08/02/2017 LA PAZ - YUNGUYO (PERÚ)
LLEGAMOS A PERÚ
Parece que tanta fiesta ayer y la poco costumbre de salir nos ha pasado factura, bueno, a decir verdad el afectado es Romà. Se ha levantado con el cuerpo descompuesto y en varias ocasiones ha vomitado. Yo no tengo muy claro que pueda conducir, pero él como buen “espartano” autoproclamado me dice que está en condiciones de emprender la marcha. No obstante antes de salir decidimos ir a desayunar en las inmediaciones del Hotel. Aunque pedimos varias empanadas y sendos zumos de papaya, el estómago de Romà se niega a ingerir nada y de lo comprado terminamos por llevarnos lo que no se ha comido. El desayuno nos cuesta 20 bolivianos.
Me esmero en ser yo quién haga casi todo el trabajo de equipar la moto, se que Romà no se encuentra bien y quiero ayudarlo en la medida de lo posible. Justo antes de salir una nueva vomitera invita a Romà a ir al baño. Parece que después de la expulsión se encuentra mejor y a las 13h abandonamos el Hotel. La recepcionista nos quiere cobrar ya que estamos dejando la habitación después de la hora convenida, pero con unas buenas palabras logramos arreglar el desencuentro.
Romà me comenta que quiere comprar agua para el camino, está deshidratado y la necesitará. Acude a una tiendecita próxima y en el momento de abonar el importe la mujer nos informa que el billete con el que le estamos pagando es falso. És el billete que nos dio ayer el taxista de retorno de la carrera. Será… Ayer ya nos dimos cuento que algo extraño estaba pasando, pero no creímos que nos fuera a colar un billete de 50 bolivianos falsos. Aprovechamos la visita de un agente de policía para comentarle lo sucedido y aunque no podemos aportar gran información poco más podemos hacer para saciar nuestra sed de venganza. Roma está muy indignado y aunque a mí también me toca la moral intento sacarle la parte positiva, un souvenir de Bolivia con valor de 50 pesos será un curioso recuerdo.
Hoy tenemos la intención de cruzar a Perú y de camino encontraremos las ruinas de “Tihuanaco” las cuales hemos pensado visitar.
La carretera es bastante decente y el tiempo acompaña. Sin darnos cuenta nos pasamos las ruinas y debemos volver atrás para localizarlas. Entramos por en medio de un pequeño poblado donde paramos a comer ya que casi son las 16h. Un plato de pollo con verduras para Romà y uno de res con patatas y vegetales acompañado de coca cola será nuestro menú de hoy por el que pagaremos 50 bolivianos, un precio que hemos acordado antes porque tenemos muy poco dinero, el justo para que cuadre justo con la finalización de nuestra estancia en el país.
Nos acercamos a la entrada de las ruinas, nos dicen que cuesta 100 bolivianos por cabeza, un importe que consideramos abusivo por lo que ofrece la visita por lo que decidimos no entrar y seguir la ruta hasta llegar a la frontera con Perú. Se trata de una frontera muy concurrida, hay muchos mochileros y gente de la zona que hacen cola para sellar su pasaporte. Antes de ponernos en la cola consultamos que documentación necesitaremos y curiosamente nos dicen que debemos hacer una fotocopia de los pasaportes y nos derivan a una tiendecita que hay justo delante. Es extraño porque en ninguna frontera hemos tenido que presentar ningún documento fotocopiado pero nos lo han dicho muy claro. El precio de las fotocopias es de 1 boliviano. La cola ha ido más rápida de lo esperado y no nos han pedido la fotocopia para nada, otra “peque-estafa” de los servicios públicos del país.
Al acceder a Perú un hombre se nos ofrece para rellenar los documentos de entrada, yo nunca había visto algo así y Romà me explica que son buscavidas que te rellenan el documento a cambio de algunas monedas.
Ya con los pasaportes sellados nos queda el trámite de la moto. Nos comentan que debemos sacar el seguro “SOAP” en una oficina que alcanzan a señalarnos con la mano y que luego debemos volver para mostrárselo. Allí nos dirigimos y hacemos la consulta a los agentes. Nos dicen que el seguro es válido por un mes y que el coste es de 165 soles (1€ equivale a 3,55 soles peruanos) y que como en la zona no hay cajeros debemos ir a una casa de cambio que está justo al lado. Nosotros que ya nos vemos venir la nueva triquiñuela bajamos a la calle y buscamos un banco. Nos echamos a reír cuando vemos que toda la avenida está infestada de bancos con cajero y que todo se trataba de una jugada de la empresa para sacar más dinero con el cambio de moneda (debíamos cambiar dólares o euros a soles y el cambio siempre es mucho peor que la comisión que te pueda cobrar el banco por sacar, si es que tiene comisión). Así en el primer cajero que encontramos, el de banco Cusco, retiramos 450 soles y nos cobran una comisión de 14,5 soles.
Con el seguro en nuestro poder y tras haberle recriminado al agente de manera simpática su artimaña para salir ganando algunos pesos, nos dirigimos de nuevo a la aduana. Una hora de reloj esperamos a ser atendidos y por fin, sin mayor complicación reemprendemos la marcha, ahora ya por tierras peruanas.
Se ha hecho de noche, en Perú hay que sumarle una hora al reloj y aún nos queda algo más de una hora para llegar a nuestro destino. Agradecemos que las carreteras peruanas se encuentran en bastante mejor estado que las de Bolivia y sin ninguna complicación llegamos a Yunguyo, un pueblecito que encontramos en la ruta. Preguntamos a un policía por un alojamiento y nos indica que en la Plaza de Armas podemos encontrar varios de ellos. Damos con el Hospedaje Isabel en el que por el módico precio de 35 soles y pagando 3 más por aparcar la moto en su interior haremos noche.
Una vez acomodados salimos a dar un paseo con el objetivo de encontrar un sitio donde cenar. Observamos que todos los restaurantes son pollerías, en concreto el plato estrella es el “pollo broaster” y aunque queremos otra cosa terminamos por entrar en uno de ellos ya que según parece la carta contiene otros platos. Lo gracioso del tema es que al entrar y sentarnos nos dice un trabajador “sólo nos queda pollo broaster”. Qué le vamos a hacer, aceptamos la “invitación” y tomamos sendos platos acompañados de arroz y patatas y para beber una gaseosa peruana de un color amarillo nuclear de nombre “Inka Cola”. Hay que reconocer que el pollo estaba muy rico y la gaseosa, pues nada que no hayamos probado antes, una bebida hiperazucarada con gusto a algo indescifrable. La cena nos ha salido barata, 20 soles el total.
Ya de vuelta al Hospedaje nos queda un tiempo para dedicarnos a nuestros menesteres antes de irnos a dormir.
Mapa de ruta:
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