronto empiezo a sentirme mareado y decido recostarme de nuevo. Miro hacia una de las aperturas que hay en el campamento y que me dejan ver el cielo, apenas aprecio nada. 
Los ícaros vuelven a sonar, las mismas canciones se repiten una y otra vez. Mi mareo va a más y no puedo hacer nada por frenarlo. Cierro los ojos y todo parece estabilizarse. Empiezo a sentir sueño, o quizá sería mejor llamarlo desorientación, el ambiente se me hace extraño y no me siento bien, pero allí sigo, intensamente concentrado. De repente una extraña visión se abre delante de mí, veo una media circunferencia de color grisácea, cubierta de árboles caídos, secos y rotos y en medio una casa en estado ruinoso que apenas se mantiene en pie. El sol que la ilumina empieza a ponerse y el color grisáceo se torna cada vez más oscuro. Parece empezar un nuevo día, pasando del negro absoluto a una nueva iluminación proveniente de un amanecer. Ahora esa media circunferencia es de color verde y conforme avanza el sol y la luz se hace más potente crecen árboles frondosos y vivos al mismo ritmo. En lugar de la casa ruinosa observo una preciosa casa, bien fundamentada, firme y con un techo seguro.
Pero tal y como ha venido la visión ha desaparecido. Sigo sintiéndome mal, nada ha cambiado, el humo, los cánticos… he perdido la noción del tiempo pero no creo que falte mucho para terminar.
Sin noción de cuánto tiempo ha pasado María da por finalizada la ceremonia. Vuelve a preguntarme sobre mi estado, le explico que estoy mareado y que no me encuentro muy bien. Me pregunta en concreto por si he tenido visiones y le contesto que no. Y os preguntaréis, ¿por qué le dije que no si acabo de explicar que vi algo? Es muy sencillo. Yo estaba convencido que iba a tener unas visiones increíbles, totalmente realistas, estaba muy influenciado por todo lo que la gente me había explicado y no supe interpretar esa visión como una visión realmente. En un primer momento lo achaqué al sueño, a que me estaba quedando dormido y que posiblemente estaba medio soñando cuando vi lo que vi. De ahí que le dijese que no había tenido visiones. Pero lo cierto es que conforme iba pasando el tiempo yo iba estando más seguro de que aquello que había visto era una visión y no parte de un sueño. Es más, incluso cuando lo interpreté me di cuenta que aquella visión era la respuesta a lo que le planteé a la madre tierra.
Me incorporé despacio y me despedí de María con un par de besos y agradeciéndole el trabajo que había realizado conmigo. 
Me dirigí hacia mi cama y ahí noté que algo no iba bien. Le dije a Romà que tenía muchas ganas de vomitar y que necesitaba cerca el cubo. Sin demorarse me lo trajo e inminentemente empecé a arrojar todo lo que había bebido. Aquello era como las patatas “Pringles”, “cuando haces pop, ya no hay stop”.
Logré acostarme y Jorge me acercó la botella de agua. Vomité en varias ocasiones y bebí unos pocos sorbos de agua. El solo hecho de pensar que si bebía vomitaría más me aterrorizaba, nunca he sido bueno para dichas tareas. Y de esa forma cometí un grave error. 
Estuve toda la noche intentado vomitar, pero mi estómago estaba vacío, escupía bilis y la tos del final del esfuerzo parecía calmarme levemente. Romà me habló en varias ocasiones, sé que estaba algo asustado, fueron muchas horas en ese estado. Pero aquello quizá no era lo peor, el mareo al contrario de desvanecerse se había hecho más intenso. La sensación de borrachera no me la podía quitar y no me sentía bien en ninguna posición que adoptaba. 
Las horas se iban sumando y la última vez que recuerdo haber mirado el reloj eran las 05h de la madrugada, momento en que por fin caí rendido...

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